Durante más de dos siglos a los niños argentinos se les enseñó que eran ciudadanos de un país rico, europeo y con destino de grandeza… algo así como el “destino manifiesto” americano del fin del mundo. Lo curioso es que ningún hecho respaldaba esta afirmación. Era solo un atractivo slogan político que se transmitió durante generaciones, avalado por los libros de texto. Más cercana en el tiempo, la frase “Argentina potencia”, popularizada a principios de los años setenta del siglo pasado, era solo un acto de fe.
Los hechos confirmaron que esas afirmaciones eran patrañas porque desde los años 70 el país no dejó de retroceder en todos los índices que importan: bienestar, riqueza y desarrollo. Del destino de grandeza ya no quedaron rastros. La población “europea” con el tiempo se convirtió en “latinoamericana”, hecha y derecha. Y de “rica potencia” pasó a convertirse en un país pobre y subdesarrollado. Y lo peor, estructuralmente corrupto.
Hasta los más optimistas reconocen que jamás se vio al verdadero país; esto es, a la Argentina desnuda, como en estos días, cuando la pandemia de Covid-19 está destruyendo miles de vidas y empleos, aumentando exponencialmente la pobreza y la corrupción, y destruyendo las pocas esperanzas de un futuro de bienestar que nos quedaban.
Por primera vez en la historia ahora se reconoce pública y mayoritariamente que jamás existieron las virtudes de antaño, porque siempre fue un país latinoamericano, pobre, atrasado, corrupto y en decadencia.
Los índices de pobreza, indigencia, desempleo e inflación que mes a mes informa el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) son atroces. Y una cuarentena sumamente estricta (vigente hasta la fecha) no hace más que agravar la situación de millones de argentinos.
En estos tiempos, nadie es capaz de decir, sin ruborizarse, que la Argentina es un país rico y con futuro.
Datos que lastiman
“…Daré mis ideas preliminares. Argentina es el único país que ha pasado de ser un país desarrollado a un país en desarrollo y su ingreso per cápita es inferior al de Chile y Uruguay”, afirmó el politólogo Aníbal Nicolás Saldías, PhD de la Universidad de Toronto e investigador del Wilson Center de Estados Unidos (El estadista, 4 de febrero de 2019. Es decir, antes de la pandemia).
“Esta dimensión de la pobreza infantil es un factor de reproducción de la pobreza, porque el chico que nace y se desarrolla con privaciones alimentarias, de vivienda, salud o educación, tiene un futuro comprometido”
“La pobreza infantil llega al 63% y alcanza a siete millones de chicos”. Estas son cifras del INDEC para el último trimestre de 2020. La cifra sería más alta sin ayudas sociales. En el Conurbano trepa a 72,7%. Los datos procesados del INDEC difundidos el viernes pasado marcan que 2020 finalizó con una pobreza infantil – menores de 14 años - del 62,9%. Suman casi 7 millones de chicas y chicos que viven en hogares que no tienen ingresos suficientes para comprar una canasta “de pobreza”. Ante este panorama desolador, el gobierno asistió a millones de pobres con distintos planes asistenciales. Sin esos planes sociales, la indigencia y la pobreza en general y en particular entre las familias y los chicos, serían mayores, del orden de 70%. La pobreza infantil viene en ascenso ininterrumpido desde el segundo semestre de 2017 cuando arrojó un 39,7%. Ese dato equivalía entonces a 4,3 millones de chicos. De aquí se desprende que en 3 años, a pesar de las mayores ayudas sociales, por la recesión, la mayor inflación, el deterioro de los ingresos y caída del empleo, se generaron 2 millones de chicos pobres más.
Esta dimensión de la pobreza infantil es un factor de reproducción de la pobreza, porque el chico que nace y se desarrolla con privaciones alimentarias, de vivienda, salud o educación, tiene un futuro comprometido. Y también toda la sociedad. Además, la mayoría de esos chicos vive en hogares sostenidos por desocupados, trabajadores formales precarios e informales, subocupados y cuentapropistas que también se desempeñan en la informalidad, sin la cobertura de la seguridad social y que son mayoría entre los que en los últimos meses perdieron el empleo. Todo lo cual amplía la persistencia y la dimensión de la pobreza.
Una situación que afecta a todas las edades
Aunque los menores de 14 años sobresalen por tener la mayor proporción de pobres, también aumentó la pobreza entre los restantes grupos de edad. Ningún grupo etario pudo escapar a la pérdida de ingresos o deterioro social. Entre los que tienen de 15 a 29 años (10,6 millones de personas) la pobreza es del 51,7% o 5,5 millones de pobres. Entre 30 y 64 años (18,4 millones) es del 39,7% o 7,3 millones de pobres. Y entre los más de 65 años (5,4 millones) el 13,6% o 735.000 no les alcanza para cubrir una canasta básica total. (Diario Clarín, 16/05/2021).
“Ya nadie discute que Argentina es un país pobre. Ahora es público y notorio. Toda la población es plenamente consciente de ello y nadie lo discute”
Como se puede apreciar, ya nadie discute que Argentina es un país pobre. Ahora es público y notorio. Toda la población es plenamente consciente de ello y nadie lo discute. Además, solo basta salir a la calle para ver a miles de personas buscando un poco de comida en los contenedores de basura. Y las cifras contundentes del INDEC demuestran que ni siquiera es un país en “vías de desarrollo”, porque comparando décadas anteriores con la actual, se aprecia mayor pobreza y hambre. No hay ningún indicador optimista. En nuestro país, todo tiempo pasado fue mejor.
La Argentina es, utilizando el léxico setentista, un típico país del Tercer Mundo. ¤