Durante la primera mitad del Siglo 20 fue el estandarte de la ciudad pujante, emprendedora, industrial. Llegó a tener una red de casi 540 millas de transporte público eléctrico, erigió su “ciudad dentro de la ciudad” con los imponentes rascacielos del Renaissance Center y Kiss le dedicó su propia canción de rock, aunque bastante mala, por cierto.
Hoy, la ciudad de Detroit se declara en quiebra. Tras perder a la mitad de su población en los últimos 60 años, Detroit acumuló hasta aquí una deuda de 18.500 millones de dólares y no puede hacer frente a los gastos básicos que demanda una ciudad de 700 mil habitantes. El nivel de desempleo ronda el 18%, el nivel delictivo la ubica entre las metrópolis más peligrosas del país, unos 78 mil edificios se encuentran abandonados y si uno se embarca en la poco grata tarea de recorrer sus calles, mejor hacerlo de día: alrededor del 40% del alumbrado público no funciona. Los servicios públicos básicos, como la salud, la educación y el trasporte público sufren las consecuencias lógicas de la calamitosa situación actual. Más del 50% de los propietarios aún deben el pago de impuestos del 2011. Como anécdota para ilustrar el desastre económico, por si hiciera falta más, se encontró que en 77 cuadras de la ciudad, solo un propietario pagó sus impuestos de ese año.
Un poster de la ciudad en 1950 hubiese mostrado la foto de la “Motor City”, con miles de operarios ingresando a una fábrica de la entonces floreciente industria automotriz. El poster actual debería mostrar un edificio gris en ruinas, con basura en sus veredas y nadie alrededor.
Irónicamente, en 1980 fue en Detroit en donde el Partido Republicano nominó a quien luego se coronaría presidente de los Estados Unidos: Ronald Reagan, uno de los patriarcas del neoconservadurismo estadounidense que llevó a la destrucción de la industria nacional.
“La quiebra es la única solución que permitirá a Detroit volver a ser estable y viable”, declaró el gobernador de Michigan, Rick Snyder. La quiebra, la única solución para la situación económica de una de las ciudades símbolo de los Estados Unidos... Para pensar.
Las actuales autoridades deberán ahora explicarle a la ciudadanía por qué se llegó a esta situación, y cómo se revertirá. No todo puede achacársele a Toyota y la popularidad de los automóviles japoneses. Además, los ciudadanos no deberíamos perder de vista el caso Detroit; las políticas económicas y sociales que llevaron a su colapso son las mismas que se repiten a nivel nacional y local en muchísimas otras localidades del país, y sus consecuencias podrían replicarse en nuestra propia ciudad.
Vecinos del sur de California: tendremos que abrir los ojos, para que ninguna de nuestras ciudades siga los pasos de Detroit City Rock. ¤