La segunda economía de América del Sur enfrenta una crisis financiera

La segunda economía de América del Sur enfrenta una crisis financiera

Argentina enfrenta una crisis de pronunciada inestabilidad cambiaria cuya turbulencia es preocupante. El Banco Central ha aumentado al 40% sus tasas de interés (¡tres veces en una semana!) con el fin de estabilizar el peso argentino y evitar una rápida depreciación, cuyo valor descendió en un 17% con respecto al dólar, que ha estado en ascenso desde enero, cotizándose al cierre de esta edición a 25 pesos.

Prevenir comportamientos disruptivos en el mercado de cambio extranjero y garantizar el proceso de revertir la inflación en un mercado tumultuoso, hostil e insensible, es la tarea inmediata. Además, el Central vendió 5 billones de dólares de sus reservas en un fallido intento por controlar la permanente devaluación del peso. El aumento del dólar afecta a la economía argentina, ya que el poder adquisitivo del consumidor se debilita y todo se vuelve más caro. La subida abrupta del dólar en detrimento del peso argentino reduce la capacidad del mercado emergente para pagar sus deudas previas y actuales, además de sus importaciones, facturadas en dólares. “El aumento de los intereses por parte de Estados Unidos y la prominencia del dólar estarían induciendo a los inversores a retirar su dinero de los mercados mundiales en mayor riesgo por registrar los mayores déficits en su presupuesto y en su comercio, una inflación “in crescendo” y una moneda volátil”, afirman los expertos.

Otra vez el FMI

En el 2017, Argentina adquirió el status de mercado emergente preferido y muchos inversores apuntaron a este mercado; los intereses globales estaban bajos y se podía obtener altos beneficios. Otra vez, el ciclo de la crisis financiera argentina toca fondo. Se está negociando con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para solicitarle un préstamo de 30 billones de dólares; la institución ha puesto como condición sine qua non un plan severo de austeridad para reducir los gastos. Esta ayuda de emergencia no se solicitaba desde el 2003.

“El FMI ha puesto como condición sine qua non un plan severo de austeridad para reducir los gastos”

Los expertos afirman que el FMI no puede resolverle a Argentina sus problemas estructurales, ya que su alto gasto público causó un alto déficit fiscal. Además, su abultada y persistente deuda externa, su creciente inflación, las regulaciones de mercado inadecuadas y el lento crecimiento de su economía fueron los factores más vulnerables a los cambios y aumentos de las tasas de interés global. Esta situación desencadenó la crisis financiera argentina. El pueblo argentino está descontento, ya que el curso de la historia les enseñó que pedir ayuda monetaria al FMI significa involucrarse en una deuda con altos intereses en dólares. La situación actual es preocupante. Pocos entienden que el cambio de administración gubernamental significó un cambio de orientación sistémica y que el tránsito de aquellas medidas populistas heredadas, como los subsidios, a medidas realistas más acordes con la economía global, lo asumió el presidente Mauricio Macri con el lema de su espacio político Cambiemos al instaurar un modelo desarrollista alineado con el mercado internacional.

“Los factores que desataron la crisis financiera en Argentina fueron la inflación y el abultado déficit”

El pueblo está agobiado por los incrementos en los servicios de electricidad, agua y gas (¡el famoso tarifazo!) al tiempo que el Presidente comenzó a reducir los subsidios, ya que estos generaban déficit. El costo de vida en Argentina está muy alto y afecta no sólo a la canasta familiar sino a todos los negocios, al comercio y al turismo en general. Este pueblo herido comenzó a protestar en las calles bonaerenses, principalmente. Los gremios se hicieron eco y apoyaron varias huelgas como la de los docentes en marzo, abogando por un sueldo más competente para afrontar los altos costos de vida.

Una economía que favorece la especulación

Este clima de inestabilidad económica está exacerbando el nivel normal de stress y ansiedad del consumidor, cuya credibilidad en el gobierno actual comienza a flaquear. Esta angustia argentina es compartida con otros países en desarrollo como Turquía (su moneda se depreció 4.1%) e Indonesia (1.4%), donde el aumento del dólar está interrumpiendo lo que hasta ahora había sido un comercio muy popular para los inversores, quienes buscan el retorno de sus inversiones con efectos multiplicadores. “Estos países han estado manejando su economía con préstamos enormes con la esperanza y las expectativas de obtener los beneficios del crecimiento económico global estimulados por la vigencia de intereses bajos, lo que motivó a los inversores a invertir en los mercados emergentes. Estos mercados emergentes agregaron el año pasado 7.7 trillones de dólares en nuevas deudas, incluyendo bonos y otros tipos de crédito”, de acuerdo con The Institute of International Finance. Estados Unidos aumentó recientemente su tasa de interés y los inversores consideran que seguir invirtiendo en estos mercados emergentes sería muy riesgoso.

Argentina no aprende del pasado

Las crisis financieras del pasado parecen haberse clonado en la actualidad. El ciclo se repite. Las lecciones del pasado, como las reincidentes crisis financieras en Latinoamérica (1980, 1990, 2001) y Asia (1990), no fueron del todo bien aprendidas. Los factores que desataron la crisis financiera en Argentina fueron la inflación y el abultado déficit, cosas que se complicaron más cuando Estados Unidos aumentó su tasa de interés (la cual seguirá en aumento debido a su estímulo fiscal) lo que causó la desvalorización del peso en un 17% en contra del prominente dólar. Todo se encarece. Las deudas del mercado emergente contraída en dólares se multiplican, ya que deberán ser pagadas con sus intereses en dólares. “Argentina tiene más deudas externas que otros mercados emergentes y las dos terceras partes de la deuda argentina está denominada en moneda extranjera” informó el FMI. Argentina importa más de lo que exporta y depende del dinero prestado para ayudarse a cubrir su pronunciado déficit. Y aunque solo “el 15% de las importaciones de Argentina provienen de Estados Unidos, el 88% del total de sus importaciones son facturadas en dólares”, de acuerdo con los datos del economista de Harvard, Gita Gopinath.
El aumento del valor dólar incide en el aumento del precio de los productos en peso. Este aumento se proyecta en los índices de inflación. Y el ciclo se repite. La dolarización resulta complicada. No obstante, es menester para los gobiernos tener en cuenta la teoría económica que dice “borrowing in dollars shouldn't be cheaper, because currency changes eventually eliminate any such advantage”.

“El 40% del comercio mundial es facturado en dólares y según datos del Banco Mundial todos los países en desarrollo juntos deben dos trillones de dólares”

La vulnerabilidad financiera argentina nos parece extrema, pero no está sola. El 40% del comercio mundial es facturado en dólares y según datos del Banco Mundial todos los países en desarrollo juntos deben dos trillones de dólares. El sector gubernamental de Argentina tiene una deuda de 98 billones de dólares y el sector privado 68 billones, lo que equivale a un tercio del Producto Bruto Interno (PBI). La ecuación es simple: a medida que el peso se desvaloriza, la deuda se agiganta por el aumento de los intereses en dólares y resulta imposible de pagar. Aquí radica la raíz profunda del porqué de la reincidencia de las crisis financieras en Argentina.
Es hora de que estos problemas estructurales de la economía argentina se resuelvan con una estrategia realista, planes de ahorro y reajustes sostenibles.
Y ojalá que en las próximas elecciones el pueblo argentino exija a sus candidatos favoritos el cumplimiento de estas premisas. ¤

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