Nada que ver con la lectura infantil
Muchos creerán que aquellas pastillas que causaron furor en los kioscos argentinos de la década del 70 eran un producto relacionado con la revista para chicos que llevaba del mismo nombre. Pero no, la verdad es que no tenían nada que ver.
En algún momento nos referiremos aquí a la revista que competía con la Anteojito, pero hoy nos interesa recordar a esas pastillas frutales que tantas alegrías y caries han sabido causar entre los chicos argentinos que crecimos en esa época. El origen se remonta a un inmigrante español llamado Darío Rodríguez de la Fuente, quien en 1914 comenzó a fabricar unas pastillas de menta que por entonces se vendían en las farmacias, porque se suponía que eran… ¿medicinales? El emprendedor no se rompió el bocho pensando en el nombre y bautizó a sus pastillas con las iniciales de su nombre, D.R.F.
Cuando las Billiken salieron al mercado, lo hicieron con dos sabores: las del paquete verde eran de menta, y las del paquete rojo de mentol. A partir de allí, surgieron nuevos sabores y hasta nuevos productos, desde caramelos “frutales” hasta chupetines, como el inolvidable Pete, que hoy no podría comercializarse con éxito (al menos entre los más chicos) debido a la contemporánea alusión sexual del nombre, y las pastillas Punch, que aún siguen produciéndose con su tradicional despliegue de vivos colores.¤