2020: El año en el que vivimos en peligro

Un cambio abrupto en la vida del hombre en el planeta y su repercusión en Argentina

Este año será recordado como pocos. Quizás lo llamen “el año de la pandemia”, “el año del coronavirus” o tal vez “el año del Covid-19”. El tiempo lo dirá. Si bien todavía no hay nadie que pueda asegurar que para el 31 de diciembre la pandemia que asuela al mundo habrá sido controlada, este sin dudas, fue el año en el que vivimos en peligro.

Tal vez deberíamos decir “los años que vivimos en peligro”, dado que muchos expertos opinan, con fundamentos científicos, que quizás “el año de la pandemia” se convierta en “el bienio de la pandemia…” y con mucha suerte.
Además, este será recordado como el año que vivimos con enorme incertidumbre. Al principio, con la primera ola de contagios, fue una incertidumbre casi absoluta. Y de pánico. Este no es un dato menor, porque esta situación perjudica enormemente a todos, sea en sus niveles emocionales y/o físicos. Los seres humanos son sociables por naturaleza y por eso las mentes, desde siempre, están adaptadas para vivir entre semejantes en un entorno más o menos previsible, certero. El caos, la incertidumbre, el no saber nada sobre el destino, el no poder hacer planes, le resulta abrumador al ser humano moderno (sean mujeres, hombres o de distintas percepciones sexuales). Es paralizante.

Un motivo especial para sentirse desgraciado
Cada país vive la pandemia de acuerdo a su realidad, a su desarrollo, su tecnología y su cosmovisión. Parafraseando a León Tolstoi en el comienzo de Ana Karenina, podría decirse que “Todos los países felices se parecen unos a otros; pero cada país infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciado”.

“Infinidad de personas se quedaron sin trabajo o tuvieron una caída estrepitosa de sus ingresos. A ellos el Covid-19 les destruyó todos sus planes, sueños y potencial de desarrollo”

En la Argentina la pandemia produjo más de dos mil quinientas muertes, más de cien mil casos registrados y probablemente haya cientos de miles de infectados invisibles, por ser asintomáticos. De lo que no hay duda es que esta enfermedad ya dejó una estela de millones de perjudicados, millones de personas a las que la pandemia les cambió su vida, abruptamente.
¿Los más afectados? Para citar solo algunos: profesionales autónomos, actores/actrices, artistas, turismo, gente de la cultura, restaurantes, shoppings, cines, fiestas, vendedores callejeros, empleadas domésticas, paseadores de perros… la lista es interminable. Infinidad de personas se quedaron sin trabajo o tuvieron una caída estrepitosa de sus ingresos. A ellos el Covid-19 les destruyó todos sus planes, sueños y potencial de desarrollo. Los sumió en la incertidumbre.
De ellos, los más afortunados solo recordarán esta crisis como una fuerte turbulencia. Para otros, demasiados, se convertirá en algo definitivo.

El AMBA, centro neurálgico
Millones de argentinos, así como millones alrededor del mundo, actualmente no saben cómo evolucionará su vida, cuál será el destino. Por suerte, millones no padecen esa preocupación en forma directa. En la Argentina ellos son, entre otros, los funcionarios públicos, políticos, magistrados y empleados judiciales, fuerzas armadas y de seguridad, jubilados y pensionados, diplomáticos, profesores de escuelas, colegios y universidades públicas. Es decir que son millones los que viven del estado que no verán tan afectadas sus vidas, al menos económicamente.

“Dado que millones de personas ingresan y salen de la Ciudad de Buenos Aires diariamente, ahora la sociedad se dio cuenta de que para el Covid-19 no existen fronteras, y que todos los habitantes del AMBA son una sola familia”

En el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) se concentra la mayor parte de la población argentina, aproximadamente 16 millones de personas. Además, es el sitio donde se encuentra el gobierno nacional y, en sus límites, el gobierno de la Provincia de Buenos Aires, que a su vez es la provincia más poblada del país. Por otra parte, al ser la Argentina un país subdesarrollado, casi todos los beneficios de la vida moderna se encuentran en esa área. Desde hace décadas y teniendo como fundamento prejuicios de clase y status, muchos porteños decían que “el país se termina en la General Paz” (por la avenida que marca el límite entre la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y la provincia de Buenos Aires). Debido a la actual pandemia, por primera vez en la historia el AMBA se convirtió en una sola zona, en un ambiente único. De hecho, en una palabra de uso cotidiano.
Dado que millones de personas ingresan y salen de la Ciudad de Buenos Aires diariamente, ahora la sociedad se dio cuenta de que para el Covid-19 no existen fronteras, y que todos los habitantes del AMBA son una sola familia.
Este año, cuando vivimos en peligro, se cayeron muchas barreras. Desde la psicológica de la Gral. Paz hasta otras impensables, como las de clases sociales. De pronto, son miles los alumnos de colegios privados, unos cuantos de elite, que deberán continuar sus estudios en colegios estatales, de educación pública y gratuita. Un nuevo fenómeno.

Algunas medidas inéditas

Estos tiempos, donde la incertidumbre es absoluta, surgen medidas inéditas. Por ejemplo, el gobierno de la Provincia de Buenos Aires le pagará 500 pesos a cada enfermo de Covid-19 (confirmado) que se interne voluntariamente en cualquiera de los centros habilitados para que pasen la cuarentena lejos de sus hogares y no contagien a familiares y conocidos.
La caída de fronteras físicas, caída de fronteras sociales y la humanidad habitando un solo mundo por primera vez en la historia es algo inusual.
Como la vida que nos espera con la nueva normalidad.¤