Bernardino Rivadavia fue el primer presidente argentino y el primero (según cuenta la historia) que tomó una deuda que se convirtió en una de las más negras de nuestro país. La crónica de este empréstito dice que en 1824 tomó un préstamo con la firma inglesa Baring Brothers por un millón de libras. De este dinero llegaron a Argentina 570 mil libras, porque 120 mil quedaron para los gestores y 310 mil para los gastos de gestión y algunas cuotas que se pagaron por adelantado. Resumiendo, al terminar de pagar este préstamo en 1904 -80 años más tarde- la Argentina había abonado a la Baring Brothers casi 24 millones de libras.
A partir de entonces, Argentina vivió muchas historias como esta; también prosperó y se hizo fuerte y hasta en algunas oportunidades fuimos acreedores de potencias como Inglaterra (después de la Segunda Guerra Mundial). Pero por una u otra razón, nuestros representantes nunca defendieron como propio el dinero y la economía de nuestro país; siempre priorizaron intereses espurios, logrando que los favorecidos durante toda nuestra historia hayan sido gobiernos o particulares extranjeros.
En 1966, durante el gobierno de Onganía, el país debía 3.276 millones de dólares; el gobierno peronista que comienza en el '73 lo toma con 4.890 millones y lo deja con 7.800 millones. Es ahí que comienza el primer gran descalabro: desde 1976 a 1983 la deuda externa aumentó en 364% hasta situarse en la suma de 45.100 millones.
La política económica durante la última dictadura militar ha sido un verdadero desastre, endeudándonos para financiar muerte, represión y más corrupción. Pero en materia de deuda externa, y con el dolor que eso significa para los que creemos en la democracia, los gobiernos constitucionales han sido más de lo mismo.
Desde que comenzó la nueva etapa democrática en 1983 de la mano de Raúl Alfonsín, la deuda externa empezó a ser tema de conversación en todos los hogares argentinos; era uno de los temas-bandera de la democracia. Desde entonces escuchamos hablar de deuda espuria, impagable y corrupta. Ya en aquel gobierno radical se hablaba de quitas históricas, pero los números son implacables: de 46.200 millones que se debían a comienzos del gobierno de Alfonsín, terminamos debiendo 65.300 millones. La pregunta es: y la quita ¿dónde está?
Comienza el gobierno de Carlos Menem y el famoso canje de deuda en las privatizaciones públicas; en el lapso que va desde 1989 a 1991 la deuda baja a 61.334 millones para luego explotar y llegar -en 1999- a 146.219 millones.
Tantas cifras pueden resultar apabullantes a la hora de la lectura pero, como decíamos, los números son implacables. Los incluímos aquí porque el complejo tema de la deuda externa suele prestarse a confusiones y presentarse tal como le conviene al gobierno de turno. Realmente hay un grado tal de desinformación, generado principalmente por los medios de prensa afines a los gobiernos de turno, que en cada canje y en cada cambio de autoridades no hay informaciones precisas y la (conveniente) confusión cada vez es mayor.
El breve gobierno de Fernando De la Rúa fue un desastre en todo sentido, incluyendo, por supuesto, el de la deuda externa. Durante este período se realizó el famoso mega-canje, que se tradujo en un aumento de intereses y en patear por pocos años algunos vencimientos. También durante ese gobierno se nos quiso vender la negociación por la deuda como una gran gesta histórica. El resultado: otro fracaso.
Pero quizá sea el lapso de gobiernos peronistas que sucede al de De la Rúa el más complicado y con informaciones más inexactas de los últimos años. Derrocado De la Rúa y con la asunción de Adolfo Rodríguez Saa, comenzó lo que a mi juicio es el período más antiimperialista en los discursos, y menos protector de los argentinos en los hechos. También es una fase muy difícil de explicar porque en esta etapa no todo lo que reluce es oro, o dicho de otra forma, no todo es lo que parece ser. Comenzó con el famoso y aplaudido default (en el transcurso de la nota veremos que poco tuvo de “default”) que significó el último puntapié que necesitaban muchos argentinos para ser enviados a niveles de pobreza nunca antes vistos; puntapié que terminó de dar Eduardo Duhalde, una semana después, con la devaluación asimétrica.
Digo que en este período hubo poco de default porque según el CEPAL (Centro de Estudios para América Latina) Argentina, en ese lapso, destinó recursos al exterior por 40.771 millones de dólares. Default significa cesación de pagos, entonces ¿en concepto de qué salieron estos miles de millones del país? Como se sigue viendo, una cosa es el discurso y otra muy diferente es la acción.
Cuando comenzó esta sucesión de gobiernos peronistas -cabe destacar que ninguno de los tres fue votados por la mayoría del pueblo- la deuda externa rondaba los 146.000 millones de dólares y significaba el 57 % del Producto Bruto Interno (PBI). Bajo la gestión de Roberto Lavagna como ministro de economía de Duhalde y Néstor Kirchner, se trazó un plan de canje para salir del default; es necesario también consignar que la deuda, al momento de concreción del canje, había trepado a 181 mil millones de dólares.
Con este canje, que nos quieren vender como sumamente exitoso, la Argentina pasó de deber 181 mil a 141 millones de dólares (no olvidemos la cifra que se debía antes del default: 146 mil millones). Si tomamos este proceso de default y canje como uno solo, tendremos que por 5 mil millones de dólares de ahorro se envió a gran parte de los argentinos a una pobreza extrema de la cual quizá nunca podrán salir.
Un dato que reafirma esta postura es que la deuda que nos queda significa entre el 80 y el 85 % del PBI, cuando en el 2001, con una deuda bastante similar, significaba el 57% del PBI.
Por lo expuesto, la deuda hoy es aún mas impagable que en el momento en que se decretó el default.
Temo decir que el éxito de este canje será para los mismos de siempre, para la fiesta de los políticos argentinos, porque salir del default significa, lisa y llanamente, que el país tiene luz verde para volver a endeudarse.
Y digo esto porque durante este año el país tiene vencimientos por 13.020 millones de dólares, y en el 2006 de 14 mil millones. Si tenemos en cuenta que el superávit fiscal argentino de este año será de aproximadamente 6 mil millones de dólares, adivinemos con qué se va pagar el resto... con refinanciaciones y nueva deuda externa.
Alfonsín y Menem comenzaron sus gobiernos tomando el tema de la deuda como un eje en su discurso retórico; el trinomio peronista que comenzó con Rodríguez Saa, siguió con Duhalde y continúa con Kirchner, está haciendo lo mismo y, a mi entender, nada demuestra que el resultado sea diferente al logrado por sus antecesores. A la luz de los hechos nuestra deuda es eterna y se ha convertido en el gran verso, no argentino, sino de los políticos argentinos.
Fuentes: CEPAL. Ministerio de Economía de la República Argentina. Diario Clarín. Ø