En 1816, Manuel Belgrano regresa de Londres, adonde había sido enviado en misión diplomática a Europa junto con Bernardino Rivadavia. Los acontecimientos en la Europa de 1814, con la derrota de Napoleón y el consiguiente regreso al trono de Fernando VII, motivan que el gobierno de Buenos Aires se preocupe por allanar el camino de la paz con Madrid u obtener el reconocimiento de Gran Bretaña que quería oficiar de mediadora entre España y las colonias. La Gran Bretaña aliada militarmente con España para derrotar a Napoleón, era sin embargo enemiga comercial de nuestra Madre Patria, ya que anhelaba quedarse con el libre comercio de sus antiguas colonias.
Al llegar a Londres, Belgrano y Rivadavia encuentran a Miguel de Sarratea abocado, en esos momentos, al proyecto de coronación en el Río de la Plata del infante español Francisco de Paula, y ambos apoyan la negociación que finalmente fracasa ante la negativa de Carlos IV, padre de Fernando VII.
Al regresar a Buenos Aires en enero de 1816, Belgrano presenta un informe al gobierno sobre las gestiones realizadas, y señala que la solución estriba en proclamar una monarquía constitucional, independiente de España. Más adelante, y ya reunido el Congreso de Tucumán, desarrollará esta misma tesis en las sesiones secretas del Congreso que había empezado a funcionar en Tucumán desde marzo de ese año, proponiendo a un descendiente de los incas como candidato al trono. Su prédica a los diputados reunidos en el Congreso, sumada a la de José de San Martín y Juan Martín de Pueyrredón, estaba dirigida a que se declarara la independencia lo más pronto posible y luego seguir las deliberaciones sobre qué forma de gobierno elegirían para las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Los cambios en Europa según Belgrano
En una de estas sesiones secretas Belgrano expone que “Ha acaecido una mutación completa de ideas en Europa en lo respectivo a formas de gobierno. Que así como el espíritu general de las Naciones en cien años anteriores era republicarlo todo, en el día se trataba de monarquizarlo todo. Que la nación Inglesa, con el grandor y majestad a que se ha elevado, no es por sus armas y riquezas, sino por una constitución Monárquica temperada, había estimulado a los demás a seguir su ejemplo. Que la Francia lo había aceptado. Que el Rey de Prusia por sí mismo, y estando con el goce de un poder despótico, había hecho una revolución en su Reino, sujetándose a bases constitucionales, iguales a la de la nación inglesa; y que esto mismo habían practicado otras naciones”.
Pero esta prédica de Belgrano y otros próceres no dieron resultados. En definitiva, como dice Félix Luna, “estas opciones nunca fueron más que sondeos de una opinión pública que, por mínima que fuese, repudiaba la posibilidad de un monarca en Buenos Aires: eso habría sido el fin de la revolución. El pueblo, a pesar de ser una entidad indefinida, vaporosa, rechazaba esa posibilidad y prefería otra más abierta, más libre, mas democrática”.
El problema del Ejército del Norte
Entre las preocupaciones que tenían los diputados estaba el debate en donde se discutía quién podría hacerse cargo del Ejército del Norte, derrotado en Sipe-Sipe en noviembre del 1815 al mando de Rondeau, donde las Provincia Unidas del Río de la Plata pierden definitivamente a las provincias del Alto Perú.
Enterado de esto, San Martín escribe al diputado cuyano Tomás Godoy Cruz una terminante opinión: “En el caso de nombrar a quien deba reemplazar a Rondeau, yo me decido por Belgrano. Éste es el más metódico de los que conozco en nuestra América, lleno de integridad y talento natural. No tendrá los conocimientos de un Moreau o un Bonaparte en punto a milicia, pero créame Ud. que es el mejor que tenemos en la América del Sur”.
Este juicio de San Martín contrasta con el perfil de Belgrano que con las mejores intenciones y los peores resultados, en el que se insiste en demasía sobre su calidad civil, a quien se presenta desde la escuela primaria como un gran patriota que, a pesar de su erudición en problemas económicos y jurídicos, un buen día aceptó cambiar la toga por la espada y tuvo la suerte de que la victoria le sorprendiera (un poco por casualidad, otro por los errores del enemigo y otro por obra de sus buenos lugartenientes) en los campos de Tucumán y Salta. La fácil exaltación retórica ha excedido los límites de la ponderación para destacar la grandeza del alma del creador de la bandera, y ello no ha sido de ninguna manera benéfico para el prócer. Belgrano tenía más antecedentes castrenses que la mayoría de los jefes que asumieron las responsabilidades militares en los primeros momentos de la guerra de la independencia. Y esto coincide con el juicio que de él hace San Martín y que no concurre a avalar la creencia del cáustico comentarista que sabía mucho de literatura y poco de estrategia.
Pueyrredón, nuevo Director Supremo
El 3 de mayo de 1816 el Congreso de Tucumán nombra como Director Supremo al militar Juan Martín de Pueyrredón, quien había ingresado a este Congreso como diputado por San Luis, para que reemplace a Antonio González Balcarce quien estaba ejerciendo el cargo de Director interinamente al caer Álvarez Thomas el 16 de abril de 1816. Pronto Balcarce tuvo que negociar con Artigas y aceptar la segregación de la provincia de Santa Fe el 28 de mayo de 1816. Balcarce, ante el nombramiento de Pueyrredón, queda como gobernador de la provincia de Buenos Aires hasta que llegue el nuevo director. Sin embargo, Balcarce es destituido por el Cabildo Abierto de Buenos Aires el 22 de junio. Unitario acérrimo, Pueyrredón dio inmediatamente ayuda eficaz al general San Martín para continuar la organización del Ejército de los Andes, y a Güemes para la resistencia en el Norte, como también recomendó al igual que San Martín que Belgrano se hiciera cargo nuevamente del Ejercito del Norte, aunque pronto lo llamaría para que lo ayudase a luchar contra los caudillos del litoral. El gobierno central seguía sin resolver sus principales problemas planteados: la propuesta alternativa de Artigas, los planes de San Martín para reconquistar Chile, los conflictos con Güemes y la invasión portuguesa a la Banda Oriental.
Ante este delicado panorama, cuando San Martín llamaba a terminar definitivamente con el vínculo colonial, una comisión de diputados, integrada por Gascón, Sánchez de Bustamante y Serrano, propuso un temario de tareas conocido como “Plan de materias de primera y preferente atención para las discusiones y deliberaciones del Soberano Congreso”.
La declaración de la Independencia ya está en la carpeta de todos los diputados del Congreso de Tucumán.
Textos consultados:
Breve historia de los argentinos, de Felix Luna
San Martín vivo, de José Luis Busaniche
Memorias, de José María Paz.
Historia de la Confederación Argentina, de Adolfo Saldias. ¤