Piquetes de mujeres para evitar la violencia familiar
En algunos asentamientos muy pobres del partido de La Matanza, mujeres de bajos recursos económicos, pero con muchas agallas, han organizado una red de protección y autodefensa para combatir la violencia familiar masculina. Y lo hicieron de una manera absolutamente novedosa y exitosa.
Estas valientes mujeres, cansadas de soportar los reiterados abusos físicos de sus esposos, concubinos o novios, de la inacción policial y de la ineficiencia de los servicios sociales, decidieron combatir la violencia familiar formando “piquetes de escrache” frente a las casas de los violentos, para desenmascararlos públicamente.
Es que en todos los estratos de la sociedad argentina es cada vez más frecuente encontrar hechos de violencia familiar. Los casos de hombres que golpean a sus parejas se convirtieron en un hecho habitual. Pero como “de eso no se habla”, muchas veces el pudor, el cemento, el tránsito de las grandes ciudades o las gruesas paredes de los countries, logran acallar los llantos de las mujeres que padecen increíbles abusos físicos. De esta forma los violentos gozan de impunidad absoluta.
Por el contrario, en los asentamientos del Gran Buenos Aires estos hechos toman estado público con rapidez, porque casi todas las viviendas fueron construídas con chapas, cartón o ladrillos de canto, y por eso los gritos y llantos de las mujeres golpeadas son escuchados fácilmente por los vecinos. Más aun teniendo en cuenta que el tránsito de vehículos en esos lugares es casi inexistente.
La "red de protección" de mujeres organizadas de La Matanza se pone en funcionamiento apenas se detecta un caso de violencia doméstica al escucharse los primeros gritos, llantos o pedidos de auxilio de las mujeres que están siendo golpeadas. Cuando alguna de las mujeres de la red detecta un caso de violencia familiar, inmediatamente se comunica con sus compañeras. La mayoría de las veces el mensaje se transmite de boca en boca porque se trata de barrios de extrema pobreza y los teléfonos de línea son casi inexistentes. Pero cuando la noticia llega hasta la casa de alguna afortunada que tiene teléfono celular, enseguida la noticia se difunde en todo el asentamiento y en otros cercanos.
Como la red se formó con la intención de proteger a las víctimas de la violencia en el menor tiempo posible, las mujeres de la red corren para llegar frente al domicilio del abusador. Una vez reunidas forman un piquete y empiezan a “escrachar” públicamente al hombre violento hasta lograr que deje de golpear a su pareja.
Este novedoso sistema de repudio social masivo y organizado tiene mucho éxito dentro de los asentamientos. Los abusadores, que suelen presentarse en sociedad como personas encantadoras, cuando son desenmascarados públicamente se ven obligados a contener sus impulsos o incluso a marcharse.
Los “asentamientos” del Gran Buenos Aires
El partido de La Matanza es el más poblado del Gran Buenos Aires y allí conviven más de 1.300.000 personas. De entre ellas, unas 100 mil viven en asentamientos. Se le llaman asentamientos a los barrios edificados sobre tierras fiscales o grandes lotes sin dueños conocidos. Esos lugares abandonados son ocupados por familias sin recursos, desocupados, excluidos del sistema y que encuentran allí la posibilidad de empezar una nueva vida. Cuando un grupo de familias ocupa un terreno fiscal abandonado, al principio construyen viviendas muy precarias, porque los recién llegados no saben si van a ser desalojados. Luego que las autoridades provinciales o municipales desisten de echarlos y las familias deciden quedarse a vivir en forma permanente, empiezan a construir las mejores viviendas que sus recursos le permiten. Esta es la secuencia de los casos "exitosos".
Cuando un asentamiento se consolida, los propios vecinos proceden a bautizarlo. Casi siempre se elige como nombre el día en que pisaron por primera vez el lugar, por eso se pueden encontrar nombres como "10 de Abril","26 de Agosto” o similares.
Muchos asentamientos que han sobrevivido al tiempo tienen la apariencia de un barrio común, con calles asfaltadas, iluminación, luz, teléfono, etc., mientras que otros son por demás precarios. Actualmente hay varios asentamientos en pleno proceso de instalación y por lo tanto todavía no tienen nombres definitivos.
La empresa telefónica que tiene el monopolio en el partido de La Matanza hace mucho tiempo que dejó de instalar líneas en algunos asentamientos, argumentando que les roban los cables o porque consideran que hay vastas zonas que son muy peligrosas para sus empleados. Es por eso que las mujeres de la red tienen una sola opción: para estar comunicadas deben adquirir celulares. Por supuesto que son muy pocas las que pueden comprarlos y mantenerlos en servicio, porque son pobres de toda pobreza, y es por eso que el mantenimiento de un celular en actividad implica enormes sacrificios de todo tipo.
En uno de estos asentamientos vive una familia que pudo construir una casilla muy precaria de cartón y chapas, pero a pesar de su extrema pobreza decidieron comprar dos celulares, porque el miedo a la inseguridad es tan grande que prefieren no comer o pasar frío con tal de saber que sus familiares se encuentran a salvo.
Días atrás, un vecino le comentó a la mujer (que es la jefa de esa familia):
- “No tenés para cocinar porque no podés comprar una garrafa, no tenés comida, vivís en una casilla que el viento se puede llevar en cualquier momento, pero sin embargo te compraste dos celulares”.
Ante este comentario, la respuesta fue simple y dura:
- “Tenés toda la razón del mundo, pero gracias a esos dos celulares vivo más tranquila, porque ahora en todo momento puedo saber si mi hija se encuentra bien o no”.
Este es el sacrificio que algunas de estas valientes mujeres deben padecer para evitar ser víctimas de la violencia familiar.Ø