Esta es la historia real de dos hombres que por un tiempo se consideraron “extranjeros” en sus países de nacimiento.
“M” nació en los Estados Unidos y vivió en la Argentina hasta los 21 años. A esa edad volvió a California, aprendió el idioma inglés y se adaptó a la mentalidad estadounidense de trabajo y esfuerzo. Actualmente es un exitoso empresario. Por su parte, “U”, si bien nació en Washington DC y se crió en esa ciudad hasta los 7 años, al ser hijo de diplomáticos argentinos, ante nuestras leyes es argentino. Vivió en Buenos Aires hasta los 10 años y luego en México, nuevamente en los Estados Unidos y entre los 14 y 21 años en Irlanda. Volvió a la Argentina para cumplir con el servicio militar. Hoy es un exitoso escritor y periodista de prestigio internacional.
Si bien estas dos historias tuvieron final feliz, sería interesante conocer lo que habrán sentido ellos al reencontrarse con sus verdaderas raíces, porque provenían de dos realidades totalmente opuestas.
“M”, ciudadano del primer mundo, fue criado en un país tercermundista; a “U” le pasó exactamente lo contrario. Estas historias de vida son contemporáneas, pero si esto hubiera sucedido hace dos siglos. ¿Cuál habría sido la reacción de estas personas? ¿Con qué panorama se habrían encontrado en sus naciones de origen?
Una forma de responder estas preguntas sería analizando parte de los escritos de dos eminentes personalidades del siglo XIX que describieron a ambos países.
El inglés Charles Darwin, en su libro “Viaje de un naturalista alrededor del mundo”, en su edición de junio de 1845 escribió sobre la Argentina: “Una vez pregunté en Mercedes a dos hombres, con quienes me encontré, por qué no trabajaban. ‘Los días son demasiado largos’, me respondió el uno; ‘soy demasiado pobre’, me contestó el otro… Nada hay menos eficaz que la policía y la justicia. Si un hombre pobre comete un homicidio, se le encarcela y hasta quizá se le fusila; pero si es rico y tiene amigos, puede contar con que el asunto no tendrá ninguna mala consecuencia para él... En las clases elevadas se advierten la sensualidad, la irreligiosidad, la Corrupción más cínica, llevadas al grado más alto. A casi todos los funcionarios puede comprárseles: el director general de Correos vende sellos falsos; el gobernador y el primer ministro se entienden para robar al Estado. No debe contarse con la justicia mediando el oro… ¡Y el pueblo espera aún llegar al establecimiento de una república democrática, a pesar de esa ausencia de todo principio en la mayor parte de los hombres públicos y mientras el país rebosa en oficiales turbulentos mal pagados!”
Por su parte,el francés Alexis de Tocqueville en su escrito “De la democracia en América”, edición de 1840, refiriéndose a los Estados Unidos expresó: “Las malas leyes, las revoluciones y la anarquía no podrían destruir entre ellos (los norteamericanos) el gusto por el bienestar y el espíritu de empresa que parece ser el carácter distintivo de su raza, ni apagar enteramente las luces que los alumbran… la gran familia angloamericana, conservarán un estado social análogo, y tendrán en común los usos y las ideas que se derivan del estado social”.
“Llegará, pues, un tiempo en que se puedan ver en la América del Norte millones de hombres iguales entre sí, que pertenezcan todos a la misma familia, que tengan el mismo punto de partida, la misma civilización, la misma lengua, la misma religión, los mismos hábitos, las mismas costumbres, y a través de los cuales el pensamiento circulará bajo la misma forma y se pintará con los mismos colores. Todo lo demás es dudoso, pero esto es cierto”
“Hay actualmente sobre la Tierra dos grandes pueblos que, partiendo de puntos diferentes, parecen adelantarse hacia la misma meta: son los rusos y los angloamericanos. Todos los demás pueblos parecen haber alcanzado poco más o menos los límites trazados por la naturaleza, y no tener sino que conservarlos; pero ellos están en crecimiento; todos los demás están detenidos o no adelantan sino con mil esfuerzos; sólo ellos marchan con paso fácil y rápido en una carrera cuyo límite no puede todavía alcanzar la mirada. El norteamericano lucha contra los obstáculos que le opone la naturaleza; el ruso está en pugna con los hombres. El uno combate el desierto y la barbarie; el otro la civilización revestida de todas sus armas: así las conquistas del norteamericano se hacen con la reja del labrador y las del ruso con la espada del soldado. Su punto de vista es diferente, sus caminos son diversos; sin embargo, cada uno de ellos parece llamado por un designio secreto de la Providencia a sostener un día en sus manos los destinos de la mitad del mundo”.
Pasaron casi dos siglos y las cosas no cambiaron demasiado. Las predicciones de ambos viajeros se cumplieron casi al pie de la letra.
Darwin, lamentablemente, no comentó nada sobre la modestia que caracteriza a los argentinos. A principios del mes pasado, el muy exitoso empresario argentino Andy Freire dijo en Harvard: “Creo que Latinoamérica tiene los mayores talentos del mundo y que nuevas compañías globales pueden surgir de allí. Hay muchos proyectos de negocios que representan una oportunidad más grande en América Latina que en los Estados Unidos”.
Ojalá que Andy tenga la misma visión que Darwin y Tocqueville y en dos o tres siglos esto se convierta en realidad.
Pero hasta tanto… ¤