Debido a la pandemia del coronavirus (covid-19) el mundo vive horas de temor; en algunos sitios, directamente de pánico. Gracias a las redes sociales y medios de comunicación actuales casi toda la población mundial sabe que el epicentro de este nuevo virus se originó en la ciudad de Wuhan, la capital de la provincia de Hubei, en China. Y se está propagando a gran velocidad por todos los continentes.
Los medios de comunicación informan permanentemente sobre la evolución de la enfermedad. También transmiten informes de las organizaciones sanitarias mundiales y locales, y con miles de millones de teléfonos celulares en actividad los ciudadanos de todo el mundo saben dónde hay enfermos y muertos causados por el covid-19 casi al instante.
Tan rápida y accesible es la información sobre esta nueva pandemia que habitantes de una pequeña ciudad de Ucrania atacaron a piedrazos a los micros que transportaban a evacuados de Wuhan, entre los que había ocho ciudadanos argentinos. Los emboscaron apenas los vehículos habían salido del aeropuerto donde aterrizó el avión. El miedo a la propagación de coronavirus fue el disparador de esta acción demencial originada en el terror. Igual que lo sucedido en la Edad Media durante la peste negra.
El miedo nos vuelve salvajes
Es posible que en pocos meses este virus se extienda a gran parte del mundo. También es probable que se encuentre una forma de evitar su propagación, con remedios que morigeren su tasa de mortalidad, y eventualmente vacunas que lo prevengan. La tecnología médica permite ser optimistas al respecto, aunque hay que recordar que se trata de un virus y por lo tanto es muy difícil de combatir.
“En un pasado reciente, es decir en tiempos de nuestros abuelos o bisabuelos, aproximadamente el 5% de la población mundial murió debido a la gripe española”
A pesar de esos indicadores que permiten algo de optimismo, el miedo irracional se acrecienta día a día, y hechos violentos como el de Ucrania quizás dejen de ser la excepción y se conviertan en algo común. El miedo, vale la pena recordar, nos vuelve salvajes a los seres humanos. Saca lo peor de nosotros.
Como la epidemia del covid-19 es reciente todavía no se pueden hacer pronósticos acertados sobre su distribución a nivel mundial. Pero para la humanidad una pandemia de este tipo no es nada novedoso ni lejano en el tiempo. De hecho, muchos de nuestros abuelos padecieron la que quedó registrada como la máxima epidemia mortal desde que se tiene registros. Entre 1918 y 1920 la que se conoció como gripe española provocó millones de muertes. Tantas que se estima que llegó a matar entre 50 y 100 millones de personas. Lo que significa que en un pasado reciente, es decir en tiempos de nuestros abuelos o bisabuelos, aproximadamente el 5% de la población mundial murió debido a la “gripe española”, más que soldados y civiles en la Primera Guerra Mundial. Se estima que murieron entre el 10% y el 20% de los infectados por esa gripe.
Las cifras de aquellos años son espeluznantes: en China murieron 30 millones de personas con una mortalidad aproximada del 40% de la población en ciertas zonas muy pobladas. En los Estados Unidos, el 4 de marzo de 1918 se detectó el primer caso de gripe española y casi el 30% de la población padeció la enfermedad. Se estima que al final de la epidemia murieron entre 500 mil y 675 mil personas. En el Reino Unido murieron 250 mil y en España unas 200 mil personas. En otros países europeos como Francia e Italia murieron 400 mil en cada uno. En Sudamérica, Venezuela llegó a reconocer 25 mil muertes, mientras que en la Argentina oficialmente las víctimas fueron 14.997, aunque se cree que fueron cerca del doble. Ya sabemos que las estadísticas argentinas nunca fueron muy confiables.
En la India (por aquellos tiempos colonia británica) fallecieron entre 15 y 17 millones de personas. En Alaska, en el pueblo inuit de Fairbanks, murieron 78 de los 80 habitantes de esos años. Y en una sola semana.
Nuestros abuelos sobrevivieron
Si estas cifras se presentan aterradoras. hay que imaginar lo que representaban en aquellos años en los que no había antibióticos, no existían las redes sociales, ni los medios masivos de comunicación.
La gripe española llegaba de la nada, la gente enfermaba y muchos morían. Nadie sabía qué hacer, nadie conocía las medidas preventivas.
A pesar de esas adversidades bíblicas, nuestros abuelos sobrevivieron. Fueron fuertes. Desde lo psicológico y lo físico. Cuando la pandemia cesó volvieron a reencauzar sus vidas. Y gracias a su valiente actitud nosotros somos sus descendientes.
Ahora enfrentamos una nueva enfermedad. Sabemos todo sobre ella. Día a día nos informan y nos informamos. Vemos como se expande por el mundo. Conocemos las cifras de enfermos y de muertos. El temor es generalizado, el pánico (por ahora) se centra en los principales focos. Nadie sabe cuáles serán las consecuencias finales.
“A pesar de esas adversidades bíblicas, nuestros abuelos sobrevivieron. Fueron fuertes. Desde lo psicológico y lo físico”
Lo que sí sabemos es que nuestros ancestros superaron la peor pandemia registrada en la historia de la humanidad. Ahora es tiempo de ser un ejemplo para nuestros nietos. Debemos superar esta enfermedad y no desesperarnos por las noticias catastróficas. Hay que ver el panorama general, recordando, por ejemplo, que las cepas consideradas benignas de la gripe estacional matan a más de 500 mil personas todos los años. Y debemos también prepararnos para las próximas. La responsabilidad de estos momentos es, al menos, ser tan valientes como lo fueron nuestros abuelos. ¤