El 152, impecable de pintura y tapizado, sale de La Boca unos segundos después de las 8 de la mañana; ya antes de llegar a la Calle Brasil –la parada está frente a la fuente del Parque Lezama, en San Telmo- antes de llegar ahí, decíamos, está casi lleno.
Para llegar a Retiro, en donde encara hacia Barrio Norte, le queda recorrer todo Paseo Colón, pasar por delante de la Facultad de Ingeniería, la Plaza General Justo desde donde se ve el majestuoso edificio de la Aduana, uno de los más bellos de la ciudad, y cruzar por detrás de la Casa Rosada dando vueltas a la renovada Plaza Colón a través de una semicircular Avenida La Rábida sur que en un espacio indeterminado, solo unos metros más adelante, ya se transforma en Avenida La Rábida norte, para perder definitivamente su nombre, solo unos metros más adelante, a manos de la avenida Leandro N. Alem.
El 152, cual bólido azul, la recorre de punta a punta en un espacio de 17 segundos... y tarda tanto porque hay tráfico. A través de los árboles y los canteros floridos asoma imponente la parte trasera de la casa de gobierno. Tal vez ahora mismo se esté planeando en alguno de sus salones los próximos pasos a seguir con respecto a la relación bilateral con los Estados Unidos, la solución al conflicto docente que amenaza con no iniciar a tiempo las clases, el trazado de una nueva estrategia macroeconómica o el estado de la causa de corrupción que involucra al vicepresidente. Quién sabe. Lo cierto es que cada una de esas posibilidades puede potencialmente cambiar el rumbo del país y afectar a millones de argentinos. Sin embargo, esta mañana nada parece tan trascendente y lleno de misterio como esta avenida La Rábida que ha presenciado desde el patio trasero muchos de los más paradigmáticos hitos de la historia argentina.
Su nombre, ya de por sí, está cargado de misterio. Averiguando un poco por ahí encontramos que el término "La Rábida" deriva del árabe "Ribat" y significa “guarnición defendida por monjes guerreros”. Dilucidado tal misterio, nos queda ahora por saber a quién se le habrá ocurrido ponerle nombre a una calle que se extiende por un tramo tan corto... ¡y encima dividirla entre “norte” y “sur”!
Y así, como La rábida, es de efímera la actualidad argentina. Un tema se come a otro y el anterior queda en el olvido para ser reflotado, en el mejor de los casos, en algún futuro aniversario. Nos proponíamos comentar en esta editorial los avances en la investigación en la llamada Causa Boudou, noticia que fue tapada por el tan cuestionado acuerdo del gobierno argentino con su par iraní para llevar adelante la investigación por la causa AMIA, que en los medios argentinos le hizo lugar a las marchas por el primer aniversario de la Tragedia de Once, que perdió la tapa de los diarios luego de que el hijo de un conocido periodista atropellara a un ciclista en una autopista, caso condenado al olvido unas horas después a raíz de la mala campaña de Boca en el campeonato de fútbol argentino.
Por eso nos decidimos a comentar el “caso La Rábida” como símbolo, al igual que lo fueron los perros huskies el mes pasado, de la velocidad a la que pasan las noticias –y los colectivos- en Argentina. En este caso, sin embargo, a pesar de la fugacidad con la que es recorrida por el 152 a las 8:20 de la mañana, sabemos que la noble avenida seguirá estando allí, día tras día, año tras año, con la notable particularidad que acabamos de puntualizar.
Y para ser rigurosos con el tema, debemos agregar que la calle más corta de la ciudad es Emilio Pettoruti, que une en Recoleta las avenidas Del Libertador y Figueroa Alcorta, allí por donde se erige el Palais de Glace. Pero esto es tema para otra editorial. ¤