“El campo”
En nuestro artículo anterior dejamos establecido una contraposición entre el campo y la ciudad. Vamos a esclarecer un poco más la cuestión. La monumental obra de la literatura castellana, el Don Quijote de la Mancha, comienza de esta manera: “En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no hace mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor”. Lugar está usado en el sentido de paraje, ciudad, villa, aldea o población pequeña, y deriva del latín locus = lugar. No se aclara por qué no quiere acordarse de su nombre.
Desde tiempos inmemoriales al lugar se lo ha considerado sagrado, si ha sido consagrado a los dioses, a los lares, a la patria o al hogar. Pero lo de sagrado fue decayendo hasta llegarse a una copla popular que pretende ser refrán y que dice: “En este lugar sagrado, donde viene tanta gente, hace fuerza el más cobarde y se... el más valiente”. Anteriormente, con precisión a lugar = ciudad, los términos fueron descalificados.
Así, para empezar, Valerio Máximo dejó escrito: “Las ciudades son el sumidero de la raza humana”.
Miguel de Unamuno crucificó a la ciudad del siguiente modo: “Y es la ciudad odiable y odiosa del trajín social, de los cafés, de los casinos y de los clubes, de los teatros, de los parlamentos, la odiosa ciudad de las vanidades y las envidias. Huyo de esta ciudad en cuanto puedo. Encuentro la liberación en el campo” Total contraposición entonces entre ciudad y campo. Porque -dice Fray Luis de León- puede ser que en las ciudades se hable mejor, pero la fineza del sentir es del campo y de la soledad.
Ciudad proviene del latín civitas, como civilización. Y la civilización merece, como la ciudad, igual tratamiento.
Graf sostiene: “La civilización es una terrible planta que no vegeta ni florece si no es regada con lágrimas y sangre.
Y para Frank K. Notch: “La civilización actual promete resolvernos el problema de una vida cada vez más fácil, mas, entre tanto, la vida se torna cada vez más vacía.
Y E. Thiandiere sostiene: “Me parece que la civilización se ocupa más en refinar los vicios que en perfeccionar la virtud”
Aún Miguel de Unamuno nos agrega: “Después de todo, la civilización se debe a los vagos, a los desocupados. La civilización comenzó cuando, sujetando un hombre a otro a la esclavitud, le obligó a trabajar para los dos, y libre él de tener que esforzarse por su parte para ganar el pan pudo mirar a la estrella y preguntarse ¿por qué darán así vueltas? ¿Por qué saldrán ahora por aquí y mañana por allá?
Con suma ironía George Meredith pudo afirmar “Espero que la mujer sea la última cosa (¿?) que el hombre civilice”, que es lo mismo que decir que la mujer es incivilizada. Podemos aún encontrar una más fuerte contraposición entre el campo y la ciudad.
William Cooper afirmó: “Dios creó el campo y el hombre la ciudad” Y Rubén Darío confirma: “Pues en la paz del campo la faz de Dios asoma” De acuerdo con esto, Miguel de Unamuno nos agrega: “Porque el campo libre es una lección de moral, de piedad, de serenidad, de humildad, de resignación, de amor. El campo nos ama, pero nos ama sin fiebre ni frenesí, sin violencia. Y en el campo se ahogan nuestras dos semillas ciudadanas o sociales más malignas, que son la de la vanidad y la de la envidia”
En libertad cada uno elegirá vivir en el campo o en la ciudad. Y mientras están preparando las valijas para volverse a la urbe, recuerden que “Locus regit actum” Ø