¿Qué tienen en común el curioso desarrollo del crecimiento del bambú japonés con los políticos argentinos? veamos…
Bambú Japonés
Cuenta la leyenda que los que cultivan el bambú japonés saben de antemano que deben ser muy, pero muy pacientes. Porque deben sembrar las semillas, regarlas constantemente… y esperar mucho. De hecho, deben esperar durante muchos años.
Durante los primeros siete años, desde el momento en que se plantan las semillas, no sucede absolutamente nada. Nada. Dicen que esta característica es tan particular de una de las especies de bambú que los cultivadores sin experiencia tienden a pensar que sembraron semillas falladas o estériles. Porque pasan los meses y los años y la planta nunca da señales de vida.
El milagro sucede durante el séptimo año. En un lapso de aproximadamente siete semanas la planta de bambú empieza a crecer como las habichuelas mágicas del cuento infantil de Jack, que las siembra de noche y a la mañana siguiente se encuentra con una planta gigante, tan alta que se pierde entre las nubes.
El crecimiento del bambú japonés sería un fenómeno único porque crece más de 30 metros en un lapso, aparente, de sólo siete semanas. Pero la verdad es que durante los primeros siete años las semillas desarrollan un complejo sistema de afianzamiento para permitir el crecimiento de las enormes cañas.
Políticos Argentinos
Cuenta la leyenda que hace cientos de años un fiel discípulo de Maquiavelo escribió un manual secreto destinado a los políticos argentinos. Según los rumores, el capítulo más importante de ese manual se titula “Tomar como ejemplo el bambú japonés”. Si bien nadie lo ha visto personalmente, en ese capítulo se recomendaría a todo político que, cuando asuma su cargo (a nivel municipal, provincial o nacional), siempre diga que “su gestión estará inspirada en el bambú japonés”, y que por eso durante los primeros años de su gestión no se verán resultados apreciables.
Pero a no desesperar, porque en el futuro, en un futuro lejano, sucederá el milagro. Y en el lapso de siete u ocho meses, como sucede con el bambú japonés, todos los argentinos disfrutarán de los mismos beneficios que los ciudadanos del Primer Mundo.
Por eso el pueblo argentino tiene que ser paciente, esperar y padecer los sufrimientos de la vida cotidiana, pero con mucha esperanza. Porque llegará ese momento mágico en donde el desarrollo se desparramará sobre todos los habitantes del país beneficiando a todos por igual.
Una de las frases más destacadas de ese capítulo es “Estamos mal, pero vamos bien”, que se usó frecuentemente durante la década final del siglo XX. Como otra que alcanzó mucha difusión, que decía algo así como que “la Argentina es un país condenado al éxito”.
En ese libro, incluso se permiten usar frases de políticos del Primer Mundo, como por ejemplo una de Winston Churchill: “El político debe ser capaz de predecir lo que va a pasar mañana, el mes próximo y el año que viene; y de explicar después por qué fue que no ocurrió lo que él predijo”. Aunque en estos tiempos la frase más usada por los políticos nacionales es de Groucho Marx, quien dijo: “Estos son mis principios. Si a usted no le gustan, tengo otros”.
Por eso, muchos candidatos elegidos para implementar una plataforma definida, saltan a la oposición defraudando a todos sus electores. Como el tristemente famoso Doctor Borocotó, que se pasó a la oposición aún antes de haber asumido su banca de diputado.
Creyendo en las promesas de los políticos, millones de argentinos viven años de sufrimientos, frustraciones y padecimientos, esperando ansiosamente el momento en el cual se producirá el milagro: cuando el país se desarrolle definitivamente e ingrese al Primer Mundo de una buena vez por todas. Lamentablemente, pasan años y años y eso nunca sucede. Ø