El ex presidente Néstor Kirchner, a imagen y semejanza de otros grandes “líderes” de nuestro país, como los “Menem boys” de los noventa, sigue abriendo puertas a los empresarios más cercanos a sus intereses para que controlen las compañías líderes en sectores estratégicos, como las telecomunicaciones, petróleo, electricidad y alimentos. Lejos está este tipo de “intervencionismo estatal” de aquel que proponía Keynes en el pasado o los neokeynesianos hoy día para el desarrollo de un país. Las presiones a accionistas extranjeros con el verso de “argentinización” de las empresas sólo satisfacen las necesidades de apellidos que se repiten con frecuencia: Eurnekian, Eskenazi, López, Báez, Werthein. Pero la telaraña del ex-Presidente no se termina con los empresarios, sino que puso a personas de su confianza en cada uno de los rincones estratégicos del Gobierno de su esposa. El pretexto de la “argentinización” de las empresas líderes, desde la óptica oficial, es dotarlas de una visión que apoye “el modelo productivista”. La realidad muestra en cambio que estas intervenciones del Gobierno, más bien frenan oportunidades de desarrollo.
En la Argentina del yin y el yang, del blanco y el negro, el país de los extremos, la Argentina de la eterna esperanza y también de la eterna desilusión, las ideologías o las buenas o malas medidas económicas se van quemando una tras otra por una sola y efectiva razón: la corrupción y los desmanejos políticos.
Hasta la época de Alfonsín, el estado sufría de elefantismo, grande, gordo y lento, que no sirvió para satisfacer las necesidades de un pueblo esperanzado por su vivaz discurso. En ese Gobierno, el estado ya no servía para nada, las empresas del estado eran dirigidas por burócratas a los que sólo les interesaba cobrar su buen sueldo a fin de mes y nada hacían por lograr una empresa eficiente. Por poner un caso, en YPF los gerentes de la petrolera, con los estudios en sus manos de las tierras donde se iba a empezar a extraer el vital líquido, compraban esas tierras a precios viles. También se beneficiaban creando con familiares y amigos empresas que se convertirían en proveedoras del estado, ganando siempre las licitaciones por acomodo y facturando el doble o triple del precio de mercado.
Las empresas del Estado argentino hacían agua por todos lados; por ejemplo, conseguir un teléfono en Argentina era carísimo y los que lo obtenían era por acomodo o coima; el plan Megatel fue otro mega curro. Al final del gobierno alfonsinista hubo un intento de hacer algunas privatizaciones, pero la oposición peronista lo impidió.
Con la llegada de Menem nos fuimos al otro extremo: la gente quería cambios y Menem “lo hizo”. Convencido o no, hizo su negocio y el de sus aliados. ¿La gente?... bien gracias.
Historia conocida, se privatizó todo y casi todo mal, sin regulaciones estatales, se crearon monopolios privados como los de la telefonía, se privatizó vendiendo empresas del estado a empresas del estado extranjeras, se vendieron todas “las joyas de la abuela” hasta que no hubo nada que vender. Se pasó de un estado estúpido a un estado inútil.
Como con cada nuevo presidente, la llegada de Kirchner trajo “nuevas ideas” (en realidad “muy” viejas): hacer todo lo contrario de los anteriores. La idea ahora era estatizar, pero esa idea no duró mucho, con casos totalmente viciados de corrupción, como en la estatal Enarsa, que en realidad más que una empresa es una apariencia para dejar contenta a la “gilada”. La nueva onda es argentinizar, o sea, lo que podríamos llamar un “mix”. Inteligente, Kirchner, esto es lo que oyó o creyó oir que pedía a gritos la ciudadanía: empresas privadas pero con un efectivo control estatatal. Pero lo que en realidad se está gestando son empresas de privados amigos del gobierno controladas por burócratas y acomadados con el solo fin de llenarse ellos los bolsillos, sin dejar de lado algún presidente de algún otro país bananero ¿El país?... cada vez peor.
Para ejemplo basta un botón, pero en Argentina hay varios botones para ejemplificar. Más allá de la concreción del ingreso del Grupo Petersen (que comanda el banquero kirchnerista Enrique Eskenazi) a YPF (ya desembolsó la primera cuota de los US$ 2.235 millones para quedarse con 14,9% de la petrolera), el renovado conflicto en Aerolíneas Argentinas muestra los rasgos más oscuros del intervencionismo kirchnerista. En el caso aerocomercial, el mercado asume un intento desde el kirchnerismo, y en especial del secretario de Transporte, Ricardo Jaime, por desplazar al Grupo Marsans del control de la empresa. Por su lado, Jaime sondeó a varios empresarios cercanos al Gobierno para que se hagan cargo de Aerolíneas Argentinas, a quienes presionan desde hace años.
El grupo español Marsans asegura que no quiere venderla, pero habrá que ver si puede aguantar las presiones. En la lista de Jaime figuran Eduardo Eurnekian (Aeropuertos Argentina 2000) y los hermanos Cirigliano (Grupo Plaza), propietarios de las principales líneas de colectivos del país, y muy amigos de Jaime. Lo cierto es que quien se haga cargo de Aerolíneas Argentinas, se hará cargo también de 90% del mercado aerocomercial argentino; un negocio tentador, si se tiene en cuenta que el mercado de cabotaje seguirá creciendo con fuerza impulsado por la continua llegada de turistas extranjeros que buscan viajar a los principales destinos locales. Y que promete importantes ganancias si, con el Gobierno como aliado, se consigue subir las tarifas.
Rasgos similares se observan en operaciones con Esso, Telecom y Sancor.
La operación con Sancor fue compleja. La cooperativa más grande de la Argentina estaba por quebrar y el gobierno de Néstor Kirchner la salvó con créditos del Banco Nación y un convenio con Venezuela y logró evitar la venta de Sancor al financista Geoge Soros, que hizo su oferta cuando la cooperativa estaba por quebrar.
Durante los próximos 12 años, Venezuela será el mercado “obligado” de las exportaciones de leche entera en polvo de Sancor. Con esta jugada, Néstor Kirchner no sólo evitó que la empresa pase a capitales privados extranjeros, sino que le devolvió un importante favor a Chávez, frecuente comprador de bonos argentinos.
Exxon Mobil, la principal petrolera del mundo y dueña de la marca Esso, anunció que se retira de América latina.
En los próximos días se conocerá al comprador, pero trascendió que la empresa presentó una queja, ya que la filial argentina es la más complicada de vender porque el Gobierno pretende que un empresario cercano tome las riendas de la cuarta petrolera del país.
Eduardo Eurnekian se presentó en la puja, asociado con un grupo de Brasil. Las presiones para que Esso sea comprada por un argentino fueron tantas que hasta hicieron renunciar a Petrobras de invertir en ella.
Empresarios amigos, los Werthein, compraron en 2003 la porción de Telecom Argentina que abandonó France Telecom. Los Werthein, fueron protejidos desde entonces por los Kirchner. Ahora los Werthein están interesados en vender su parte en Telecom, aunque según fuentes del mercado, estarían pidiendo entre US$ 400 y US$ 500 millones, un valor alto según los empresarios italianos interesados.
Adicionalmente, el Gobierno está buscando un reemplazante local para los Werthein, para que no se queden con su parte empresarios extranjeros. El Grupo Clarín suena fuerte, porque tiene muy buena relación con los Kirchner.
Las oficinas de Enarsa no se parecen a las de una petrolera: más bien son similares a las de una empresa comercial, ya que allí no hay laboratorios de geología. Sólo se planifican licitaciones de áreas petroleras y se buscan socios para explotarlas.
Desde que Enarsa se fundó hay dos grandes ganadores: los empresarios K Lázaro Báez y Cristóbal López, dos empresarios que en Santa Cruz, se quedaron con 12 áreas que licitó la provincia. López es propietario de una empresa que nació en Comodoro Rivadavia y que se llama Oil M&S. También es propietario de Casino Club, que pasó a controlar la mitad del Casino de Buenos Aires. Báez es un ex empleado del Banco de Santa Cruz y ahora es dueño de Austral Construcciones, que participa con fuerza en licitaciones de obras públicas.
Hacete amigo del comisario, los empresarios lo saben. Antes, el comisario era “El Carlos”; ahora es Néstor. Mañana, quién lo sabe. ©