No quisiéramos comenzar esta editorial con un lugar común, pero el refrán que dice "Mal de muchos, consuelo de tontos" resume perfectamente el tono de nuestro mensaje. Porque a veces nos da la sensación de que el tema corrupción pública es de exclusivo patrimonio argentino. Sin embargo, basta leer los periódicos internacionales para confirmar que hasta en los países supuestamente más estrictos en esta materia, la corrupción de los funcionarios públicos es materia de debate en la población y los medios.
Este pensamiento viene a colación del caso de Ulla Schmidt, ministra de Sanidad del Gobierno alemán, quien fue sorprendida utilizando un auto del ministerio durante sus vacaciones en el sur de España. Lo curioso aquí es que el caso saltó sólo por una eventualidad: mientras disfrutaba del sol y las playas del Mediterráneo, alguien aprovechaba para robarle el vehículo. Si no fuera por eso, tal vez nunca se hubiese sabido que la ministra de Angela Merkel se paseaba por Europa con un vehículo pagado por los contribuyentes alemanes. Cosa que nos lleva a una simple reflexión: por un lado, los funcionarios alemanes y los del resto del continente europeo también cometen actos de corrupción, y por el otro, en España, como en el resto de los países europeos, los robos también son cosa de todos los días. De hecho, esta semana una amiga nuestra, de paso por Barcelona, nos contaba que le han robado dos veces... ¡en el mismo día!
Un par de casos, apenas, para graficar una realidad que no nos deja más contentos; no somos de los que relativizan los problemas de nuestro país porque "en otros lados sucede lo mismo". Pero sí nos hace reflexionar acerca de que si en los países más poderosos del mundo suceden muchas de las cosas que suceden en Argentina, y aun así siguen siendo países serios, exitosos, en donde el nivel de vida de sus habitantes es muy superior al nuestro, nosotros también podríamos salir adelante a pesar de la corrupción y la inseguridad, los dos temas que más preocupan a la gente, y al mismo tiempo generar políticas para combatirlas. Por supuesto que hay muchísimos matices para analizar, y no queremos entrar en comparaciones injustas, ya que no podemos obviar que no existen simetrías entre las grandes potencias europeas y un país subdesarrollado como Argentina. Pero eso será materia para un artículo más extenso, en donde podamos analizar cómo se producen y, sobre todo, cómo se combaten estos dos problemas que parecen asfixiarnos a los argentinos. Seguramente, la cuestión de la Justicia será uno de los factores a analizar, además del de la responsabilidad personal de cada uno de los ciudadanos. ©