Sorprende a científicos en todo el mundo.
No son tan indómitas como los yaguaretés de nuestras selvas tropicales, tan coloridas como los tucanes misioneros, o tan adorables como los pingüinos rey que habitan los hielos del sur. A ningún turista se le ocurriría lanzarse en una expedición fotográfica en su búsqueda, o hacer esfuerzos para conservar su hábitat natural, o iniciar campañas para evitar su extinción. Pero en términos de expansión territorial, ningún otro animal argentino ha llegado tan lejos y provocado tanto descalabro ecológico.
Las hormigas argentinas (Linepithema humile) son un verdadero ejército conquistador; allí donde van, se organizan para controlar el territorio y reinar. De hecho, estos insectos originarios del norte argentino y sur de Brasil, Bolivia, Paraguay y Uruguay, han llegado a lugares tan impensados como las islas de Hawái, Nueva Zelanda, y Japón, sin olvidar que a nadie le sorprendería encontrarlas en el jardín de nuestras casas en California.
Su peculiar comportamiento fascina a los zoólogos y preocupa a los agricultores; por un lado, estas hormigas exterminan con facilidad a otras especies de hormigas nativas alterando drásticamente los ecosistemas locales, y por otro, fomentan la reproducción de los áfidos, quienes a su vez causan estragos en la agricultura.
Un dato notable: la colonia de hormigas argentinas en el oeste europeo, que se extiende desde el norte de Italia hasta la costa atlántica de España y Portugal, es considerada la mayor unidad cooperativa de la naturaleza.¤