Durante su discurso al país el pasado 24 de septiembre, el presidente George W. Bush aseguró que “Estamos en medio de una seria crisis financiera”, y que “toda nuestra economía está en peligro”. Luego, con su habitual sabiduría de estadista, agregó que “existe el riesgo de una recesión larga y dolorosa”. Menos mal que lo aclaró; si no lo decía el máximo responsable de que esta crisis haya llegado a los niveles que llegó, no nos hubiésemos dado cuenta...
Ironías aparte, nos despierta indignación que el Presidente y la mayoría de sus aliados republicanos, incluyendo al candidato John McCain, reaccionen recién ahora cuando las grandes corporaciones comienzan a registrar una disminución en sus millonarias ganancias, y no antes, cuando millones de trabajadores estadounidenses perdían sus trabajos, sus casas, su estándar de vida... Porque la recesión, por si hace falta aclararlo, comenzó hace rato.
El Presidente pide ahora 700 mil millones de dólares para sacar a “los mercados” del pozo en donde se han enterrado y evitar que más bancos entren en bancarrota.
El problema es que los fondos, provenientes de los impuestos que pagamos todos nosotros, serán utilizados para limpiar las cuentas de los millonarios bancos y entidades financieras que hicieron negocios con lo que llaman “hipotecas basura” y tirarles un salvavidas repleto de dólares a los ejecutivos de la usura. Su plan no contempla la creación de un organismo de control del uso de los fondos, ni salvaguardar a los pequeños ahorristas, ni generar las opciones para que los morosos particulares puedan refinanciar sus hipotecas para no perder sus propiedades. No, la plata va para "los mercados".
Por una vez vamos a coincidir con la Presidenta argentina, quien hace pocos días en Nueva York, ante la pregunta de un cronista estadounidense sobre si su gobierno poseía un “plan B” para solucionar la economía, le retrucó que “El plan B lo necesitan ustedes”.
Si hay un lado positivo en todo esto, es que la presente pesadilla de ocho años está a punto de terminar. Esperamos que el pueblo estadounidense no vuelva a equivocarse, porque estos errores los pagamos todos. Ø