Vivir con miedo

Vivir con miedoLa Argentina transformada en zona de riesgo
Los argentinos vivimos con miedo. Se trata de un temor cotidiano, que abruma a todos los ciudadanos. Para ser sinceros, ya no hay ningún lugar seguro donde refugiarse. Por eso, pocos logran vivir una vida plena, tranquila, y relajada como sucedía un tiempo atrás.

Toda la Argentina actualmente no es más ni menos que una zona peligrosa donde un disparo, un cuchillazo, un golpe o un atropellamiento, muchas veces mortales, esperan a las víctimas en cualquier sitio y a toda hora.
Los GPS de los automóviles advierten al conductor cuando se ingresa a una zona peligrosa de acuerdo al lugar donde se transita. Pero de actualizarse cada uno de los aparatos geolocalizadores con un software a partir de una base real de un mapa del delito confiable, buena parte del territorio nacional debería ser calificado como zona de peligro.  Y la situación empeora día a día. No hay nada que vislumbre que algo cambiará. Millones de argentinos viven con miedo por sus seres queridos, por si mismos, y por los demás.

“La prevención real no existe, siempre se trata de investigaciones tardías, cuando los hechos fueron consumados”

Dado que la cantidad de delitos aumentan exponencialmente y ya es la principal preocupación de la sociedad, los políticos intentan calmar a la población de maneras muy creativas. Nos muestran miles de policías, helicópteros, patrulleros, luminarias, cámaras de seguridad y otros artilugios tecnológicos de punta. Sin embargo, lo único que se logra es ver cómo asaltaron, le pegaron o mataron a las víctimas, casi siempre a través de cámaras de seguridad instaladas por los propios vecinos o negocios. La prevención real no existe, siempre se trata de investigaciones tardías, cuando los hechos fueron consumados.

Marginalidad y delincuencia
   Difícilmente se encuentre una familia, de cualquier nivel social y residente de cualquier lugar que no haya padecido un acto de delincuencia. En Argentina se roban más de dos millones de celulares por año.  La cantidad de robos fue informada oficialmente por el Ente Nacional de Comunicaciones (Enacom) que depende del Ministerio de Comunicaciones de la Nación y avalada por cámaras empresariales. También se asesinan a muchas personas por día a lo largo y ancho del país y nadie hace nada de verdad. Porque más allá de los proyectos, declamaciones, presentaciones y comunicados para la prensa, la tasa de crímenes aumenta sin cesar.
   Una y otra vez los políticos, a través de los medios de comunicación, informan que no existe ninguna relación entre el escandaloso aumento de la pobreza y paralelamente el crecimiento de la criminalidad. Juran y perjuran que la marginalidad extrema no crea delincuentes. Pero alguna relación seguro que hay, porque de lo contrario no se explica el aumento del miedo que el flagelo de la delincuencia produce en los ciudadanos. Sobre todo, analizando retrospectivamente el pasado reciente, porque hace pocas décadas se vivía con absoluta tranquilidad, justamente cuando la pobreza era mucho menor.

“Hace pocos años a nadie se le ocurría poner alarmas en sus casas, enrejarlas a full, contratar seguridad privada, usar botones anti pánico o instalar alambradas perimetrales electrificadas”

   Ya se ha mencionado anteriormente que la industria de la seguridad es algo relativamente reciente. Hace pocos años a nadie se le ocurría poner alarmas en sus casas, enrejarlas a full, contratar seguridad privada, usar botones anti pánico o instalar alambradas perimetrales electrificadas. Eran otras épocas donde, entre otras cosas, se guardaban los autos en los garajes particulares y no como ahora, donde los vecinos dejan los vehículos en las calles por miedo a los delincuentes que asechan agazapados en las sombras para atacar de improviso.

Nuevo vocabulario para una nueva realidad  
En relación a esto último, la palabra “entradera” no existía, ni formaba parte del vocabulario cotidiano como ahora, donde todo en el país se la conoce y sabe lo que significa, porque la gente la escucha permanentemente en los noticieros o la lee en diarios e Internet. Tampoco se conocía otro neologismo argentino que atemoriza a la población: “motochorros”.
   Lo más triste es que los funcionarios encargados de custodiar la vida y bienes de las personas, así como toda la casta política, tienen los ojos puestos en otras cosas, sobre todo, en las próximas elecciones legislativas. Para muchos de ellos, la única obsesión es trabajar para mantener sus privilegios, especialmente los fueros parlamentarios que le brindan seguridad para no ir presos, porque también son delincuentes… pero de guante blanco.
   Para colmo ya no hay nadie en quien confiar. No confiamos en los funcionarios, ni en los políticos, ni en el poder judicial y mucho menos en la policía, porque diariamente se conocen decenas de casos de policías relacionados con narcotraficantes, redes de trata de personas o bandas criminales.
  Es un panorama que suena apocalíptico, pero es absolutamente real. Millones de argentinos tienen miedo de verdad. Y eso es un hecho de la realidad que vivimos todos los días. ¤

  thegauchos

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