Las mujeres deben plantearse objetivos para ser libres

Alejandra StamateasUn hecho por demás preocupante es la escalada de violencia familiar que se está produciendo en las familias argentinas. La tendencia creciente es tan alarmante que en estos momentos se está tratando en el Congreso Nacional un proyecto de "Ley de Violencia en el núcleo familiar". Pero mientras tanto, hay personas que se dedican desde hace años a ayudar a mujeres de todos los ámbitos sociales y de todo el mundo. A fin de comprender este fenómeno, El Suplemento consultó a la especialista Alejandra Stamateas.

La violencia hacia las mujeres aumenta exponencialmente.
Los números de la violencia familiar son escalofriantes: se realizaron unas 15.000 denuncias de maltrato durante el año 2007 en la Capital Federal, de las cuales 12.000 fueron asentadas en la Dirección de la Mujer y 3.000 en el Ministerio de Justicia. Se estima que casi el 25% de las mujeres argentinas es víctima de algún tipo de violencia familiar. Del total de agresiones, las mujeres llevan la peor parte con casi el 95% de los ataques; sólo un 2% de los afectados son hombres y en un 3% de los casos es violencia cruzada. Del total de mujeres ultimadas en la Argentina, el 42% fueron asesinadas por sus parejas, novios o esposos.
En la provincia de Buenos Aires la situación es mucho más grave. En el 2007 se contabilizaron más de 35 mil denuncias. Para tener una idea cabal de la espiral de violencia hacia las mujeres, basta citar que en el 2005 hubo 8.353 denuncias.

Alejandra Stamateas (segunda desde la izquierda)Consultando a una especialista
Alejandra Stamateas es licenciada en teología, directora del Área de Mujeres de la Fundación “Volver a Empezar” y está a punto de recibirse de socióloga. Hace pocos días firmó contrato con V&R Editoras, la cual alberga a escritores como Paulo Coelho, John Maxwell y Gaturro, entre otros, para que su más reciente libro “Socorro, mis hijos me vuelven loca”, y su best - seller “Mi Cuerpo, Mi Cárcel” sean distribuidos desde México a todos los países de habla hispana en Latinoamérica. Su libro “Abuso Emocional” fue expuesto y seleccionado entre cientos de trabajos para ser presentado en España, en la “Quinta Conferencia Iberoamericana de Trabajo con Familias”. Además ha brindado conferencias en distintos congresos y presentado sus libros en Estados Unidos (Houston, Miami, Chicago, Dallas, New York, New Jersey), México, Honduras, Cuba, Chile, Puerto Rico y España. También organizó el “Congreso Internacional de Mujeres”, en el Estadio Luna Park, en los años 2005 y 2006.
Alejandra trabaja asistiendo a mujeres desde hace tantos años que actualmente afirma que las va conociendo no sólo por lo que le dicen sino también por su comportamiento gestual, por como se mueven. A ella le gusta mucho observar a las mujeres y observarse también a sí misma, porque después de todo es una representante del género. En los talleres que conduce para dar contención y ayuda a las mujeres, puede apreciar las luchas internas que éstas padecen y que muchas veces anulan su potencial de desarrollo.
Su mayor satisfacción se produce cuando puede ayudar a las mujeres a liberarse de sus luchas internas, de sus inseguridades, de sus miedos, y de esa sensación de fracaso tan generalizada. Es decir, cuando puede ver nacer a una mujer distinta, decidida, autónoma, totalmente capacitada para enfrentar y superar cualquier obstáculo o situación que le presente la vida. Como el de la violencia familiar.
Stamateas sostiene que una mujer empieza a disfrutar de la vida cuando es y se siente libre. Y es por eso que ella se dedica de lleno a ayudar a las mujeres desesperanzadas a transformarse en mujeres libres. Ella considera que esta es una tarea espectacular, preciosa, noble y que le encanta llevar a cabo.

Barreras Culturales
En principio, Alejandra afirma que muchas de las limitaciones que padecen las mujeres son culturales, porque a ellas casi siempre se les ha dicho que están destinadas a ocupar el “lugar privado”, porque el “lugar público” está reservado para el hombre. En pocas palabras: desde siempre a las mujeres se les inculcó que debían quedarse en sus casas haciendo las tareas del hogar y cuidando a sus hijos, y si no se dedicaban a cumplir con esas pautas culturales se sentían culpables. Cabe recordar que los ideólogos nazis afirmaban incesantemente que el lugar y obligaciones de las mujeres eran las tres K: Kinder (niños), Küche (cocina) y Kirche (iglesia).
Por suerte en algunos lugares del mundo este paradigma cultural está cambiando y las mujeres empezaron a incursionar en el espacio público.

Cuestión de imagen
En sus libros, Stamateas señala que el problema se presenta cuando las mujeres que salen al mundo se encierran en su cuerpo y el mismo se transforma en su propia cárcel. Si bien las mujeres occidentales piensan que pueden llegar a ocupar espacios relevantes y desempeñarse eficientemente en cualquier tipo de trabajo, por otro lado le tienen miedo a su propio cuerpo. El principal problema que aqueja a muchas mujeres es que consideran que no van a ser aceptadas porque la sociedad les exige que deben tener un cuerpo “correcto”, con medidas “correctas”. Como si existiera un cuerpo “correcto”.
Este es un obstáculo importante, porque cuando las mujeres se enfrentan al espejo y éste no les devuelve las medidas supuestamente ideales que les exige la sociedad, ellas suelen retornar al lugar privado donde se anulan.
Cuando Alejandra empezó a realizar la investigación para escribir “Mi cuerpo, mi cárcel”, en un principio creyó que ese era un problema de las mujeres de su generación: mayores de 40 años que batallan con el tema. Pero entrevistando a chicas mucho más jóvenes, pertenecientes a una generación diferente, que a simple vista aparece como más liberada, que estudia, que trabaja y que es más libre sexualmente, descubrió que el conflicto es el mismo, y por eso el auge de enfermedades como la bulimia y anorexia que afecta a tantas jóvenes. Cada vez existe mayor fobia al propio cuerpo y por eso se están llevando a cabo tantas cirugías estéticas. Además, a los gimnasios las mujeres ya no acuden a disfrutar del ejercicio físico, sino que van con el fin de intentar alcanzar las medidas “ideales” del cuerpo. De una práctica saludable, el gimnasio pasó a ser un sacrificio en búsqueda de un ideal corporal inalcanzable.
Cuando una mujer apunta a un ideal físico y social, dice Stamateas, termina frustrándose porque ese ideal físico es un ideal, no existe en la realidad. No hay manera de parecerse a esa mujer que sale en los medios de comunicación, porque esa mujer esta “armada”. Hoy estamos entrando en el mundo de la belleza virtual, donde ni siquiera las modelos van a poder competir. La frustración de las mujeres es muy fuerte debido a estos modelos imposibles de replicar.
El problema surge entonces cuando hombres o mujeres transforman el cuidado físico en una obsesión, al querer dar una imagen y mostrar “en el afuera” lo que no tienen “adentro”. Si se cultiva la vida interior y eso se refleja en la vida exterior está perfecto, pero si solamente se dedican a cultivar la vida exterior sin un correlato similar en la vida interior se produce un desbalance peligroso.

Ya no se come por cuestiones naturales
Supuestamente, el alimento es el combustible natural para abastecer y mantener en funcionamiento el cuerpo humano, pero actualmente las mujeres utilizan el alimento para tapar sus necesidades emocionales. Según afirma Stamateas, a las mujeres se les permite el enojo, pero no se les permite la ira, dado que supuestamente esa no es una emoción femenina, mientras que a los hombres sí les está permitido mostrarse iracundos. Ante esta presión social, dice ella, el único escape que les queda a las mujeres es comer. Cuando están tristes se tapan la boca con comida, pero, por otra parte, cuando están contentas y quieren festejar… también comen.
Si las mujeres no pueden expresar lo que deberían expresar a la persona correcta y en el momento correcto, terminan alimentándose emocionalmente.

Para ser libres hay que plantearse objetivos
Las mujeres tienen que ponerse metas de vida. Eso, agrega Stamateas, es algo que habitualmente nunca hicieron porque no se les enseñó a tener proyectos propios. Las educaron para vivir a la luz de los ojos de los demás. ¿Cuántas veces una mujer dijo: “yo sigo a mi marido”? Si mi marido dijo que sí, está todo bien; si mi marido dijo que no, eso no debe hacerse.
Los problemas de estima no son patrimonio exclusivo de una clase social, son problemas que le ocurren a todos los seres humanos, ya que generalmente tienen un origen cultural. En este caso, Alejandra se ha especializado en mujeres porque le interesa el aspecto femenino. Dentro de poco va a dar una charla para mujeres de la política argentina y ya está preparando un viaje a Honduras.
En casi toda Latinoamérica, a las mujeres que han recibido una educación opresiva, expertas como Alejandra intentan explicarles que han nacido para ser libres. Pero la libertad no está afuera, la libertad tiene que nacer de adentro. Por eso es tan importante enseñar que todas las mujeres deben saber hacia adonde apunta su vida. Plantearse objetivos.
“Nosotras” declara Stamateas, “somos una generación de madres que intenta salir de esos parámetros culturales. Por un lado, defendemos los nuevos parámetros culturales pero inconscientemente les transmitimos a nuestras hijas los viejos parámetros, porque los hijos, además de escuchar que la vida es linda y que el matrimonio es fantástico también, lo quieren ver en sus padres”.
Como siempre, lo difícil es predicar con el ejemplo. ©

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