Cartas y Cartas • Abril 2006

¿Patoteando al vecino?
En referencia a la nota Uruguay, un país natural (El Suplemento #72)
Si nuestra Argentina tuviera políticas de estado; si nuestra Argentina respetara los acuerdos y protocolos firmados; si nuestra Argentina viviera un pleno estado de derecho; si nuestra Argentina fuera en serio "un país en serio" no sólo como eslogan electoral; si, si... pero no.
Patoteamos a un vecino país hermano, hacemos papelones internacionales y hablamos de papeleras cuando se trata de plantas de celulosa. ¡Ni en el idioma somos correctos!
Las "papeleras" -que no son tales- son plantas de celulosa, tienen demasiadas aristas y el tema es complejo. Lo mejor es ir a los hechos: El Banco Mundial otorga un crédito de u$s 1.800 millones a dos empresas europeas, la española ENCE y la finlandesa BOTNIA, para establecer sendas plantas de celulosa en las cercanías de Fray Bentos, en el vecino país, frente a Gualeguaychú, provincia de Entre Ríos, Río Uruguay de por medio. Río que compartimos. Inversión importantísima, que no compartimos y promete muchos puestos de trabajo... para la República Oriental del Uruguay.
De un lado, Gualeguaychú y su gente, los intendentes ribereños, las ONG ambientales, la provincia de Entre Ríos y el gobernador Busti, casi todos los medios y hasta el gobierno Federal, gritan: "¡contaminación!". Exigen parar la construcción de las plantas. Para presionar, cortan los puentes internacionales que unen a los dos países. Hecho que configura un delito que no sólo afecta a los uruguayos sino que también lo hace con los argentinos que pretenden viajar al Uruguay. Sostienen que el estudio sobre impacto ambiental que se hizo a pedido del Banco Mundial, es "trucho" (¿?). Es sabido que el Banco Mundial, subjetivismos de lado, es sumamente cuidadoso en el tema ambiental. Todas las plantas de celulosa, contaminan. Toda acción humana tiende a la contaminación. Al parecer, para el planeta, la especie humana es, en sí misma, un impacto ambiental. El hombre es el único animal capaz de modificar la naturaleza para ponerla a su servicio. Al hacerlo, contamina. Pero también tiene la inteligencia suficiente, y ahora los conocimientos necesarios, como para minimizar el impacto negativo.
Las modernas plantas de celulosa, las llamadas de "generación verde", contaminan en cantidades absolutamente inocuas. A esa generación pertenecen las plantas que se construyen en el Uruguay. Si las plantas de celulosa contaminan, aunque sea poco (y luego esa poca contaminación se remedie) ¿para qué necesitamos celulosa? Porque consumimos papel para comunicarnos, a través de medios gráficos y computadoras; porque usamos papel para todo aquello que tenga que ver con el "packaging" y, en este último caso, sólo se lo podría reemplazar por plástico y sería inconmensurablemente más dañino e imposible de remediar.
Un hecho positivo, coherente, razonable e internacionalmente aceptable, sería que nuestro gobierno nombrara a un grupo pequeño, prestigioso y muy conocedor del tema, -tres o cuatro personas reconocidas mundialmente-, que establecieran los parámetros ambientales que estemos dispuestos a tolerar. Que luego estudiaran el nivel de contaminación que produjeran las plantas y sentaran jurisprudencia al respecto.
Si se comprobara que todo está en orden y fuera aceptable para Argentina, bien.
En ese caso, honorablemente, pidamos disculpas. Si no lo fuera, apelemos a los organismos internacionales. Como lo haría cualquier país civilizado, sin cortes de puentes ni puebladas. Y las reglas establecidas, iguales para todos. Para las plantas extranjeras que pudieran afectarnos, o no, y para las que ya existen en territorio argentino, que seguramente, nos afectan. Para todas.
Hay países que permiten que determinadas industrias contaminen más de lo tolerable; el nuestro es uno de ellos.
Desgraciadamente, la contaminación se globaliza y no se circunscribe al lugar que la genera. La contaminación tiene nacionalidad, lo que no tiene son fronteras.
El gobierno tiene la palabra.
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Sobre las culpas del Estado y los particulares
En el #72 se criticó duramente al Estado por su ineficiencia en el tema de la aftosa; en el #59 sólo se hace mención a que se controló el problema de la aftosa, sin referirse a la eficiencia del Estado al respecto. En febrero del 2005 estábamos todos conmovidos por los hechos de Cromañón (más palos para el Estado), que por estos días determinó la destitución del jefe de Gobierno porteño. Todos somos responsables, pero los particulares, más que nadie. Si no contrabandearan ganado, si no ocultaran cabezas para evadir impuestos, si controlaran su hacienda para ver si hay síntomas de enfermedades, y observar que las vacunas y vacunaciones sean apropiadas, por más ineficiencia estatal, difícilmente se propagaría el mal.
Si los padres de los adolescentes vieran a dónde van sus hijos, si los adultos no metieran a sus hijos en lugares en donde se consume alcohol, drogas y tabaco, si el público ve que está hacinado, los baños convertidos en guarderías, si los responsables de las bengalas preanunciadas en lugar cerrado (y fueron advertidos del peligro) hubieran parado, si los que alertaron del peligro hubieran suspendido el evento, si los empresarios no hubieran vendido el doble de entradas permitidas y ni encadenaran las salidas de emergencia para que no se cuele nadie, por más inspector corrupto que pidió o recibió dinero, o funcionario incompetente que no advirtió una habilitación vencida, el daño hubiera sido menor, o no hubiese existido.
Si hubiera políticos honestos y capaces que administracen correctamente el erario público, empresarios con visión que inviertan y acepten el riesgo empresarial, un estado equilibrado en sus poderes, respetuoso, fuerte, justo, regulador y fiscalizador y una ciudadanía responsable, la aftosa, los cromañones, los diputruchos, las privatizaciones con garantía de ganancias, quizás no serían cosa del pasado. Pero al menos a los corruptos de siempre las cosas se les harían más difíciles.
Edgar C.
Yorba Linda
N. de la R.: No nos queda claro si coincide o no con nosotros. Esto es como la historia del huevo y la gallina: si la sociedad es corrupta y corrompe al estado o si es al revés.

Un proceso maquiavélico
“En referencia al artículo sobre la reforma del Consejo de la Magistratura”, El Suplemento #71
En las elecciones legislativas de 2005, el Presidente inició la campaña antes de los plazos fijados por la ley; cuando los periodistas se lo hicieron notar, respondió con una frase y gesto de descrédito a la ley.
La incorporación a su nuevo partido de punteros políticos que eran opositores se negoció con el otorgamiento de prebendas personales o políticas. Se difundió como escándalo público el reparto de electrodomésticos y dinero para comprar votos.
La transacción con diputados para que aprobaran la reforma del Consejo de la Magistratura, que convierte al Poder Judicial en dependiente del Poder Ejecutivo, es un escándalo público que conmueve al estado de derecho. La última información: que el Presidente va a viajar por todo el país para repartir 20 mil millones de pesos en obras públicas es la iniciación de la campaña para su reelección en el año 2007.
Vivimos un proceso maquiavélico de corrupción política, que destruye instituciones, el sentido republicano, estimula la impunidad de la delincuencia política, dilapida la riqueza del país y mantiene al pueblo empobrecido. La ciudadanía, en Juicio por Jurados, debe juzgar a los delincuentes y encarcelarlos.
Dr. Marcelo J. Castro Corbat
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Algo bueno para publicar
Estimado director, le envío este e-mail que he recibido de uno de mis clientes (soy agente de viajes) y quisiera que Uds. lo publiquen, pues todo no es tan malo en la Argentina como Uds. lo muestran en sus artículos.
From: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
Dear Oscar,
I have not forgotten you but I have had to get back to the real world and all my regular obligations.
I do not want to make you feel bad but I do not know how you can bear living away from Buenos Aires. It is the most wonderful city that either my husband or I have ever visited and it is not like anyplace else.
You were so right when you tried to explain to me about the people and the sense of community that one sees everywhere, there is a group experience that simply does not exist in the States.
We left The Alvear as it was not worth the money and found a marvelous new hotel that was just a block away on calle Posadas with equally good service and at half the price. It is called (for your records) the Melia Recoleta Plaza and well worth your attention. We went everywhere by ourselves, to all the new cutting edge area and walked everywhere and never felt anymore danger than in New York.
We were amazed at the beauty of the city and the endless trees and parks. Of Course, the area that we were in was so chic, it was irresistible. But what most impressed us were the people that we met and their warmth and the way they interacted with one another.
Oh, yes, and we went to a milonga, but we could only watch in envy as everyone else (and many of them in their 80's) danced away the night.
Best regards,
Robin
Oscar Sylican
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