Durante un Congreso sobre Valores, en Buenos Aires, el sector educativo mostró desorientación por parte de los educadores respecto de los métodos de enseñanza y los actuales contenidos.
¿Qué otra institución transmite valores, en forma tan masiva, como lo hace la educativa? Se lo preguntó al iniciar su presentación en el Congreso nacional sobre valores, pensamiento crítico y tejido social (26 y 27 de Septiembre de 2002), el licenciado Daniel Filmus.
Durante el encuentro, realizado en el Salón San Agustín de la Universidad Católica Argentina, Filmus se abocó a describir la situación actual de los educadores y educandos argentinos, no sin antes revisar el modelo desarrollado en el país por la generación del 80: con sus características circunstanciales tales como el modelo fordiano de producción, como los objetivos unificadores de la escuela pública (el guardapolvo blanco, como factor simbólico de homogeneización) y la desvalorización de la cultura “del interior”. También el objetivo central de introducir valores nacionales (símbolos patrios por ejemplo), a partir de la enorme herramienta de formación que significó la escuela pública en aquella época.
Tampoco quedó afuera un aspecto importante: el de una minuciosa revisión sobre quién o quiénes son los encargados de seleccionar los valores que se van a transmitir en la escuela. La exposición se orientó también, al estancamiento que sufre la institución educativa a la hora de tratar la incidencia de la tecnología en la vida cotidiana: la televisión y su forma de integrarla al entorno escolar para alcanzar un sentido crítico de los niños y jóvenes, frente al bombardeo de imágenes e información fragmentada que se emite por este medio.
Filmus buscó acercarse, además, a las necesidades actuales de hacer de la escuela, el principal canal transmisor de valores tales como la integración de la diversidad, la valoración de la cultura regional, los aportes creativos -que suelen no ser evaluados ni recompensados con calificaciones- y el conocimiento y la sabiduría de las personas mayores.
Resultó ampliamente provechoso el espacio dedicado a valores y educación. No porque temas como valores y globalización, valores y política o valores y economía, no merezcan estudiarse. De hecho, varios especialistas de distintas áreas, como el Dr. Aldo Ferrer, el Dr. Carlos Floria y el Lic. Jorge Todesca, tuvieron una extensa participación a lo largo de estas dos jornadas nacionales. Pero creo que la llegada profunda de la institución educativa a las nuevas generaciones, aún con las carencias que tiene y tendrá por muchos años, le dan a este tema en particular, un peso superior frente al desafío de erradicar la exclusión social de la Argentina. La escuela relaciona socialmente a un niño, estableciendo las reglas de convivencia, los premios y castigos de forma equitativa y justa.
Los hombres y las mujeres argentinas que sienten la vocación de educar, viven hoy una etapa de incertidumbre. Por un lado se presenta el problema propio de ganar el interés del alumnado, ofreciendo los contenidos de la manera más didáctica posible y acorde con el lenguaje audiovisual que los niños y jóvenes reciben desde los medios, la calle y su propio hogar. Por otro lado, las escuelas suelen cumplir funciones de comedor infantil o guardería, lo cual sobreexige a la institución. Se suma a esto, a la falta de orientación sobre cuáles son los valores que deben protagonizar los programas de estudio y cómo deben ser implementados.
Orientar a los orientadores será el trabajo que más dedicación y esfuerzo le demandará a la futura dirigencia en el área educativa de la Argentina. Es un trabajo de base que, aunque requiera mucho tiempo, le dará a la población un salto de calidad a la convivencia de los futuros ciudadanos. Ø