La(s) Entrevista(s) del Mes

En este número especial sobre Fileteado Porteño, La(s) Entrevista(s) del Mes se la dedicamos a tres artistas que hemos seleccionado por ser de distinta extracción y enfocar su trabajo en diferentes áreas. Esto nos ha permitido recoger distintas visiones e indagar con ellos en el espectro más amplio posible en el pasado y presente del fileteado.

A los tres les pedimos que seleccionen para nosotros la “frase filetera” con la que más se identifican.

Ricardo Gómez y alumnoRicardo Gómez
El gran “Troesma”
Gloria viviente del fileteado porteño, Ricardo Gómez es uno de los últimos grandes maestros fileteadores de carros y camiones. Desde su humilde taller en Mataderos, Don Ricardo sigue dándole al pincel y formando a los jóvenes estudiantes en el estilo más puro de lo que él llama “Tango, Mate y Filete”.
¿Cuándo y en qué circunstancias aprendió a filetear?
Aprendí a filetear de casualidad. Hace 54 años, acá al lado de mi casa, se instaló un taller que reparaba carros, y vino un fileteador. Ese fileteador le pidió al dueño que le consiga  a alguien que le de una mano, y entonces me vinieron a ver. Yo les dije que pintaba y dibujaba, pero nunca había fileteado. “Vos vení y vamos a ver”, me dijo el tipo. Voy y el tipo me da una rueda de carro, me da una banda -que yo ni sabía lo que era- y me explicó qué hacer. Ahí nomás me picó el virus del filete.
¿Y lo llevó a trabajar con él?
Si, fuimos a un corralón. Yo a los corralones ya los conocía, porque yo nací en uno, en la calle México 3670, entre Boedo y Colombres. En ese corralón había 30 carros y 30 caballos, y hasta tenía un guanero, el lugar donde tiraban la bosta.
¿Cómo se trabajaba con el carro?
En esa época se podía estacionar el carro en la calle, ponía la Spika –vos no la conociste, pero era una radio a transistores que se usaba en esa época- y ahí me ponía a filetear. Una vez que se prohibió la tracción a sangre en la ciudad, nos fuimos a las fábricas de carrocerías, y luego a las de colectivos.
Me imagino que debe haber sido un cambio importante de un medio a otro, no sólo por el sustrato sino porque debe haber cambiado también la forma de trabajar, ya que el colectivo estaba la mayor parte del tiempo en la calle y uno no contaba con mucho tiempo como para agarrarlo en el taller...
Claro, eso es lo que no entienden los fileteadores modernos. Uno no puede hacer un filete de carro en un colectivo, hay que transformarlo. Porque además el carro tiene una calidez que ni el colectivo ni el camión tienen.
¿Qué motivos se pintaban en uno y otro medio?
En los camiones se pintaba mucho motivos como la doma, la Virgen de Luján... mientras que en los carros de media changa se hacía mucho a Gardel.
¿Qué líneas de colectivos ha fileteado?
Todas, no hubo una que no haya tocado. En ese sentido fui muy laburador.
¿Quienes han sido sus grandes maestros?
Yo tuve la suerte de trabajar con Mario del Piero y Daniel Rabuffetti, dos fileteadores viejos, y de ellos fui sacando todo lo que pude. Después toda la vida copié cosas de Carboni, quien en un momento empezó a derivarme carros a mí. Siempre busqué arrimarme al que mejor pintaba y gracias a Dios me fue muy bien, porque el filete, si bien no te hace millonario, te deja muchos amigos.
¿Cuál es la relación del filete con el tango?
El tango y el filete nacieron juntos. Tango, mate y filete. La pintura de carros empezó en la zona del Bajo, en donde el tango estaba siempre presente. El tango es como el filete, una pasión.
¿En que se inspira para crear los dibujos que forman parte del fileteado?
Mirá, cuando viene el carro, me paro enfrente y ya lo estoy viendo. Qué puede entrar acá, qué puede entrar más allá, acá va la bandera, allá el dragón, y así después empiezo a bocetar. Pero te sale de adentro, es pura inspiración, aunque siempre usando los elementos clásicos del filete, la flor, la hoja de acanto, la Virgen de Luján, San Cayetano, etc.
¿Le llama la atención este resurgimiento en el interés que despierta el filete porteño como arte y oficio, sobre todo entre los más jóvenes?
Me agrada mucho, y yo estoy siempre listo para ayudar con gusto a los muchachos en lo que precisen. Acá tengo cajas y cajas de espúlveros genuinos para compartir. Pero a mí lo que me gusta es que hagan filete porteño, que no lo desvirtúen. Aunque yo entiendo que los tiempos cambian y los muchachos no quieren seguir con la rutina de hacer siempre lo mismo.
Pero uno tiene que haber mamado del carro para saber lo que es el filete; hay muchos jóvenes que son muy buenos pintores pero no han tenido la suerte de conocer el carro. Y muchos incluso han desvirtuado lo que es el fileteado porteño.
¿De qué manera?
Lo estilizan mucho, lo alargan... y el filete es, como el tango, buscar el ocho (hace un movimiento corto y circular con la mano). No podés quebrarlo. Hay muchos que mezclan cosas que el fileteado no tiene; si te fijás, en los balcones de Buenos Aires vos vas a encontrar el fileteado. En las columnas del teatro Cervantes lo vas a encontrar. Vos que vivís en San Telmo, caminá mirando hacia arriba y vas a ver los filetes que vas a encontrar en algunos edificios de la avenida Belgrano, o por San Juan.
Me parece que innovar –siempre respetando ciertas exigencias del género- puede ser un paso para que el filete no muera.
Si, claro, por eso me gusta dar charlas en los colegios para qué los pibes sepan que es el filete y cómo se hace. Antes se decía: “se mueren estos tres viejos (uno de estos viejos era yo) y se acabó el filete”. A raíz de esto mi esposa me instó a que enseñara. Y en un principio se decía que yo era feminista porque le enseñaba a las mujeres. Ahora resulta que hay un montón de mujeres estudiando. 
Me resulta curioso que usted no aparezca en el libro “Los Maestros Fileteadores de Buenos Aires”, a pesar de que en esa época ya se había hecho un nombre y era reconocido.
Es que en ese momento estaba peleado con (Nicolás) Rubió, por una equivocación mía. Ahora somos amigos. Rubió y su señora son historiadores muy tenaces y conocen más que nadie la historia del fileteado.
Me ha dicho Ud. que ha vivido acá mismo por más de 50 años. ¿Qué lo mantiene ligado al barrio?
Los vecinos. Acá todavía está el vecino que corre si precisás algo. Con estas escaleras que ves ahí se pintaron casi todas las casas del barrio. Esas cosas todavía se mantienen. Todavía la gente saca las sillas a la vereda para tomar mate a la tarde. Y estas mujeres que vos ves pasar por acá, yo las vi en la panza de la madre; hoy traen a sus hijos. Esto es el barrio.

FRASE:
“A Dios bendigo la suerte de ser argentino hasta la muerte”
(Porque soy nacionalista hasta la muerte)

La(s) Entrevista(s) del Mes Alfredo Genovese
Porque la ciudad necesitaba fileteado
Alfredo Genovese, renovador del género en cuanto a su utilización en ámbitos hasta aquí inexplorados por este tipo de artistas, es, como dijimos, uno de los impulsores de este renacer del fileteado porteño en Buenos Aires. También es fundamental su aporte como autor de los libros Tratado de Fileteado Porteño (2003) y Fileteado Porteño (2005). Además de enseñar el arte y oficio del filete en su estudio de La Paternal, Genovese es docente en el Centro Cultural Ricardo Rojas, de Buenos Aires.
¿Cómo se ha dado tu contacto inicial con el fileteado?
Yo comencé a filetear mientras estudiaba en la Escuela Nacional de Bellas Artes, en donde no había un programa de estudio del fileteado porteño, así que tuve que salir a buscar un maestro que me enseñara. Comencé a estudiar con León Untroib, en forma paralela a la escuela de arte. Luego, años después, estudié con Ricardo Gómez.
Tu gran maestro...
Si, y sigue siendo mi gran maestro. Ricardo Gómez es el exponente más acabado del fileteado sobre vehículos.
¿Cómo se produce ese paso del filete del carro del lechero a la galería de arte?
Es interesante porque el fileteado siempre se mantuvo como un arte popular ligado a la decoración de los vehículos. El tema es que, durante la década del 70 cuando sale la prohibición de filetear los colectivos, hubo una gran decadencia del fileteado, perdió vigencia en la calle. Paradójicamente, esto produjo que el fileteado se trasladara a lugares más artísticos. Se comenzó a filetear tablas, carteles, y ahí ya el valor del fileteado no radicaba en el soporte, sino en la pintura en sí.
Vos abriste una veta incorporando el arte del fileteado a la publicidad y espacios en los que el filete nunca había penetrado, como marcas de ropa, de electrónica como aquel famoso mega-cartel de Aiwa (“Porque la ciudad necesitaba música”) que se exhibió frente al obelisco, e incluso la pintura corporal...
Yo tuve suerte de tener una formación un poco más teórica, más allá de pintar. Cuando me di cuenta de que no había nada hecho en esto con el fileteado me puse a investigar el tema, me fascinó todo lo que fui encontrando, y me fascinó después dedicarme a la docencia, que era algo que antes mucho no se hacía. Lo de la publicidad no se había planteado y me tocó a mí hacerlo.
¿De qué manera se ha aggiornado el arte del fileteado como para resurgir en una época tan distinta a la del carro y el tango orillero?
Digamos que ahora el fileteado –al igual que el tango- se encuentra en un período de auge. Ambos son productos culturales netamente argentinos, ya son reconocidos como productos nacidos acá.
¿Por qué se populariza ahora y no antes?
Creo que hay una cuestión de moda y un poco de una contracorriente contra todo lo que es globalizado. Llama la atención porque no es parecido a nada, y esa identidad que tiene es muy fuerte y muy atractiva.
Me resulta curioso que el filete, como arte manual, es lo opuesto a lo que es el arte computarizado, serial, que había llegado como lo nuevo, la modernidad, el futuro...
Es interesante, porque yo empecé como letrista, y me encontré con que tenía dos caminos: comprarme un “plotter” para producir más letras o dar un paso atrás y dedicarme al filete, que en ese entonces estaba un poco en pañales. Así que decidí lanzarme al fileteado y realmente me fue muy bien. No aposté a lo seguro y se me abrieron un montón de puertas, porque todavía era un terreno bastante virgen.
Justo en el momento en el que el libro “Los Maestros Fileteadores de Buenos Aires” estaba agotado y fuera de impresión, y no se conseguía por ningún lado material gráfico impreso sobre el fileteado, aparece tu libro “Tratado de Fileteado porteño”
Si, pensá que en más de 100 años de existencia del fileteado hay publicados seis o siete libros sobre el tema, y dos son míos. Fijate que escasez de material escrito que hay sobre el tema; han aparecido notas en revistas, pero muy poco material conceptual y académico que hable del fileteado. Y este primer libro nació como un gran apunte de mis clases; tenía mucho material y me propuse ordenarlo para que sirviera a fines didácticos. Después me encontré con el estudio del antropólogo Norberto Cirio y le pedí que re-escribiera ese estudio para mi libro. A eso le agregué todo lo que es la parte de estudio iconográfico y de técnica, y con todo eso edité el libro en el 2002, se vendió en un año y ahora estoy en planes de reeditarlo.
Ahora acabás de sacar un segundo libro, similar al anterior pero más pequeño.
Claro, es una edición bilingüe, más chiquito y por lo tanto más fácil de transportar. Se trata de un libro menos técnico y con más imágenes.
Hablemos de la iconografía del fileteado, desde las hojas de acanto a las cintas y animales mitológicos.
Todo el repertorio de formas que utilizaban los fileteadores lo copiaban del frente de las casas, de los papeles decorativos y de algunos libros que llegaban en esa época para los pintores. El estilo responde mucho a lo que es el neo-clásico, se trabaja mucho con la forma de espiral. Es interesante porque los fileteadores, al copiar estas formas de los bienes de los ricos, hacían una especie de reciclaje de estos adornos de las clases altas a las más populares.          
¿Qué espacio debería ocupar el filete de aquí en más?
Yo creo que tendría que estar un poquito más presente en los museos, como referencia artística válida. Todavía sigue siendo un arte marginal, no está todavía encauzado. Creo que tendría que tener un poco más de presencia artística y académica, cosa que creo que con el tiempo se va a lograr.

FRASE:
“Soy dueño de lo que callo y esclavo de lo que digo”
(Es una frase bastante metafísica, existencialista, como para bancarse lo que pase haciéndose cargo de lo que uno hace)

La(s) Entrevista(s) del Mes Freddy Fernández
Un militante del Pincel
Freddy Fernández es uno de los fileteadores más jóvenes y por lejos el más activo a nivel social, habiendo llevado este arte a las fábricas recuperadas, gremios alternativos, escuelas, y centros culturales. Autor además de varios murales y fundador del grupo Los fileteadores del conurbano, Freddy es uno de los que trabajan duro por “recuperar el oficio”. Enseña fileteado –por supuesto, a precios populares- en su taller de San Telmo.
¿Cómo te iniciaste en el arte y oficio del filete?
Yo siempre fui letrista de barrio, trabajé con pinturas sintéticas que era casualmente la que se usaba para decorar los carros de principio de siglo y los colectivos. Paralelamente a eso era dibujante, así que estaba entrenado en los retratos, dibujo de cintas, moños, etc, y las letras también tienen su particularidad en cuanto al dibujo. Cuando la gráfica autoadhesiva vino a provocar toda una crisis eliminando a la mano del letrista como oficio, al no poder modernizarme empecé a ir hacia atrás, a interiorizarme en la historia del filete y a descubrir como eran los orígenes. Así empecé a crear un estilo personal en cuanto a las hojas, las flores, los moños... Luego, siempre atendiendo a la demanda del cliente, fui incorporando el estilo del filete. 
A pesar de que al filete se lo presenta como un arte u oficio típico de la ciudad de Buenos Aires -de hecho el título oficial es Fileteado Porteño- vos creaste el grupo “Los Fileteadores del Conurbano”...
Claro, porque cuando uno lo llama fileteado porteño lo encasilla como algo propio de la ciudad, y el fileteado nació con las carrocerías, y las carrocerías no se hacían sólo en Capital, se hacían también en la provincia, en lugares como San Fernando, en Carupá, en Quilmes, aunque quizás no hayan quedado demasiados registros de todo eso. Incluso se hizo también en el interior, porque cuando aquí se prohibió la tracción a sangre, el filete trascendió en el interior y por eso nace el filete gauchesco. En septiembre se hace una peregrinación de gauchos a Luján y todos los carros van fileteados.
Vos has llevado el filete a la imprenta Chilavert y otras fábricas recuperadas, a bibliotecas populares o a murales comunitarios...
Si, comencé a trabajar en Maderera Córdoba, una de las fábricas que pertenecen al Movimiento de Empresas Recuperadas, luego trabajé en Chilavert, y también tuve la oportunidad de pasar por Zanón, que hoy es un ejemplo a seguir, ya que en cuatro años se triplicó el personal y sin ningún tipo de crédito llegaron a exportar. También trabajé en comedores populares, centros culturales, huertas comunitarias y el Movimiento 26 de julio de La Matanza, en donde hice decoraciones en sus centros comunitarios.
Desde hace unos años se viene dando un notable resurgimiento del filete, y los nuevos fileteadores son jóvenes que a veces no tienen ni 20 años. Lo curioso del caso es que la iconografía del filete gira alrededor de viejos próceres y artistas de otras épocas, y en particular del tango.
Lo que pasa es que ese es el origen, pero ahora me parece que en la actualidad está más relacionado con la murga que con el tango. Hay muchas cualidades que lo relacionan con la murga, como la censura, por ejemplo. Por ahí el tango se aburguesó un poco más, pero tanto el filete como la murga siguieron al margen, sin academias. Y el filete también tiene eso de mantener la cosa barrial y popular. También está la parte literaria; el filete utiliza frases que no tienen autor, lo mismo que la murga: no existe un poeta de la murga, sino que una canción se crea entre todos, pasando de boca en boca. También comparten la alegría de los colores; no es casualidad que todas las murgas tengan algo fileteado, instrumentos o estandartes. Lo mismo pasa con el rock actual. A mí me cuesta inspirarme en el arrabal, porque yo no lo viví.
¿A que atribuís esta notable resurrección del fileteado?
Antes que nada a la valorización de la mano nacional. Creo que esto es como las figuritas, o el barrilete, que tienen distintas temporadas, pero siempre vuelve. Tampoco se sabe si es para siempre. Quizás en unos años vuelva la tecnología, el plotter, pero siempre va a haber una demanda. También tiene que ver con el cambio del país, porque el filete está muy asociado a circunstancias políticas e históricas. Incluso a la economía: cuando la gente viene acá se sorprende porque un cartel hecho a mano sale más barato que uno impreso, y encima tiene una vida útil más larga.
Muchos se sorprenden de que el artista fileteador utilice el esmalte sintético para realizar sus obras, en lugar de pinturas más relacionadas al arte, como los óleos o el acrílico. Explicá las virtudes del esmalte sintético.
Cuando el fileteador pintaba un carro o un colectivo, tenía que pensar que el vehículo iba a estar afuera, a la intemperie, y por eso necesitaba resistir los cambios climáticos, los efectos del sol, la lluvia... y sobre todo el paso del tiempo. Y no hay material que dure más que el esmalte sintético. Esto también tiene que ver con el oficio; a veces me llaman para pintar un cartel y no me dicen si es sobre vidrio, metal, o madera. El sintético queda bien en todas esas superficies. Además es barato en comparación al óleo, por ejemplo.
¿Qué camino tendría que abrir el nuevo fileteador para evolucionar con el género?
Habría que buscar nuevos soportes. Creo que el desafío de los nuevos fileteadores es crear nuevos ambientes para que el filete trascienda, así como Jorge Muscia o Martiniano Arce trascendieron en los salones y galerías de arte, también habría que buscar soportes nuevos, como podrían ser los puestos de diarios, que tienen esa personalidad ciudadana y uso cotidiano. Me parece un lindo espacio en donde plasmar toda la mitología del filete.

FRASE:
“La pobreza del mundo me preocupa, pero la mía me desespera”
(Es la idea con la que me acuesto y levanto cada día) Ø

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