La elección de los candidatos a vice de los más importantes puestos de gobierno, desde las fórmulas presidenciales hasta la de gobernadores, se rige siempre por las mismas leyes. Es que, se dice, los vicepresidentes no sirven para nada, nomás acompañan al peso fuerte, aparecen de vez en cuando por el Senado y en una de esas tienen la suerte de sentarse por unos días en el sillón del jefe (o la jefa) cuando éste (o ésta) viaja al exterior.
Sin embargo, los presidentes (hombres y mujeres de carne y hueso), como cualquiera de nosotros se pueden morir o sufrir un accidente que los deje incapacitados para cumplir con su función . Y esto puede suceder en cualquier momento durante su mandato. De hecho, el caso Néstor Kirchner pegó en el palo.
La mayoría de los grandes partidos ya tienen sus fórmulas presidenciales; el último en definirse fue el oficialismo, cuando la presidenta Cristina Kirchner seleccionó al actual ministro de Economía, Amado Boudou. La presidenta, y esto nunca se esforzó por mantenerlo en secreto, se inclinó por él por su "fidelidad a toda prueba" más que por su capacidad de gestión o sus dotes intelectuales. Quizás esto no debería causar demasiada sorpresa, considerando como terminaron las cosas con el aún vicepresidente, Julio Cobos. Boudou, al menos en los papeles y sin haber tenido hasta ahora muchas oportunidades de demostrar lo contrario, podría ser definido como un Cobos fiel, incapaz de la más mínima disidencia con el proyecto oficial y el estilo K de acumulación de poder.
Lo que nos mueve a esta reflexión -y si nos centramos en el caso de la fórmula oficialista es porque, de acuerdo a muchas encuestas, es la que más posibilidades tiene de ganar, y no porque sea muy diferente a las de los demás partidos- lo que nos mueve a esta reflexión, decíamos, es el temor de que, llegado el caso, algún percance le imposibilite a la presidenta seguir al mando del Gobierno, tal como le confiara el pueblo con su voto.
¿No deberíamos mirar a los vicepresidentes y preguntarnos si a ellos les confiaríamos el gobierno de nuestro país? ¿No deberíamos examinar si poseen experiencia de gestión, capacidad de liderazgo, condiciones de estadistas? ¿No deberíamos imaginarlos, porque la posibilidad existe, representándonos en el exterior, negociando con la oposición, ideando planes para generar empleo, encargándose de las estrategias para que Argentina vuelva a ser una gran potencia como en los viejos tiempos...? Pensamos en Boudou, aquel joven que supo militar en la UCD de los Alsogaray, autodefinido hombre de la noche a quien muchos le endilgan "hacer la 'o' con una taza", cuya nominación fue fervientemente celebrada por el máximo representante de la burocracia sindical, Hugo Moyano, la Hebe de Bonafini versión 2011 y el incalificable Luis D'elía, y nos corre una gota de sudor por la espalda. Nada personal, estimado Amado. Lo mismo aplica para tantos otros vices que, de tan ignotos, ni siquiera conocemos sus caras. ©