Primero, la mala noticia. Uno de los lugares más importantes de Buenos Aires para ver un tango-show ha cerrado sus puertas. Estamos hablando de la Esquina de Carlos Gardel, localizada donde estaba el histórico bar Chanta Cuatro, justo al lado del Shopping Abasto, y que desde el 2001 se había hecho una merecida fama entre turistas y locales como un buen lugar para cenar y ver un show de tango.
Parece que en Buenos Aires escasean los turistas con poder adquisitivo que son la clientela base de este tipo de lugares. Es cierto, pero este es el momento para agregar algo: El cierre de “La Esquina de Carlos Gardel” indica además el fracaso final de toda una iniciativa privada que nace en los 90, y que pretendía usar a Gardel y al tango para darle un perfil tanguero a una zona del Abasto, como lugar alternativo a barrios como San Telmo.
Sesenta años es mucho tiempo
Desde 1935, año de la muerte del cantor, hasta 1999 pasaron muy pocas cosas en el Abasto relacionadas con la memoria de Carlos Gardel. Un dato clave: En 1949 Armando Defino, heredero de Gardel, vendió la casa del cantor en Jean Jaures 735, llevándose los objetos gardelianos que todavía contenía. En 1961, una resolución porteña (la 18252) le daba el nombre Carlos Gardel a un pasaje corto al lado del viejo mercado. En 1984 también se le daba el nombre Carlos Gardel a la estación de subte frente al mercado que antes se había llamado Agüero. Pero, como cualquiera se da cuenta, nombrar dos lugares “Carlos Gardel” no compensa la ausencia de hechos positivos en el barrio.
Llega el año 1998 y se inaugura el Shopping Abasto, que inmediatamente se convierte en un gran éxito. Dentro del entusiasmo que esto genera, un empresario vinculado con ese éxito, Enrique Schcolnik, que había nacido en el Abasto y le tenía un particular cariño, sueña con revitalizar una zona usando el tango. La historia lo avalaba, ya que el Abasto albergó a varias figuras del tango a través del tiempo. Schcolnik encuentra como socio a José Gobello, de la Academia Nacional del Lunfardo, y los dos hombres definieron un área que les interesaba: la que formaban la Avenida Corrientes, Jean Jaures, Tucumán y Gallo. La idea original era, partiendo del Pasaje Carlos Gardel, revitalizar toda la zona que rodea el Abasto con una temática tanguera. Los dos hombres comunican estos planes en distintos medios.
En ese momento, cuando nacía el nuevo siglo, quedaban tres edificios en pie en el Abasto que podían identificarse con la leyenda gardeliana. La casa de Gardel era la atracción principal; el edificio histórico del Bar O Rondenman, muy vinculado a la leyenda gardeliana; y el Chanta Cuatro. Si los tres lugares eran recuperados, el Abasto tenía derecho a presentarse ante el mundo como la actualización del barrio histórico de Gardel. Si no se hacía esto, y tampoco se agregaba un museo del tango o centro cultural… iba a ser muy difícil vender el barrio del Abasto de esa manera.
Con el apoyo financiero de la empresa que administraba el shopping, el esfuerzo privado se concentró en la vieja calle Gardel, que había sido declarada peatonal, especialmente la esquina donde estaba el Chanta Cuatro. Ese lugar, que había sido una especie de bodegón, se transformó en un restaurante “chic” más relacionado con la onda del shopping que con la historia del barrio. Afuera del boliche, ahora pomposamente llamado “Esquina de Gardel”, Schcolnik y Gobello lograron juntar dinero privado para una estatua dedicada a Gardel. Algunas fuentes dicen que costó 120 mil pesos, por entonces 120 mil dólares. En los muros del Chanta Cuatro aparecieron varias placas donde los responsables del logro eternizaban sus nombres, y la estatua fue inaugurada por el entonces presidente Fernando De la Rúa en marzo del 2000.
Una estatua que no gusta, una casa que sufre
A pesar del enorme esfuerzo, la esquina y la estatua no gustaron mucho y el Pasaje Carlos Gardel -donde estaban centradas las expectativas privadas- nunca tuvo la popularidad asociada con Caminito o San Telmo.
En realidad, el proyecto tanguero de Schcolnik y Gobello terminó ahí mismo, porque el próximo capítulo, la restauración de la casa de Gardel en Jean Jaures 735 iba a ser un esfuerzo municipal. En 2003, después de una inversión pública, la Ciudad inaugura en Jean Jaures 735 una propuesta que era mitad casa, mitad modesto museo. Para entonces, los vientos políticos habían cambiado, y el mundo privado ya no estaba interesado en la zona. La casa de Gardel, sin apoyo privado, sin objetos auténticos en sus vitrinas, no pudo ser el gran imán que el barrio necesitaba. Los esfuerzos de la comunidad gardeliana para que la Ciudad compre el lote vecino y ofrezca algo más, un gran museo del tango o un centro cultural, no prosperaron. La recuperada “casa histórica de Gardel” fue un lugar querido, pero con limitaciones. Se podía ver en pocos minutos. Todo esto duró 14 años, hasta que el Director de Museos Guillermo Alonso, sin consultar a nadie, decidió tirar abajo partes históricas de la casa para convertir el sitio en un centro cultural poco ligado al Gardel histórico.
Quedaba un tercer lugar interesante, el viejo edificio del Bar O Rondenman, en la esquina de Agüero y Humahuaca. Su dueño había sido Yiyo Traverso, un hombre que hizo mucho por Gardel en esos primeros años. Según la leyenda, Gardel había debutado artísticamente ahí y durante mucho tiempo el lugar había sido su base. Con la muerte de Traverso a mediados de la década del 20, el negocio entra en decadencia, y cierra como restaurante. Pero el edificio siguió albergando otros emprendimientos, y en el 2000 la estructura, aunque en muy malas condiciones, estaba en pie. No hubo interés de la actividad privada en una restauración, y en el 2013 fue derrumbada. Hoy es una playa de estacionamiento.
¿Quiénes son los responsables del fracaso del proyecto tanguero en el Abasto? Los que lo impulsaron, que hoy no están con nosotros, cometieron el grave error de no tener una visión más amplia. Se concentraron solo en el Chanta Cuatro y la estatua. Más adelante, una pobre relación entre lo público y lo privado, el desinterés de los vecinos, y una lamentable actitud de la Ciudad de Buenos Aires hicieron el resto. En el Abasto nadie se salva. Lo interesante de todo esto es que hoy, mientras hablamos del cierre de la Esquina de Gardel y el fracaso del proyecto, hay una nueva generación de empresarios ligados al shopping que quiere revitalizar el proyecto tanguero…
Va a ser difícil. Porque, como cantaba Carlitos, “las horas que pasan ya no vuelven más”. ¤