Conceptos que revelan la vida, cultura y tradición del gaucho
La Vaina
La vaina del cuchillo, fuera de su función protectora -y de la muy ocasional de seguro bolsillo cuando la patrona encargaba al hombre un paquete de agujas- no tenía otra aplicación diaria en la vida diaria.
Sin embargo, el gaucho se la encontró y llamó “vaina” a los compromisos, a las dificultades que pudieran presentársele, tal como si buscando el arma para defenderse, en un caso de apuro, sólo encontrase en su cintura la vaina inofensiva.
“Qué vaina”, “qué problema”, “qué dificultad” son exclamaciones de idéntico significado.
Del mismo modo, se sirvió de la vaina como símil para expresar la cobardía y también la falta de razón o de argumentos en una discusión, en una incidencia cualquiera: “correr con la vaina”, es decir, vencer sin esfuerzo alguno, por debilidad del contrario.
Rastrillada
Rastrillada viene de rastro, y se usó para designar el conjunto de huellas que dejaban, ya en un camino, ya en medio del campo, los animales de una tropa, especialmente la caballada de los indios en sus entradas al malón.
La rastrillada -por la forma en que estaba trillado el suelo- permitía a nuestro gaucho, rastreador por excelencia, deducir una serie de detalles necesarios para su tranquilidad o alarma: clase de los animales, dirección seguida, cantidad, si iban de vacío o cargados, si los jinetes eran indios o cristianos y, profundizando un poco más, hasta determinaban, con admirable exactitud, el momento en que se había producido.
Criollo
De acuerdo con la definición gramatical, criollo significa “hijo de padres nacidos en cualquier otra parte del mundo”.
En la época de la colonia, “criollo” se le llamaba, exclusivamente, al hijo de españoles que había nacido en nuestro continente, o sea al americano; pero era condición indispensable que los padres -hombre o mujer- fuesen peninsulares o, como se les llamaba entonces, godos.
Luego, en verdad, a nuestro gaucho, y a todo el que descienda del entronque indo-español, sólo por extensión puede llamársele “criollo”, pues su verdadera denominación racial es la de “mestizo”.
Compilado por Carlos Avilas del libro “Voces y Costumbres del Campo Argentino”, de Pedro Inchauspe, publicado en 1949.¤