Después de haber encontrado tantos refranes en el “Don Quijote de la Mancha”, nos adentramos ahora en otras obras en los que son escasos.
Así nos ocurre con El Alcalde de Zalamea, de Don Pedro Calderón de la Barca, del que nos ocuparemos ahora. En él hallaremos 9 refranes, 7 impresos y 2 aludidos. Este autor, que nos presenta el refrán “Casa con dos puertas, mala es de guardar” como título de otra obra, nace en el año 1600. Si inquirimos a la literatura castellana quién es Don Pedro Calderón de la Barca, se nos informará que fue un gran poeta lírico, disciplinado, espectacular, del que se conservan 120 comedias, 80 autos y unas 10 obras menores.
No fue tan prolífico como Lope de Vega, que escribió 1800 comedias y más de 400 autos y que traemos a colación porque también desarrolló el tema del Alcalde de Zalemea en una obra, también así titulada.
En el Alcalde de Zalamea, de Calderón, la fábula, los personajes y aún algunos versos son de Lope. Pero el Alcalde de Lope fue muy pronto olvidado después de la recreación calderoniana.
A este copiarse de las obras ajenas, muy propio de la edad de oro de la literatura castellana, puede aplicarse la justificación de Menéndez y Pelayo: “El plagio sólo es admisible cuando va seguido de asesinato.”
El Alcalde de Zalamea es un drama trágico, realista e histórico, que se refiere a un hecho vinculado a la conquista de Portugal por España en 1581. En el de Lope figuran los siguientes personajes: Pedro Crespo (el alcalde) con sus dos hijas, Isabel y Leonor; dos capitanes sin apellido, Don Diego y Don Juan a las órdenes del general Lope de Figueroa; Felipe II; un sargento; dos soldados y personajes secundarios.
Los capitanes deshonran a las dos hijas de Crespo y éste, luego de obligarlos a casarse con ellas, los manda ahorcar y se los muestra al monarca, que da su aprobación y nombra al justiciero padre alcalde perpetuo. El episodio pudo haber ocurrido realmente.
En la obra de Calderón el argumento también es sencillo: Felipe II, en viaje hacia Portugal, pasa por Zalamea. Los vecinos están obligados a dar alojamiento a su escolta; Pedro Crespo tiene una hija que es raptada y deshonrada por el capitán Alvaro de Ataide. Crespo humildemente ruega al capitán que repare la falta cometida casándose con la joven, pero el capitán se niega despectivamente. Crespo no pierde tiempo y lo hace ajusticiar. Llega el rey e informado absuelve a Pedro Crespo y lo nombra Alcalde perpetuo de Zalamea.
Es interesante destacar quién fue Lope de Figueroa. Tenía 60 años cuando la conquista de Portugal. Ingresó en el ejército a los 18 años y sirvió hasta su muerte. En Lepanto decidió la victoria saltando a la galera del almirante turco Alí. Este resultó muerto y Don Lope se apoderó de la nave capitana.
Los refranes que encontramos en la obra calderoniana son:
1º (Aludido por el hidalgo Don Mendo a su criado Nuño) “Haz lo que tu amo te manda y sentaráste con él a la mesa”. El hidalgo también afirma: “Es propio de los que sirven, los refranes”.
2º) “No ofrecer lo que no sabes que haz de cumplir, ni jugar más de lo que está delante”, dicho por Don Crespo, el próximo alcalde, a su hijo Juan.
3º) “En tu vida no haz de darle lleva”.
4º) “La honra no la compra nadie”.
5º) “El que piensa que va a un peligro ya va prevenido a la defensa”. Declarado por el capitán al sargento.
6º): “Quien va a una seguridad es el que más riesgo lleva”. Idem.
7º) “La gala del nadador es saber guardar la ropa”. Significa que lo mejor es cuidarse para salir de los peligros sin menoscabo.
8º) “El caballo (y es lo cierto) lleva la silla”. Dicho por el alcalde al capitán, después de la deshonra de la hija.
9º) “Llanto no se ha de creer de viejo, niño y mujer”. Es un refrán muy conocido, dicho acá por el capitán como respuesta a la pregunta del alcalde “¿Qué en fin no os mueve mi llanto?”
Calderón, con su asombroso poder de síntesis, reduce a una (Isabel), las dos hijas de Pedro Crespo, y también a uno (Don Alvaro) a los dos capitanes.
En cuanto a carácter, la presenta a Isabel recatada, discretísima, bien diferente de sus vulgares y livianas antecesoras. Respeta en el alcalde su valor y astucia y en Don Lope los reniegos y jactanciosa dignidad. Como se ha sostenido, confiere a los caracteres natural grandeza, mueve los diálogos con fluidez y sensibiliza la obra, dándole matices insuperables.
Por último, tenemos para terminar un refrán egipcio: “El nombre del pobre sólo es pronunciado en relación con su amo”. Ø