Los nuevos buscadores del “sueño argentino”

argentinoEn estos tiempos, en todo el mundo occidental prevalece la xenofobia y el desprecio por “el otro”, especialmente si se trata de personas inmigrantes. Ya hay verdaderas hordas de millones de personas que huyen de zonas de guerra, dictaduras o situaciones sociopolíticas y económicas que ponen en riesgo la vida misma e imposibilitan el desarrollo personal

Si bien cada día son más los países que cierran sus fronteras evitando el ingreso de “los otros”, todavía se encuentran algunas excepciones, verdaderos oasis donde los emigrantes hallan un lugar donde empezar una nueva vida. Argentina es uno de ellos.
De hecho, todos los organismos internacionales dedicados a analizar las migraciones aseguran que actualmente la Argentina es el país de América Latina con más inmigrantes.
   En el país en general, y en la ciudad de Buenos Aires en particular, se aprecia que últimamente están llegando más refugiados e inmigrantes, principalmente de los países limítrofes habituales: Paraguay, Bolivia, Chile y Uruguay, además de otros de lugares exóticos.
   A estos últimos se los distingue fácilmente en las calles por su fisonomía: son de raza negra, altos, delgados y porque apenas balbucean algunas palabras en español, y como trabajan en las calles de la ciudad es imposible no notarlos. Venden relojes, anteojos, artefactos electrónicos y juguetes de manufactura asiática en la vía pública. Hay miles de ellos en las veredas de Buenos Aires. Todos vienen del África subsahariana, casi todos como refugiados, escapando de las interminables guerras civiles y étnicas que son marca registrada del continente negro, de las hambrunas y persecuciones políticas.
   Pero también se encuentran otros grupos migrantes que se establecieron firmemente y ya forman parte de la sociedad nacional sin despertar la atención. A lo largo y ancho del país residen miles de ciudadanos chinos dedicados al comercio minorista en supermercados. Se han asimilado tanto a la sociedad que ya forma parte del léxico habitual decir: “Voy a lo del chino”, “Andá a comprar a lo del chino” o “El chino lo tiene más barato (o más caro)”. Para todos los argentinos, “el chino” equivale a un supermercado de cercanía, porque hay decenas de miles en todo el país.
   Europa es la muestra viviente de la imposibilidad de detener a oleadas de millones de personas que buscan refugio. Por un lado, llegan los sirios que huyen de la guerra civil e intentan ingresar por el este, y desde el sur llegan incontables africanos que cruzan el Mar Mediterráneo en balsas apenas flotantes. Son millones los desesperanzados que se ven forzados a huir de sus países de origen para salvar sus vidas de la guerra o el hambre.

      En busca de una nueva vida
   En muchos bares y confiterías de la ciudad de Buenos Aires en los últimos tiempos los clientes son atendidos por mozas y mozos muy amables y jóvenes. La única particularidad que los distingue es su marcado acento caribeño, y en algunos casos el color de su piel. La mayoría son venezolanos y colombianos.
   Dado que la curiosidad es inevitable cuando se habla con ellos y se les pregunta a qué se debe su presencia en nuestro país, inmediatamente dicen que vinieron a forjarse una nueva vida en la Argentina.
   Todos ellos aseguran que aspiran a vivir el “sueño argentino”, porque creen que aquí encontrarán un futuro mejor donde podrán desarrollarse profesionalmente. Y esto es literal, porque todos los que se han entrevistado eran profesionales en sus países natales.

“Dado que la curiosidad es inevitable cuando se habla con ellos y se les pregunta a qué se debe su presencia en nuestro país, inmediatamente dicen que vinieron a forjarse una nueva vida en la Argentina”

   Uno de esos casos es el de Marta, una joven limpiadora de un elegante restaurante y confitería ubicado frente al shopping Abasto, que es venezolana y contadora pública. Llegó hace poco más de un mes a Buenos Aires con su esposo (licenciado en Comunicación y magister en Lingüística) y dos pequeños niños. A Marta no se le cayeron las joyas por su status profesional y se dedica a limpiar con una pequeña escoba y pala el inmenso local de dos pisos. Y lo hace con una dedicación digna de admiración.
   En otro bar, en la zona de Palermo, atienden varias meseras y meseros colombianos. Todos tienen títulos universitarios o terciarios.
   La misma escena se repite en bares, confiterías y restaurantes de San Telmo o Puerto Madero. Todos estos jóvenes mozos y mozas son muy amables y trabajan alegres por estar en nuestro país. Se encuentran felices más allá de haber tenido que dejar a sus familias, trabajos y países. Dicen que son bien tratados y no se sienten discriminados.

“Todos ellos aseguran que aspiran a vivir el ‘sueño argentino’, porque creen que aquí encontrarán un futuro mejor donde podrán desarrollarse profesionalmente”

   Ellos nos recuerdan a nuestros abuelos, bisabuelos y tatarabuelos que llegaron de Europa con las mismas aspiraciones, pero sin tantos estudios.
   Lo curioso es que ellos demuestran tener mucha más esperanza en el futuro que nosotros, los argentinos nativos. Ellos creen más en el “sueño argentino” que nosotros mismos.
     Ojalá que nos contagien su optimismo. ¤

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