Una historia secreta

Durante años la República Argentina cerró sus puertas a los judíos que escapaban del nazismo
Formalmente la República Argentina siempre se declaró un país abierto a todos los hombres del mundo que quisieran habitar el suelo argentino. Por lo menos así figura en el Preámbulo de la Constitución Nacional. Sin embargo, durante muchas décadas, esto sólo fue una declamación de principios absolutamente hipócrita, porque desde el 12 de julio de 1938 regía la “Circular Nº 11” (Reservada y Estrictamente Confidencial) de la Cancillería que prohibía emitir visas a los refugiados judíos europeos. Esta norma secreta provocó la muerte de infinidad de personas durante la ocupación nazi en Europa: personas que desesperadamente intentaron emigrar hacia nuestro país para salvar sus vidas.
Pero eso no fue todo. Incluso años después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, persistió el obstáculo para que ciudadanos judíos ingresaran al país, mientras que simultáneamente se aplicaba una política de puertas abiertas para los principales criminales nazis como Adolf Eichmann, Josef Mengele, Erich Priebke, y otros.

Por este motivo todos los judíos que lograban llegar al puerto de Buenos Aires se veían obligados a mentir sobre su origen, debiendo declararse como “católicos” ante las autoridades migratorias; esa era su única opción para poder ingresar a la Argentina.
La nefasta Circular 11, firmada en 1938 por el entonces canciller José María Cantilo, decía textualmente: “Los Cónsules deberán negar la visación - aún a título de turista o pasajero en tránsito - a toda persona que fundamentalmente se considere que abandona o ha abandonado su país de origen como indeseable o expulsado, cualquiera que sea el motivo de su expulsión”. Cabe aclarar que la referencia de "indeseable" como sinónimo de judío era de uso corriente en documentos diplomáticos de esa época. Con el fin de “guardar las formas”, la misma circular remarcaba especialmente que “Estas instrucciones son estrictamente reservadas y por ningún motivo deberán ser invocadas ante el público o ante las autoridades del país donde ejerce sus funciones”. Es decir que la orden para nuestros diplomáticos en Europa era aplicar la Circular 11 a rajatabla…y en estricto secreto.
Afortunadamente, el secreto de la infame Circular 11 salió a la luz en forma accidental en 1998, cuando la investigadora Beatriz Gurevich encontró una copia firmada de puño y letra por Cantilo en los archivos de la embajada argentina de Estocolmo. Esa es la única copia que se descubrió hasta el presente.
A partir de ese momento y gracias al persistente esfuerzo de muchos investigadores, periodistas, intelectuales y organizaciones judías, al fin se logró lo que parecía imposible: el pasado 8 junio de 2005, en un acto presidido por el presidente Néstor Kirchner, la Circular 11 fue oficialmente derogada por el canciller Rafael Bielsa.

Diana WangDiana Wang: un caso testigo
Con la derogación de la infame Circular 11, Diana Wang (Presidenta de Generaciones de la Shoá en la Argentina) decidió solicitar la corrección de su planilla de ingreso a la Argentina, para que la misma reflejara la verdad de los hechos, dado que en 1947 la pequeña Diana fue inscripta como “católica”. En base a esta petición, por primera vez en la historia, el Estado argentino admitió rectificar la partida de ingreso de una inmigrante judía llegada al país después de la Segunda Guerra Mundial. El pasado lunes 19 de septiembre la Sra. Wang recibió una constancia oficial de la modificación de su registro migratorio de 1947 durante una emotiva ceremonia donde se le entregó la nueva documentación. Estuvieron presentes Ricardo Rodríguez, director de Migraciones, Daniel Sabsay, abogado constitucionalista, Uki Goñi escritor que impulsó la derogación de la Circular 11, Beatriz Gurevich, quien encontró el documento en la embajada argentina de Suecia y Diana Wang quien solicitó y obtuvo la rectificación. El periodista Pepe Eliaschev fue el encargado de conducir el acto donde se leyó una carta del ministro de Relaciones Exteriores, Rafael Bielsa, que entre otras cosas decía:
“En adición a la derogación de la Circular 11 el pasado 8 de junio por parte de la Administración del presidente Néstor Kirchner, se realiza el acto de entrega de la documentación que permite que los inmigrantes judíos que arribaron a la Argentina y tuvieron que declararse católicos, rectifiquen esos datos y sean inscriptos como judíos. Este evento dista de ser un mero acto administrativo y simboliza claramente la decisión del Estado Nacional de reparar una grave injusticia y un error histórico”.
En virtud de esa modificación, donde antes decía “católica”, ahora figura “judía”. El pedido de la Sra. Wang se convirtió en un o caso testigo que podrá aplicarse a gran parte de la comunidad judía argentina que ingresó al país en los años de la posguerra y en la misma situación.

Testimonios:
Durante el desarrollo de la ceremonia, el escritor Uki Goñi expresó: “Este es un ejemplo de cómo la investigación histórica puede tener efectos prácticos y efectos de importancia vital en la vida de nuestra sociedad. El tema que nos reúne esta noche en mi caso particular fue un secreto de estado, y a la vez un secreto de familia. Esto es así porque mi abuelo fue cónsul argentino durante los años de la Segunda Guerra Mundial y además era amigo personal del canciller Cantilo. Y yo sabía por historias contadas por mi abuelo que había una orden secreta que prohibía otorgarle visados a judíos para que pudieran venir a la Argentina. Y a mi me sorprendía que este tema nunca se mencionaba en los libros de historia, en los ámbitos académicos y de investigación; sólo era conocido en el ámbito diplomático. Con Beatriz (Gurevich) habíamos hablado bastante sobre este tema porque ella había trabajado en el “Proyecto Testimonio”. Y finalmente fue Beatriz quien en el año 1998, en un viaje que hizo a Europa, encontró una copia de la orden secreta “Circular 11”. Yo sabía, por las historias de mi abuelo, que esta orden secreta había separado a los diplomáticos argentinos entre los que decidieron lucrar con ella vendiendo visados por debajo de la mesa y los que la aplicaron rigurosamente. Se hablaba de que el embajador en París hizo una fortuna vendiendo visas, mientras que el embajador en Berlín aplicaba esta orden al pie de la letra. Incluso se decía que el cónsul en Hamburgo se quejaba amargamente porque él no podía ganar dinero como lo hacían sus colegas destinados en Francia. Contradictoriamente, a pesar de existir esta orden secreta, la Argentina se convirtió en el país que más judíos recibió en aquella época. En este acto, el estado argentino está saldando una deuda con la comunidad judía en particular y con la sociedad en general. Y cuando yo empecé a investigar sobre este tema, mucha gente de la cancillería me decía: “Lo que vos estás haciendo va a hacer quedar mal a la Argentina y lo mejor que se puede hacer con esto es taparlo”. A eso yo les contestaba que “no nos puede avergonzar algo que ocurrió hace 60 años; solamente nos puede hacer quedar mal si nos pescan a nosotros destruyendo la evidencia hoy en día”.
Por último, la Sra. Diana Wang, sumamente emocionada, dijo: “Yo no puedo creer lo que escuché. Mientras se leía la resolución vinieron en tropel muchas imágenes. Mi mamá me contaba que al principio, cuando todavía podía caminar en su pueblo natal en Polonia, (luego de la invasión nazi) ella sacaba a pasear a su hijito en el cochecito, y cuando la reconocían como judía le tiraban piedras, y le decían: 'los judíos tienen que ir por la calle como los caballos'. Y su humillación máxima era bajar con el cochecito de su hijo a la calle donde transitaban los caballos”.
“Cuando entramos a la Argentina -continuó Wang- el hecho de tener que declararnos como “católicos” no era un problema para nosotros. Era un precio baratísimo a pagar después de lo que habíamos sufrido para entrar en un país donde podríamos estudiar, trabajar, desarrollarnos, formar nuestras familias. Y nosotros vivimos muy bien en Argentina, no hay quejas. No hay quejas grandes. En aquel momento, el declararse como católicos era tan lógico que recuerdo que mis padres se preguntaban “¿Nada más que eso es lo que hay que decir?” Para prepararse, mi mamá se compró en Europa una mantilla, un catecismo de nácar y también un rosario de nácar haciendo juego, porque era muy elegante. Y cuando ella bajó del barco con la mantilla, con el rosario envuelto en la mano y con el catecismo, pensó que este país era de chiste, porque uno dice que es católico y le creen. No era grave, no era importante porque veníamos de una realidad en donde ser judío había sido penado con la muerte. Entonces una mentirita blanca no costaba nada.
Otra imagen que recuerdo es de cuando estaba en sexto grado: la bandera de ceremonias de una escuela de Floresta, una escuela pública, por supuesto, estaba hecha jirones y hubo que cambiarla. Entonces la ceremonia se llamaba “entronización de la bandera” y yo fui la abanderada; sostuve la bandera argentina durante toda la ceremonia con mi papá y mi mamá sentados entre el público. Me imagino que el pecho les reventaba de orgullo y alegría de que en este país, yo, extranjera y judía, era la abanderada cuando se entronizaba la bandera de la escuela. Para ellos no era un problema estar inscriptos como católicos.
Empezó a ser un problema para mí y para los de nuestra generación cuando nosotros aprendimos la retórica de la libertad y el preámbulo de la constitución. Porque lo creímos y lo tomamos por cierto. Y de pronto, cuando Uki menciona la Circular 11 en su libro ("La auténtica Odessa") mi primer deseo fue anular esa columna que dice religión. ¿Para qué poner religión? Pero dado que no se podía, por lo menos que me pongan lo que soy, porque no tengo que estar inscripta de otra manera. Si en estos momentos mis padres estuvieran vivos no me creerían. Mi mama diría que estoy sicótica, que estoy soñando. Que esto no puede pasar en ningún lugar del mundo. Y por último, quiero decir que esto no lo pedí para mí únicamente, esto lo pedí para todos nosotros. Yo critico cuando las cosas se hacen mal y aplaudo cuando algo se hace bien. Y este es un momento muy importante para todos nosotros y me alegro que lo estemos compartiendo”. Ø

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