Argentina paralizada frente a las elecciones

Si bien recién comienza el mes de febrero, todos los políticos, economistas, empresarios e inversores nacionales y extranjeros con poder real en la Argentina, ya están pensando en el resultado de las elecciones presidenciales y legislativas nacionales que se llevarán a cabo el próximo 27 de octubre. Y ante la incertidumbre dilatan la toma de decisiones que afecta la vida de más de cuarenta millones de argentinos. Por lo tanto, estas elecciones se han convertido en el tema de la máxima importancia para los ciudadanos de este país, porque está en juego nada más ni nada menos que el futuro de la nación.

Para complicar aún más las cosas, el proceso electoral argentino es bastante complejo. Antes de las elecciones presidenciales se llevarán a cabo otras denominadas coloquialmente PASO, porque son Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias. De acuerdo al calendario electoral nacional esto sucederá el 11 de agosto y es allí donde se elegirán los candidatos presidenciales de cada partido o frente electoral.
La idea original de las PASO era que todos los ciudadanos, afiliados a algún partido político o no, eligieran democráticamente a los distintos candidatos de las agrupaciones que se presentarían a las elecciones presidenciales, porque se presuponía que, dentro de cada partido, habría al menos dos o más postulantes compitiendo.
Pero como esta es la Argentina de siempre, al final esta loable intención derivó en un fiasco total, dado que la mayoría de los grandes partidos al final terminaron eligiendo a un solo candidato. A dedo. Una ancestral costumbre nacional. Entonces, lo único que terminan votando los ciudadanos es a candidatos únicos, tal cual sucede en Corea del Norte, Cuba, Venezuela y un sinfín de regímenes dictatoriales disfrazados de democracias.
Por eso, para la mayoría de los votantes las PASO en realidad no sirven para nada, ya que con candidatos puestos “a dedo” no hay elección real.
Más allá de este complejo proceso electoral, lo cierto es que a partir de diciembre asumirá un nuevo presidente. El ingeniero Mauricio Macri, actualmente a la cabeza del poder ejecutivo, seguramente se presentará para un nuevo período, mientras que por la oposición todavía no hay ningún candidato que lo pueda enfrentar con posibilidades reales. En teoría, la única fuerza en condiciones de ganarle es el peronismo, pero en estos tiempos no existe nada que pueda denominarse simplemente “peronismo” como lo fue durante décadas. De allí que ahora se habla de varios peronismos. El más importante lo encabeza, con mano de hierro, la ex presidenta Cristina Kirchner, que en realidad creó Unidad Ciudadana, un nuevo partido por fuera del peronismo. Además están el “peronismo racional”, el “peronismo federal” y otras variantes.
Las encuestas señalan que tanto Macri como Cristina son los candidatos con más posibilidades de ganar, con un 30% de votos asegurados cada uno. Por lo tanto, ellos eventualmente serían los contrincantes finales en un ballotage. Y aquí viene la parálisis que afecta al país, porque si la ganadora fuera Cristina volvería el populismo y supuestamente todos los capitales huirían despavoridos, mientras que si el triunfador fuera Macri las cosas seguirían igual. Es decir, empeorando día a día, a pasos agigantados, con altísimos índices de inflación, desocupación en alza, mayor inseguridad, endeudamiento y sufrimiento.
Los poderosos están a la expectativa y no actúan. No invierten. Esperan tranquilamente. Mientras tanto, la calidad de vida de la mayoría de los argentinos empeora sin cesar.
Cuando llegue octubre, a los ciudadanos de a pie solo nos quedará votar al menos malo. A menos que, milagrosamente, surja una alternativa que mejore la vida de todos.

Pero como ya se sabe que Dios no es argentino…¤