Joe Biden, presidente electo de los Estados Unidos

Joe Biden, presidente electo de los Estados Unidos

Esperanza tras una transición caótica y el final de la experiencia tercermundista
Releo en esta fría noche la editorial de El Suplemento del mes pasado, en donde se decía que “Lo importante es que tanto las instituciones de la nación como los ciudadanos, e incluyendo, por supuesto, al candidato perdedor, sepan enfrentar con grandeza el período que viene (…)  A partir del 4 de noviembre, basta de Twitter, basta de avisos de campaña, basta de teorías conspirativas, basta de violencia verbal y física…”

Supongo que esos eran los deseos de casi todos los ciudadanos honestos del país de uno y otro lado de la grieta; sin embargo, si alguien se imaginaba que Donald Trump iba a aceptar su derrota con la grandeza y patriotismo que su cargo requiere, la realidad les dio una muestra, otra más, de los valores del presidente saliente.
Esta experiencia tercermundista de los Estados Unidos no podía haber terminado de otra manera. Estamos viviendo la transición presidencial más caótica que se recuerde, con un presidente que, cada vez más solo, se resiste a reconocer su derrota electoral, a compartir datos esenciales para la seguridad de la nación con el presidente electo, e intenta convencer al mundo de que sufrió un fraude que nunca pudo probar.

Una trampa que no funcionó
Quien avisa no traiciona, dicen, y Trump venía avisando desde hacía meses que no pensaba aceptar los resultados de las elecciones si no le eran favorables. Y así lo hizo. Luego de sus intentos por decimar el Correo Nacional, se cerraron más de 21 mil locaciones de votación en todo el país, sobre todo en zonas donde vive una mayoría de población negra, que, por supuesto, votó en abrumadora mayoría en contra de Trump. En algunas ciudades, la gente hizo colas de hasta 8 horas para poder votar a causa de esto. Trump comenzó hace semanas a criticar la votación por correo a sabiendas de que la mayoría de la gente demócrata se maneja con más precaución por la pandemia y acata las leyes estatales sobre el distanciamiento social, y sabía que millones de esas personas iban a votar por correo. Luego de mil y un intentos por minar el proceso democrático, su estrategia se quedó corta. Perdió. A partir de allí, cual adolescente millonario malcriado, toda vez que no estaba jugando al golf se dedicó a tuitear todos los días, reclamando desencajado por un fraude que nunca pudo probar en ninguna corte del país. A la fecha, las cortes de diferentes estados rechazaron ya 30 de sus infundadas demandas por absoluta falta de pruebas.

Una tragicomedia tercermundista
Es difícil, en un espacio tan reducido, hacer una selección de los más disparatados reclamos y escenas vividas en las últimas semanas en el entorno del presidente. Habrá que buscar mucho en los archivos de la historia política estadounidense para encontrar a un vocero presidencial que se haya prestado a declarar tantas obvias y abiertas mentiras como lo estuvo haciendo la vocera de Trump, Kayleigh McEnany, desde que se conoció la derrota de su jefe. Lo que resulta realmente curioso es que los senadores republicanos que han sido reelectos en esos mismos estados, acusan de fraude en las mismas elecciones en las que ellos mismos lograron vencer. Si los demócratas hubiesen podido cometer un masivo fraude, como si Estados Unidos fuera Venezuela y eso se pudiese hacer aquí tan fácilmente, sin dudas se hubiesen asegurado de que los senadores republicanos electos pierdan, sobre todo teniendo en cuenta que los números hasta ahora indican que el GOP retendrá la mayoría en el senado.
Más allá del circo tuitero del presidente, nos parece que las que deberían llevarse el Oscar en esta tragicomedia que el presidente y su entorno pusieron en escena las últimas semanas fueron las conferencias de prensa de Rudy Giuliani, abogado de Trump. Pasará a la historia la improvisada conferencia frente al garage de Four Seasons Landscaping, una modesta compañía de jardinería de Philadelphia ubicada entre un local de productos porno y un crematorio (la intención era hacerla en el hotel Four Seasons, pero alguien metió la pata con la reserva). El negocio, cuyo dueño es una mujer y la mayoría de sus trabajadores de minorías étnicas, se volvió trending topic de Twitter y goza hoy de una popularidad inusitada en todo el país, vendiendo camisetas que dicen “Trying to make America green again” y “Lawn and Order”.
Ya habrá visto usted la cara de Giuliani sudando marrones gotas de tintura para el pelo durante una conferencia de prensa en Washington, así que a esta la dejamos para un meme o algo así.

El verdadero objetivo es el caos
Más allá de las pataletas del presidente y sus millones de dólares malgastados en fútiles demandas, tanto demócratas como republicanos saben que Trump está terminado; los márgenes de votos que separan a Joe Biden de su adversario son demasiado grandes como para revertir el resultado de las elecciones. Sin embargo, entienden que el objetivo de todas estas demandas, denuncias infundadas y descabelladas conferencias de prensa es enlodar el camino hacia la transición democrática, hacer el trabajo de la entrante administración lo más difícil posible, y de paso crear dudas entre los votantes.
Repite una mentira mil veces, y la gente terminará creyendo que es verdad, es la lógica fascista que emplean. Y este plan, que pone en peligro la seguridad nacional y la vida de los estadounidenses, está dando resultado. Una reciente encuesta de Reuters/Ipsos encontró que un 52% de los votantes republicanos consideran que Trump ganó la elección, y un 68% piensa que la elección estuvo amañada. Hay que entender que mucha gente, sobre todo en el segmento de personas de menos nivel educativo, ha vivido todo este proceso como una cuestión religiosa; no importa que la justicia independiente dictamine que no hay ninguna prueba de fraude, y que hasta los mismos abogados de Trump lo han admitido en las cortes. Si el líder de la secta así lo dice, debe ser verdad.

Un nuevo presidente, una nueva esperanza
La fórmula demócrata integrada por Joe Biden y Kamala Harris hizo historia. Por un lado, nunca antes un candidato opositor había sacado tantos votos; por el otro, Harris se transformará en la primera mujer y persona de color en llegar a la vicepresidencia de los Estados Unidos.
Luego de unas primarias en las que por un momento llegó a tambalear, Biden, un político moderado y que llega con gran experiencia tras haber sido vicepresidente durante la administración de Barack Obama, se ganó la confianza de su partido y desde el momento mismo de confirmar su candidatura se ubicó muy por delante de Trump en las encuestas.

Una pandemia fuera de control
Nunca antes un presidente ha llegado a la Casa Blanca enfrentando un desafío como el actual. Encontrará un país sumido en una crisis sanitaria de proporciones bíblicas y sin un plan en marcha. Durante el mes de noviembre, los números de nuevos casos y de muertos por covid-19 marcaron récords, y siguen ubicando a nuestro país como el peor del mundo en este rubro.
El Almirante Brett Giroir, segundo al mando del departamento de Salud del país, declaró hace un par de semanas que “Estamos ante el peor índice de aumentos de casos visto en la pandemia en Estados Unidos, y nada indica que la curva vaya a aplanarse”. Lo positivo es que, a diferencia de su antecesor, Biden ha respetado siempre los cuidados básicos de prevención, escuchado las recomendaciones de los científicos, y ha declarado ya que pondrá en marcha un plan para enfrentar la pandemia y garantizar la salud de los estadounidenses desde el primer día de gobierno.
El gran problema es que mientras Trump sigue sin conceder su derrota, el equipo de Biden no puede usar recursos federales para organizar la transición y su futuro plan de trabajo. “Si tenemos que esperar hasta el 20 de enero para comenzar a trabajar, nos pone en un retraso de un mes y medio; por eso es importante que comencemos a coordinar todo desde ahora”, declaró el presidente electo.
Por su parte, Anthony Fauci, el experto en enfermedades infecciosas y miembro del Coronavirus task force de la Casa Blanca, declaró que “He trabajado con seis presidentes durante los últimos 36 años y he vivido múltiples traspasos de poder, y lo que es claro es que es realmente importante que en este proceso de transición la información se transfiera de una manera aceitada”. Lamentablemente, esto no está ocurriendo, y pone la vida y la salud de millones de estadounidenses en peligro.

Desempleados y desunidos
La economía está destrozada, con millones de personas desempleadas e incontables comercios en bancarrota a lo largo y ancho del país. La creación de trabajo debería ser prioridad, pero también que los trabajos sean bien remunerados; vivimos actualmente una situación en la que millones de trabajadores necesitan de dos o hasta tres empleos para poder mantener una familia, y esto no es solo debido a la política económica implementada por Donald Trump, sino que viene de décadas atrás, quizás desde el “trickle-down economics” de Ronald Reagan. Hay que revertir la maldita tendencia que está convirtiendo nuestro país en una republiqueta, en donde los millonarios son cada vez más millonarios y la clase media cada vez más pobre.
Otro aspecto que deberá solucionar Biden es la división social del país promovida por Trump desde incluso antes de asumir su cargo, y que hoy ha alcanzado niveles solo comparables a los de la época de la lucha por los derechos civiles. Habrá que trabajar con las fuerzas de inteligencia y seguridad para controlar el peligro de terrorismo doméstico que representan, según el FBI, las milicias de supremacistas blancos armadas hasta los dientes, como así también de los vándalos que causan destrucción de propiedad pública y privada durante manifestaciones.

Un equipo “that looks like America”
En medio de esta crisis social y disparidad racial que vive el país, el presidente electo ha manifestado que construirá un gabinete que refleje la diversidad de nuestra sociedad. Por lo pronto, se reporta que su equipo de transición es uno de los más diversos de la historia: 46% son afroamericanos, latinos y de otras minorías, y más de la mitad son mujeres.
El género y el color de la piel no garantizan eficacia en el trabajo, pero tampoco lo contrario, por lo que esta posición parece ser un gran avance social, sobre todo teniendo en cuenta que el gabinete de Trump estaba integrado por tan solo un 17% de mujeres y minorías, mientras que la gran mayoría eran hombres anglosajones.
Más allá de que Biden aún no ha presentado a los miembros de su gabinete, hay un dato cierto e inmodificable, que marca un paso gigante hacia el futuro: al menos 132 mujeres (100 demócratas y 32 republicanas) pasarán a formar parte del Congreso más diverso de la historia, en el que una de cada cuatro miembros será mujer.

Los desafíos del futuro
Se viene un Estados Unidos distinto. Pero Biden no tiene un cheque en blanco, y Trump, a quien su extremo narcisismo no le permite vivir sin ser el centro de atención, cuenta aún con un importante caudal de votos como para seguir siendo protagonista, ahora desde la oposición.
Nuestro presente es desolador; el futuro, incierto. Hay esperanzas de que la nueva administración revierta las políticas que nos hundieron en este pantano en el que hoy nos encontramos, sobre todo en el campo sanitario, social, educativo y de medio ambiente.
Será difícil dejar las cosas peor de lo que están. Pero no nos conformemos con la mediocridad. Estados Unidos debe renacer y volver a ser un país serio, justo, y para todos los que con nuestro trabajo diario lo haremos grande otra vez.¤

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