Muchos compatriotas que han emigrado de la Argentina y no pueden olvidar sus raíces suelen preguntar sobre la situación del país. Desean saber cómo es vivir en el país en estos momentos.
Cabe aclarar que se trata de emigrantes voluntarios que partieron en búsqueda de realizaciones personales y oportunidades que el país no les ofrecía. En este universo poblacional no se incluye a los que debieron exiliarse por motivos políticos durante la última dictadura militar.
Es complicado responder estas preguntas, porque implica un alto grado de subjetividad. Depende mucho de la situación personal del que contesta, su status, su nivel de información y su capacidad de observación crítica.
En principio, y a grandes rasgos, desde un punto de vista estrictamente económico, se podría contestar que, para los que están ubicados en el 10 % superior de la pirámide de ingresos y riqueza, todo es maravilloso. La vida es bella.
Un 40% de la clase media residual vive más o menos al día, con un buen nivel de consumo gracias al crédito para la compra de electrónicos, automóviles y electrodomésticos, así como para turismo, gastronomía, ropa y diversión.
El resto, aproximadamente un 50% de la población, subsiste merced a subsidios oficiales y sufre penurias de distinto tipo.
La compra de bienes inmuebles queda reservada únicamente para los sectores más pudientes de la sociedad, ya que la venta de propiedades se realiza mayoritariamente al contado y en dólares. No existe el crédito hipotecario viable para los sectores medios y bajos, los que se ofrecen con fines propagandísticos son inalcanzables para los trabajadores asalariados.
Es probable que esta sea una descripción acertada de la realidad económica, pero nadie lo podría asegurar a ciencia cierta, ya que no existen estadísticas fiables desde que fue intervenido el INDEC. Las estadísticas “dibujadas y tendenciosas” que actualmente se esgrimen no se pueden tomar en serio, dado que son utilizadas por la clase política para argumentar sus éxitos de gestión. Y esto es válido tanto para los oficialistas como para los opositores. Para algunos, está todo de diez y para el resto es una catástrofe.
Lo que quizás realmente importe es cómo vive la gente cotidianamente, y en ese aspecto no hay buenas noticias. Para empezar, habría que señalar que la mayor preocupación de los argentinos es la inseguridad. Nadie vive y se desplaza seguro. Esto se debe a una nueva generación de delincuentes que no titubea en asesinar por asesinar, sin razones que lo “justifiquen”.
El matar por matar ya se ha instalado en el país y nadie está exento de salir indemne, ni siquiera los más poderosos y ricos. Esta nueva situación es una pesadilla para las familias. No hay sitios seguros donde vivir, ni siquiera en los barrios cerrados.
La única excepción, claro está, es Puerto Madero. Una isla de belleza, modernidad y corrupción excepcional, donde el delito se limita a pequeños hurtos esporádicos.
Para el resto de los mortales no hay lugar donde esconderse. En todos lados esta “sensación de inseguridad” es omnipresente y alcanza dimensiones formidables, especialmente cuando los seres queridos salen a pasear o a trabajar. Todos se han acostumbrado a exigir actualizaciones permanentes de la ubicación donde se encuentran hijos, padres, novias/os, familiares y amigos. A cada instante. Obsesivamente.
Esta quizás sea la situación más novedosa para los que se fueron de la Argentina.
El miedo y angustia permanente son los ingredientes de una nueva forma de vivir. Siempre mirando hacia todos lados cuando se camina, estaciona, se ingresa el auto en el garaje o a la misma casa. Esto porque la última modalidad delictiva es la “entradera”. Una nueva palabra de uso cotidiano nacional. Los delincuentes ya no se conforman con robar en la calle o tomar como rehenes a sus víctimas para pasearlos por cajeros automáticos. Ahora exigen ingresar o “entrar” en las viviendas para saquearlas, porque saben que debido a la desconfianza surgida a partir de la crisis del 2001 los habitantes guardan dólares o dinero en efectivo en sus hogares.
Con respecto a la modalidad de "entradera", el jefe de la policía bonaerense, comisario general Hugo Matzkin, señaló hace pocos días que esta es una nueva "mutación del delito". Todos los días los medios de comunicación informan de nuevos casos, la mayoría de las veces con consecuencias trágicas.
De hecho, este año ya son demasiados los casos de policías muertos por delincuentes en situaciones de “entradera”, particularmente cuando estacionaban sus vehículos. Si estos policías, entrenados y armados, no pudieron defenderse, la pregunta del millón es: ¿Qué puede esperar el resto de los ciudadanos de a pie?
Por supuesto, desde los distintos organismos encargados de la seguridad de la población prometen acciones radicales ante cada hecho. Pero lo cierto es que todo sigue empeorando. Pareciera que a nadie le preocupa combatir el delito.
En el aspecto político, el país es más kafkiano que nunca. La estatización de YPF lo indica. Los mismos que apoyaron su privatización hace unos años son los que ahora aplauden la toma hostil de la empresa. Es posible que lo que más desconcierte a los emigrados es que todos los días decenas de funcionarios, miles de militantes oficialistas y de la oposición y millones de ciudadanos despotrican contra la década de los noventa, cuando gobernaba un tal Carlos Saúl Menem. Todos hablan de un pasado lejano, como si se refirieran a un político contemporáneo de Mitre o Sarmiento. Pero resulta que el Dr. Carlos Menem fue reelegido senador nacional por La Rioja hace pocos meses y ocupa una silla en el Congreso, y ahora es kirchnerista y va a votar a favor de la estatización de la empresa que él mismo se encargó de regalar hace pocos años.
Esta es una muestra de que la Argentina, a pesar de mantener sus lindas costumbres, su belleza natural y la calidez de su gente, sigue siendo la misma de siempre. Un país impredecible e inconstante, donde es imposible planificar a largo plazo, donde el cambio permanente de las reglas del juego posibilita que las realizaciones personales, los proyectos y el trabajo de toda una vida se evaporen en minutos.
Para bien o para mal… es lo que hay. ©