Intereses sectoriales, caprichos, desmedida ambición de poder, deseos de protagonismo, agravios cruzados, oportunismo... Muchos de los peores rasgos de la política argentina han salido a la luz a raíz del proyecto de modificación de la Ley de Radiodifusión que impulsa el Gobierno argentino.
Conocido popularmente como Ley de Medios, el proyecto, por estos días en "discusión" en la Cámara Alta, ha generado los usuales cruces verbales entre las huestes del gobierno y la oposición, además de algunas sorpresivas coincidencias. Las comillas en la palabra "discusión" se deben a que lo que los legisladores de uno y otro lado han estado haciendo desde aún antes de que el proyecto sea presentado en el Congreso es buscar protagonismo a través de declaraciones filosas en los medios.
El escaso debate producido a nivel institucional, a lo sumo vino a demostrar el lamentable nivel de buena parte de los representantes del pueblo argentino, con honrosas excepciones. Nos resulta reconfortante que algunos legisladores de la oposición no hayan temido quedar pegados al Gobierno justo en el momento de mayor desprestigio del mismo, y no hayan dudado en expresar su apoyo al proyecto por considerarlo necesario y justo. Uno de esos ejemplos, entre varios otros, es el de Fernando "Pino" Solanas, de Proyecto Sur, quien rescató los puntos positivos de lo que sería la nueva Ley de Medios y propuso al mismo tiempo una serie de cambios para que la ley no termine siendo una mordaza hacia los medios opositores al gobierno de turno.
Es que una nueva Ley es necesaria; de hecho, gran parte del espectro político del país venía cuestionando las normas que hasta ahora rigen el campo de la comunicación pública y privada. Hoy en día unos pocos grupos multimedios controlan la información y el entretenimiento de todo el país, y la tendencia es profundizar la concentración. Pero claro, ahora nadie quiere apoyar un proyecto que sale de las entrañas de un Gobierno que desde hace años viene dando muestras de autoritarismo, soberbia e insaciable acumulación de poder. Quizás en este aspecto, fue el jefe del bloque de senadores radicales, Ernesto Sanz, quien más claramente expresó la ambivalencia con la que muchos nos enfrentamos al debate: "El matrimonio Kirchner tiene dos grandes objetivos en esta ley: el primero es desguazar los grandes medios o los grupos concentrados y, el segundo, quedarse para sí con una autoridad de aplicación absolutamente discrecional y arbitraria, un nuevo galón de concentración de poder esta vez no para quedarse con el juego, con el petróleo, sino con la libertad de expresión y el dominio de los medios".
El primer objetivo, como ya lo marcamos, es válido y necesario; el segundo nos obliga a revisar algunos puntos para evitar que los medios, "liberados de la tiranía de los grandes conglomerados informativos" pasen a manos de la tiranía de otro selecto grupo, el de los saqueadores con cargos públicos.©