Cuando José de San Martín regresó de Europa, consideró imprescindible que se organizaran y disciplinaran las fuerzas políticas para que tuviera unidad el movimiento revolucionario. Por eso, a mediados de 1812 con Alvear y Zapiola, fundó la Logia Lautaro, una sociedad secreta con fines exclusivamente políticos. Sus integrantes trabajarían por la independencia americana y por su felicidad, obrando con honor y procediendo con justicia.
La Logia fue semejante a la creada por Miranda en Inglaterra y por lo tanto tomó de la masonería su misterio, disciplina, jerarquías y algunos símbolos.
Según Mitre, los afiliados se daban el título de hermanos y su leyenda mística estaba simbolizada por estas tres letras: U. F. V., que significaban Unión, Fe y Victoria.
Los miembros estaban ligados por misteriosos vínculos que mantuvieron en secreto hasta la muerte. Al morir O’Higgins se conocieron datos de interés tras hallarse documentos aclaratorios. En el grado de iniciación, el juramento era trabajar por la independencia americana y tener la profesión de fe del dogma republicano. Los integrantes debían ser americanos y además de juramentarse mutua ayuda estaban obligados a consultar la voluntad del organismo en caso de ocupar cualquiera de ellos un cargo público. La Sociedad sostenía dos principios básicos: independencia y constitución, por lo que muy pronto fue opositora de toda autoridad que no los respetara. Por esa causa no tardó en enfrentarse al Triunvirato, dirigido en esa época con suma firmeza por Rivadavia.
La Logia Lautaro y la Sociedad Patriótica unificaron una acción contra el gobierno, pero utilizaron distintos medios. La primera actuaba en secreto, mientras que la agrupación de Monteagudo trabajaba públicamente a través del periodismo y de reuniones. ©