Unas pocas horas después de la estrepitosa derrota en las elecciones primarias, el gobierno argentino, a través de su ministra de Salud, Carla Vizzotti, salió a anunciar el levantamiento de toda una serie de restricciones sanitarias contra la pandemia.
Ya no es necesario usar tapabocas al aire libre y con distanciamiento social, se habilitan reuniones sin tope máximo de personas, se reabren parcialmente las fronteras y el turismo grupal, se permite el 100% de aforo en cines y teatros, y, lo más trascendente para cualquier ser humano sin lo cual la existencia carecería de sentido, el regreso del público a los estadios de fútbol. Es decir, los votos de las PASO acabaron repentinamente con el peligro del virus.
La derrota precipitó además numerosos cambios en el gabinete del presidente Alberto Fernández, desprendiéndose de algunos nombres bastantes nefastos, para ser reemplazados por otros que en algunos casos son todavía de más dudosa reputación. Un capítulo aparte merece el reemplazo del canciller Felipe Solá, quien se encontraba de viaje hacia la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) en México, y se enteró de su despido por un llamado telefónico del hasta entonces jefe de Gabinete Santiago Cafiero… la misma persona que había sido nombrado para reemplazarlo. Y ya que hablamos de jefe de Gabinete, para el puesto fue nombrado Juan Luis Manzur, hasta ese entonces gobernador de Tucumán, una de las provincias más empobrecidas del país, y cabeza de un escándalo relacionado al fraude electoral que lo llevó al poder, con cortes de luz y quema de urnas incluidas.
Pero los dislates no terminan ahí, y para graficar al que nos referiremos a continuación, hablemos de cine. El Regreso de los Muertos Vivientes es una comedia de terror y humor negro estrenada en los cines del mundo en 1985. La gran aceptación comercial impulsó a través de los años el estreno de varias secuelas, cada una de ellas progresivamente más malas. Hoy acaba de lanzarse en Argentina una especie de reality que bien podría ser la nueva versión criolla de este clásico del cine clase B. Su protagonista principal de llama Aníbal Fernández, actorzuelo de frondosos bigotes, largo pasado en la función pública, y cabeza de proa en 2015 de la derrota electoral en la provincia de Buenos Aires, otrora bastión peronista, que llevó a la gobernación a la candidata opositora María Eugenia Vidal. Aníbal se hizo famoso por su maleducada verborragia, por aquella frase sobre que “la inseguridad es una sensación”, y más tarde por confirmar sin rodeos lo que su jefa, la entonces presidenta de la Nación Cristina Fernández de Kirchner, había sugerido sin ruborizarse: que en Argentina había menos pobres que en Alemania. Aníbal fue siempre uno de los más feroces bulldogs del kirchnerismo; quizás por eso fue confirmado hoy como ministro de Seguridad de la Nación, y nuevo vocero sin título oficial del presidente y su vice.
Si el gobierno piensa que esos son los cambios que el pueblo le reclamó con semejante resultado negativo de las PASO… digamos que no entendió nada.
Les espera a los argentinos un par de meses tumultuosos, como son en general los previos a cada elección. Estos, sin embargo, se presentan particularmente difíciles por la enorme grieta que hoy divide no ya al oficialismo de la oposición, sino a los dos bandos antagónicos que están atados con alambre en el mismo gobierno. La vicepresidenta ya le pegó un palazo al presidente con una carta pública en la que se lava las manos por la tremenda crisis que enfrenta el país y el lógico resultado adverso en las PASO, y diciéndole al presidente, palabras más, palabras menos, que ella lo puso ahí para otra cosa. Alberto Fernández, tibio como siempre, no se anima a plantarse ante su jefa y aparece desgastado e impotente.
La vice pide línea dura, más radicalización, más reparto de planes sociales y electrodomésticos, y salir a gastar lo que no hay para comprar voluntades de cara a las elecciones de noviembre, que se presentan sombrías para ellos. El presidente, como siempre, simplemente obedece.
Al final, sea cual sea el resultado, repetirá los que no hace mucho le dijo en público: “yo hice lo que me mandaste, Cristina”. ¤