Emigrar por decisión o por obligación

Los argentinos que descendemos de europeos consideramos que poseemos el gen de la inmigración/emigración incorporado en nuestro ADN, porque nuestros ancestros, literalmente, “bajaron de los barcos” durante las mayores corrientes migratorias europeas que recibió el país, entre finales del siglo XIX y comienzos del XX.
 Desde sus orígenes, la Argentina no solo se consideró un país receptivo de inmigrantes. De hecho, se esforzó para que  llegaran extranjeros. Lo fomentó institucionalmente. En el preámbulo de  la Constitución Nacional sancionada en 1853 esto figura explícitamente, más allá de toda duda, porque en uno de sus párrafos dice: “… promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino”.

Esta proclama gloriosa, que aparenta ser generosa y abierta para “todos los hombres del mundo”, en realidad no es tan amplia, porque  en el artículo 25 de la Constitución Nacional actualmente vigente, consta que: “El Gobierno federal fomentará la inmigración europea; y no podrá restringir, limitar ni gravar con impuesto alguno la entrada en el territorio argentino de los extranjeros que traigan por objeto labrar la tierra, mejorar las industrias, e introducir y enseñar las ciencias y las artes”. En pleno siglo XXI y a pesar de las sucesivas reformas, incluida la de 1994, todavía el país fomenta la inmigración europea. Aunque en estos tiempos, independientemente de ese objetivo manifiesto, la gran mayoría de los inmigrantes que recibe el país provienen de América del sur.

“A pesar de lo que figura en la Constitución Nacional, los europeos no son los principales extranjeros que se radican en al país. Son latinoamericanos.”

De acuerdo al Ranking de Radicaciones por Nacionalidad (iniciadas por nacionalidad y año) confeccionado por la Dirección Nacional de Migraciones de la Argentina que abarca el período 2004-2014, el 40% de las radicaciones iniciadas provienen del Paraguay con 889.083 personas, el 25% de Bolivia con 567.241, y el 14% del Perú con 319.183. El primer país europeo que figura en este ranking es España, que en esos diez años aportó solo 17.171 ciudadanos.
Curiosamente, los Estados Unidos casi duplicó la llegada de españoles, porque se radicaron 31.206 habitantes estadounidenses en el mismo lapso con un incremento constante porque pasaron de ser 528 en el año 2004 a 4604 durante el 2014.
A su vez, se estima que alrededor de 971.000 argentinos viven en el exterior, siendo el país más elegido como destino de los emigrantes nacionales desde el año 2000 al 2010 los Estados Unidos, con 133.210 personas (Perfil Migratorio de Argentina, elaborado para la Organización Internacional para las Migraciones, por Roberto Benencia, año 2012)
Si bien las estadísticas no están actualizadas, indican una clara tendencia. A pesar de lo que figura en la Constitución Nacional, los europeos no son los principales extranjeros que se radican en al país. Son latinoamericanos.

Destino: el norte
La mayoría de los emigrantes argentinos eligen como destino de residencia los Estados Unidos. No la tierra de nuestros “ancestros europeos llegados de los barcos” como solemos decir. España es el principal destino preferido del viejo continente por dos razones prácticas que facilitan la radicación: el idioma y la doble nacionalidad heredada.
De acuerdo a estas cifras, se podría inferir que las corrientes migratorias del país se originan en   motivaciones personales. Por un lado, los latinoamericanos que eligen venir a la Argentina lo hacen para mejorar su nivel de vida, y casi todos emigran por elección. Y a su vez los argentinos eligen los Estados Unidos por las mismas razones: mejorar su nivel de vida y poder desarrollar todo su potencial, en búsqueda de las oportunidades que el país de nacimiento no les ofrece.
Seguramente muchos intelectuales vernáculos se sorprenderían al saber que la guarida donde habitan el demonio yanqui, las águilas y últimamente los buitres, la auténtica “cuna del imperio”, es el lugar preferido por los argentinos que desean una mejor calidad de vida.  
Al respecto, tampoco hay que olvidar que la mayor emigración europea casualmente también eligió como destino América del Norte, donde vislumbraron mayores oportunidades de progreso.

“Actualmente se encienden luces rojas de advertencia porque las migraciones por necesidad o mera supervivencia aumentan exponencialmente y ya superan todos los registros históricos conocidos. Estamos frente a un nuevo mundo, uno que es mucho peor de lo que suponíamos”

Pero este panorama de migraciones por elección personal está siendo relegado a un segundo plano. La situación mundial es mucho más grave de lo que parece. Hay vastas zonas del planeta que están siendo asoladas por guerras y violencia extrema. Por eso, actualmente se encienden luces rojas de advertencia porque las “migraciones por necesidad o mera supervivencia” aumentan exponencialmente y ya superan todos los registros históricos conocidos. Estamos frente a un nuevo mundo, uno que es mucho peor de lo que suponíamos.
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados de las Naciones Unidas (ACNUR), protege a los refugiados y desplazados por persecuciones o conflictos. Tiene su sede en Suiza  y  más de 250 oficinas repartidas en 125 países.  ACNUR ha recibido el Premio Nobel de la Paz en 1954 y 1981.

“Entre 2013 y 2014 se ha producido el mayor incremento anual de desplazados jamás registrado. Esto significa que en un solo año la cantidad de personas que deben emigrar para salvar sus vidas aumentó más que nunca en la historia”

El nuevo informe anual de ACNUR de junio de 2015 titulado “Tendencias Globales” demuestra un fuerte aumento en el número de personas que se han visto forzadas a huir de sus hogares. A finales de 2014, un total de casi 60 millones de personas se han convertido en desplazadas forzadas.  Entre 2013 y 2014 se ha producido el mayor incremento anual de desplazados jamás registrado. Esto significa que en un solo año la cantidad de personas que deben emigrar para salvar sus vidas aumentó más que nunca en la historia.
Para comprender las cifras: durante el año 2014 diariamente unas 42.500 personas se convirtieron en refugiadas, solicitantes de asilo o desplazadas internas, una cifra que se ha cuadruplicado en sólo cuatro años. A nivel global, una de cada 122 personas es ahora refugiada, desplazada interna o solicitante de asilo. Si todas estas personas formaran un solo país, éste sería el 24º estado con más población del mundo. Dado que seguramente hay varios millones de personas no registradas, podría asegurarse sin exagerar que la cantidad de individuos y familias obligadas a marcharse de sus lugares de residencia serían similares a las poblaciones del Reino Unido, Francia, Italia o Sudáfrica.

Los nuevos muros anti-inmigrantes
¿Cómo reaccionan los países donde quieren asentarse los refugiados forzosos para sobrevivir? Muchos apelan a medidas drásticas. Erigen vallas o planifican acciones militares. A los Estados Unidos se lo criticó por la valla construida en su frontera sur, pero ahora Hungría erigirá una de 175 kilómetros de largo y cuatro metros de altura a lo largo de su frontera con Serbia para frenar la inmigración ilegal. España ya las construyó en sus colonias africanas de Melilla y Ceuta. En la cumbre extraordinaria de la Unión Europea de abril pasado fue tratado el tema de la migración. Y durante la misma, el presidente francés, François Hollande, afirmó que su país preparó un proyecto de resolución para el Consejo de Seguridad de la ONU, en el que se propone hundir los barcos utilizados por inmigrantes ilegales.
El Papa Francisco, ante la ola de refugiados que se dirigen a Europa, denunció lo que llamó un sistema que trata a los inmigrantes como mercancías y dijo que “los refugiados no deben ser culpados por tratar de conseguir trabajo, porque son las víctimas de la desigualdad… y de las guerras”. Mientras tanto, los países desarrollados erigen vallas, se arman y eligen líderes derechistas.
Cada día quedan menos plazas para la emigración por elección. ¤