En estos días que huelen a pólvora y muerte, los líderes políticos estadounidenses piensan el futuro con la mente puesta en depredar el presente y la profundidad intelectual de un tuit. No vamos a analizar este mes la nueva tragedia ocurrida en una escuela de Florida en la que fueron asesinados a sangre fría 17 personas, la mayoría de ellos chicos adolescentes. Ya lo hemos hecho con otras tragedias similares.
Tampoco indagaremos en la obsesión de millones de estadounidenses por las armas de guerra y la pasión por la defensa de una Segunda Enmienda que nunca leyeron y que conocen a través de las consignas hechas por los jerarcas de la National Rifle Association y sus empleados en Washington, esos políticos como el presidente Donald Trump que reciben millones de dólares anualmente para actuar como sus sicarios. Pero vemos con entusiasmo como son los mismos chicos, las víctimas directas de la violencia irracional y las constantes masacres con armas de guerra, quienes esta vez dijeron “Basta” y salieron indignados a recriminarles a los responsables del gobierno y el Congreso que se acabó la hora de cambiar dólares por sangre. Quizás sean las nuevas generaciones quienes lideren el camino de aquí en más. Y lo van a necesitar, porque las masacres con armas de fuego no es el único registro de la sostenida decadencia de nuestro país.Un nuevo reporte del British Medical Journal vino a confirmar los datos revelados por el Centers for Disease Control and Prevention en diciembre: la expectativa de vida de los estadounidenses ha bajado por segundo año consecutivo, especialmente gracias a una combinación del aumento en el consumo de drogas y alcohol y de los suicidios. La caída es pronunciada en los sectores de clase media blanca y entre la población rural.
Se trata de un leve descenso con respecto a los años anteriores. Sin embargo, según reportó Steven Woolf, profesor de la Virginia Commonwealth University y coautor del reporte, “Puede no ser mucho, pero lo alarmante de la situación no es la cantidad de la disminución, sino que ha finalizado el aumento”. Es decir, mientras en la mayoría de los países avanzados del mundo la expectativa de vida es cada vez mayor, en los Estados Unidos está disminuyendo. Mientras que en 1960 la expectativa de vida de los estadounidenses era la más alta del mundo, hoy en día estamos a 1.5 años por debajo de otras 35 naciones industrializadas, como Canadá, Japón, Australia, España, Italia, Francia, el Reino Unido y Singapur, entre muchas otras.
Woolf alerta que “el problema se concentra en áreas rurales, de población mayoritariamente blanca, que han estado luchando ya por varios años contra los bajos salarios, el desempleo, la pobreza y la pérdida de las industrias que motorizaban las economías regionales”, además de la falta de un plan universal de salud que proteja a los ciudadanos de este país como ocurre en la mayoría de las naciones desarrolladas.
De acuerdo al informe, las consecuencias de estas variables son desastrosas: “no solo significa más muertes y enfermedades, sino además costos en los sistemas de salud que no paran de subir, una fuerza laboral enferma, y una economía menos competitiva”.
El fin del sueño americano está dando señales concretas. ¿Acompañamos a los chicos para enderezar el rumbo, o miramos desde el sillón del living como los “onepercenters” terminan de saquear y degradar al que alguna vez fuera el país más fabuloso del mundo? ¤