¿Cuál será el destino de Argentina?

La sociedad argentina se encuentra conmocionada por infinidad de problemas. Especialmente, por dos de enorme influencia en la vida cotidiana: la inseguridad y la corrupción. Casi todos los días muere una persona en ocasión de robo y lo peor es que estos hechos aberrantes suceden sin razón. Los delincuentes actualmente matan a sangre fría a hijos, padres, esposos y esposas frente a sus familiares, sea que ofrezcan resistencia o no. Debido a tantas muertes absurdas y familias destrozadas todos vivimos con miedo, porque nadie sabe lo que le va a pasar a uno mismo y a sus seres queridos. Y, además, ya no hay un solo lugar seguro donde vivir.

Por otro lado, hora tras hora, a través de las redes sociales e Internet, las noticias informan que infinidad de policías, principalmente de la Provincia de Buenos Aires y de Santa Fe, son desenmascarados como cómplices y socios de los delincuentes de todo tipo y pelaje, desde quinieleros, ladrones comunes, o asesinos, hasta poderosos zares del narcotráfico.
“Perdí la cuenta de cuántas denuncias hice contra policías por enriquecimiento ilícito. También perdí la cuenta de cuántas denuncias surgieron a partir de sentencias que se dictaron en el tribunal en el que estoy para que se investigue la supuesta relación entre narcos y policías. Pero todo sigue igual, aunque me parece que esa vinculación nunca se dio de manera tan clara e impune como en la actualidad”, declaró hace poco la jueza Laura Inés Cosidoy, integrante del Tribunal Oral Federal N° 1, de la Provincia de Santa Fe. Cabe recordar que en los últimos 20 años, la jueza Cosidoy recibió una decena de amenazas y sufrió al menos dos atentados en su casa por investigar la connivencia entre grupos de la policía santafecina y bandas de narcotraficantes.
Por su parte, la gobernadora de la Provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, hace poco dijo en una conferencia de prensa: “Hay más de 1.600 policías apartados en estos primeros meses de gestión y todos tienen que presentar su declaración jurada. Se pone a la luz lo que antes no era visible, y que hay un Estado que toma medidas”. Y agregó: “Me parece sano.
Al tratarse de casos de vida o muerte, por primera vez en la historia los argentinos empiezan a comprender que la corrupción (política, policial y judicial) y el delito están íntimamente relacionados. Hasta hace muy pocos meses, eran millones los connacionales que hacían la vista gorda a la corrupción. La aceptaban como algo normal, inherente al poder. De hecho, en estas tierras surgió aquel dicho tan nacional de que “roban, pero hacen”. Es decir, de alguna manera la sociedad argentina toleraba la corrupción en todos los estratos del poder, siempre y cuando “hicieran algo”. Y esto abarcaba desde la dirigencia nacional, provincial y municipal, hasta la justicia, la policía y las demás fuerzas de seguridad. Nadie se horrorizaba cuando las denuncias por corrupción y enriquecimiento ilícito de funcionarios y policías se amontonaban en los juzgados sin que los jueces ni fiscales movieran un solo dedo para investigarlas.

Nuevos Aires para la Justicia
Con el cambio de gobierno en diciembre del 2015, después de una década a toda corrupción, algo parece que cambió. Ahora, la mayoría de la población se percató, de la peor manera, que un país sano y con futuro, no puede funcionar adecuadamente con índices tan elevados de corrupción, porque este es el origen de todos los males. La corrupción es la responsable directa de miles de muertes: en ocasión de robo, en accidentes de tránsito por falta y mantenimiento de rutas, en una inadecuada asistencia médica, desnutrición, contaminación...
En el 2016 pareciera que a la mayoría de los argentinos se les cayó la venda de los ojos y se dieron cuenta de que corrupción, inseguridad y muerte están íntimamente relacionadas, porque a mayor corrupción es mayor la inseguridad y la cantidad de muertes.
Actualmente, el nuestro es un país devastado moral, social y económicamente. Sin dudas porque hasta hace pocos meses fue conducido con mano férrea y corrupta, por un grupo de iluminados fanatizados que dejaron un país en llamas, semidestruido, al borde del caos económico y social.

“Al tratarse de casos de vida o muerte, por primera vez en la historia los argentinos empiezan a comprender que la corrupción (política, policial y judicial) y el delito están íntimamente relacionados”

El problema que se le plantea a la Argentina de aquí en más es saber cómo seguir adelante, qué medidas tomar para lograr el bien común de todos sus habitantes, y definir el rumbo hacia el desarrollo y el progreso. Ese es el mayor desafío. Elegir bien hacia donde ir es fundamental.
En este caso, valdría recordar lo que sucedió con Alemania al finalizar la Segunda Guerra Mundial, cuando fue el laboratorio de un experimento social, económico y político único, inédito en la historia de la humanidad.
En 1945 Alemania era un país muy especial, porque desde 1933 los nazis habían exterminado a todos los opositores políticos, discapacitados, enfermos mentales así como a millones de personas inocentes, (entre ellas a 6 millones de judíos). Todos hablaban un idioma común y la sociedad era supuestamente “pura y aria” ya que las leyes de pureza racial de Núremberg, implementadas a partir de 1935, condujeron a la muerte a todos los que los nazis consideraban que no poseían “sangre alemana o afín”. Por lo tanto, al finalizar la WWII no existía en el mundo un país con mayor homogeneidad poblacional. Cuando Alemania fue dividida en dos países por los aliados, sus habitantes eran idénticos. Lo único que cambió fueron los regímenes políticos que los gobernarían... y ya se sabe cómo evolucionaron ambas zonas de este experimento político. Luego de más de cuatro décadas, Alemania del Oeste fue un país democrático, enérgico, desarrollado y próspero, mientras que Alemania del Este se convirtió en una dictadura que la condujo hacia la decadencia, atraso tecnológico y corrupción. Y como resultado de esto, a su eventual desaparición.

El gran desafío para Argentina
Los argentinos exigen que ya mismo finalicen las muertes en ocasión de robo, la violencia civil e institucional, reimplantar los valores tradicionales, la convivencia pacífica entre todos los ciudadanos... Pero ¿esto es posible? Sin dudas será muy difícil. Porque ¿cómo se revierte el rumbo después de una década donde la corrupción impregnó todos los estamentos de poder? Ese es el gran desafío que le espera a los actuales gobernantes, que deben actuar de inmediato.
Alemania del Oeste y Alemania del Este son la prueba evidente de lo que se puede hacer con la misma población de acuerdo a la política implementada.
Según el accionar de los gobernantes se puede alcanzar un éxito rotundo... o un fracaso estrepitoso.¤