El mes de abril quedó marcado en la historia por la muerte de Juan Pablo II y la posterior elección del alemán Joseph Ratzinger (Benedicto XVI) como su sucesor.
Se dice que los cardenales que se encierran en el Vaticano para votar al nuevo papa, lo hacen bajo la intervención divina del “Espíritu Santo”. A nosotros, simples mortales, no nos deja de sorprender que el “Espíritu Santo” haya influido en las conciencias de los cardenales para otorgarle a Ratzinger un cargo de tanta importancia y trascendencia. Nos preocupa que el nuevo Papa sea un hombre muy mayor y con conocidos problemas de salud, pero sobre todo, que se trate de una persona que expresa el continuismo del sector más ortodoxo de la Iglesia Católica.
El conservadurismo más extremo gobierna hoy al catolicismo. Poco pudieron hacer para oponerse aquellos cardenales que proponen reformas para acercarse al pueblo, a los humildes, y reivindicar las enseñanzas de Jesucristo.
A simple vista, la Iglesia Católica eligió privilegiar el “Status quo”, dejando pasar una gran oportunidad para acercar posiciones con las verdaderas necesidades de la gente y para ponerse a tono con los cambios que en los últimos tiempos se han producido en el mundo. Por lo visto, temas como la legalización del divorcio, el celibato de los sacerdotes, o la lucha a favor de los oprimidos del mundo, seguramente quedarán para más adelante.
Otro golpe institucional alteró el orden en un país de Sudamérica: el Presidente de Ecuador, Lucio Gutiérrez, fue destituido de su cargo y debió pedir asilo político en Brasil. Su lugar lo ocupa hoy su hasta entonces vicepresidente, Alfredo Palacio, apoyado por sectores militares y algunos sectores populares.
Lamentablemente, algunos países de la región siguen navegando en aguas agitadas.
La frase del mes:
“Aunque todavía falta, la policía bonaerense es más eficiente” pertenece a León Arslanián, ministro de Seguridad bonaerense