Diciembre vino bastante cargado con el tema de los famosos sobornos en el Senado. Hubo de todo y para todos los gustos. Apareció un tal Pontaquarto, ex-empleado del Senado, echado un par de meses atrás por haberse quedado con unos “dinerillos” extras de esas arcas, y el tema fue una caldera.
Este señor dio nombres y apellidos de todos los involucrados, tanto de los que cobraron como de los que pagaron. A partir de ahí, se escucharon las voces de todos: el héroe pasó a ser el villano y los villanos a héroes en cuestión de segundos. Las operaciones de prensa y los descargos están a la orden del día. Todo es aprovechado para tratar de sumar para su propio lado y enlodar el terreno rival.
Se escucharon voces de todos los partidos, pero quizás lo más gracioso fue escuchar a De la Rúa decir que el comienzo de la caída de su gobierno fue el programa de Tinelli. Y si esto fuera cierto, la culpa sería del propio De la Rúa, ya que un presidente no tiene nada que hacer en un programa como el de Tinelli cuando tiene un millón de cosas más importantes que hacer. A Tinelli se lo puede acusar de muchas cosas, como haber sido uno de los máximos referentes de la vulgarización de nuestra televisión, pero de ahí a hacerlo culpable de la caída de un gobierno hay mucha distancia y es demasiado crédito para su persona.
Internacionalmente un desconocido y somnoliento Hussein fue hallado en un pozo en su pueblo natal. Esperamos que no haya sido un Hussein de plástico como el pavo de Acción de Gracias. Por otro lado, nuestro paladín de la justicia planea perseguir a Arafat, mientras por cuestión de negocios, se hace amigo del asesino Khadafi, líder de Libia.
Por estos lares, Arnold nos hace recordar a algunos economistas argentinos: para balancear el presupuesto lo primero que pensó fue en hacer recortes en Salud y Educación. ¿A quién tendrá de asesor? Ø