Luego de veinte años de democracia y viendo lo que han sido todos los políticos que nos gobernaron y los militares anteriores a ellos, podemos decir que no hay diferencias sustanciales entre unos y otros, salvo la censurable e imperdonable matanza y desaparición de personas, ocurrida a manos de los segundos. Si analizamos la política, la economía y lo social, nos daremos cuenta de que los únicos beneficiarios son las corruptas corporaciones políticas, porque la gente común no creo que vea la diferencia.
Por supuesto que hay cosas como el derecho de votar y la libertad que son irreemplazables, y estos están fuera de discusión. Pero si analizamos varios puntos que se sucedieron en estos últimos veinte años, quizás coincidamos.
Cuántos hechos raros hubo en nuestro país en los últimos veinte años que se emparentan a las épocas del proceso. Pongamos como ejemplo el caso del senador opositor a E. Angeloz, Regino Maders, que fue asesinado y nunca fue esclarecido; provincias como Santiago del Estero, Catamarca, La Rioja, San Luis y tantas otras que son feudos de caudillos que nada tienen que ver con la democracia. En Catamarca, feudo de los Saadi, tuvo que ocurrir un tremendo asesinato tapado por el poder para que cayera el gobierno. Pero otros lugares quizás no han tenido la “suerte” de esta provincia, o porque lo supieron tapar mejor o porque acallaron a las voces opositoras. Recordemos el “secuestro” de Rodríguez Saa en San Luis, que nunca se supo bien qué pasó, y lo que está pasando hoy en Santiago del Estero con la muerte de dos chicas, y que todo apunta al gobierno patriarcal de Juárez, quien hace 20 años que está en el poder.
Pasemos revista también a los gobiernos nacionales. Empecemos con Alfonsín y su gobierno, que llenó de ñoquis la administración pública, generando más burocracia de la que ya había; la corrupción del PAN, de la mano de su hermano Fernando y el comienzo del reinado del radical Shuberoff en la Universidad de Buenos Aires de la que salió multimillonario. Los pollos de Mazorín y, por nombrar algunos más, la corrupción con los depósitos fiscales en Ushuaia, el Plan Austral, el Plan Primavera, los trece paros de la CGT (que después casi ni se sintieron durante el gobierno de Menem) y los saqueos a los supermercados.
El reinado de Menem empieza con un golpe cívico/económico, que hace renunciar anticipadamente al inoperante Alfonsín. La pregunta es ¿por donde empezamos? Si es por orden cronológico, podemos decir que el primer caso fue el negociado de los guardapolvos escolares, después el de la leche (¿se acuerdan de Vicco?), el swiftgate, las valijas de Amira Yoma, las privatizaciones (la mayoría de ellas totalmente ensuciadas por la corrupción con la que se manejaron), la venta de armas a Croacia y Ecuador, la corrupción en las aduanas, el “suicidio” del Brigadier Etchegoyen, Yabrán, la explosión en el polvorín de Río Tercero, el caso IBM-Banco Nación y mucho más.
Nada cambió con el gobierno de De la Rúa: peleas por posiciones de poder en la Alianza (más parecida a una junta de gatos) ni bien empezó el gobierno, pago de coimas por leyes, renuncia de Chacho Alvarez, el largo sueño del presidente, el canje, el megacanje y el recontra canje; los paros de Moyano (reaparecieron los sindicalistas), el corralito, los cacerolazo. Los demócratas de siempre le tuercen el brazo a De la Rúa; muertes y más Ford Falcons verdes en Plaza de Mayo. Nuevamente saqueos a los comercios (¡qué casualidad! igual que a Alfonsín) Rodríguez Saa anuncia el default con bombos y platillos que dura una semana; una “apretada” del PJ bonaerense lo hace renunciar y luego llega Duhalde: devaluación con Remes Lenicov y De Mendiguren en el rol de padres. Este último, uno de los grandes favorecidos con esta última medida (como otros tantos empresarios) ya que habiendo vendido sus empresas en la época del 1 a 1, tenía sus dólares fuera del país, lo que automáticamente duplicaba y hasta triplicaba sus posibilidades para invertir en el país. La devaluación, como se hizo, provocó pánico en el país. Los empresarios pararon su escasas inversiones, la pobreza se triplicó en pocos días, no se aumentaron los sueldos y los precios se dispararon.
De no haber sido porque la economía seguía a la deriva y un nuevo enfrentamiento con policías y piqueteros dejó varios muertos, hubiéramos tenido Duhalde para rato. Recordemos que nadie lo había votado. Pero como su forma de hacer política es muy especial armó un engendro de ley de lemas que la constitución no permitía. Pero ¿desde cuándo a los políticos argentinos les importa la constitución nacional? Con esto se aseguraba no hacer internas, en las que seguramente ganaba Menem, y poner algún político que dependiera de él para presidente.
Y así llegamos al día de hoy, con Kirchner, que todavía no podemos analizar demasiado pero que ya tuvo algunos despistes que les nombramos en números anteriores.
Con todo esto llego a la conclusión de que en la Argentina ha quedado demostrado que no importan los nombres, hombres o si son peronistas, radicales, aliancistas, socialistas o militares. El problema es que ninguno de todos estos tiene moral, ni les importa un poquito el país; lo único que les importa es el poder y el dinero, y mientras sea así, ninguno va a hacer nada para cambiarlo.
Mientras tanto, al cumplirse 20 años de democracia, los que están hoy en el poder festejan y le echan la culpa de lo mal que estamos al anterior gobierno, y el anterior, al anterior y así sucesivamente, hasta llegar a la Primera Junta de Gobierno.
Por otro lado, la gente ve que los únicos que pueden festejar son ellos y los poderes de turno que vieron crecer sus fortunas personales. En cuanto al pueblo, lo único que vio en estos veinte años es un aumento en la desigualdad, en la injusticia social y que le rompieron la ilusión, y ve que la Argentina se ha constituido en uno de los países más corruptos del mundo.
Es obvio que los políticos tienen una deuda pendiente y entre otras es demostrar lo que todos sabemos: que la democracia es la mejor de las formas políticas de gobierno y que los militares fueron lo peor que nos pudo pasar, pero esto aún, en los hechos, no está demostrado. Ø