Un árbol que simboliza el amor paternal
En pleno corazón de la selva guaraní se alza gallarda la copa del Timbó, ese árbol que todas las primaveras ofrece su fruto de color negro, curiosamente parecido a la oreja humana. Acerca de él, los guaraníes narraban una conmovedora historia, símbolo del amor paternal.
Tacuareé era su nombre, melodioso y entrañable como su belleza; era la hija de Saguaá, un cacique que extendía su poderío por las selvas paraguayas y cuyo amor por su pequeña era tal que se desvivía día y noche por satisfacer cada uno de sus deseos.
La hermosa indiecita crecía en gracia e inteligencia y llegó el día en que se enamoró perdidamente. Pero una gran tristeza le oprimía el corazón: su amado era un guerrero de una tribu lejana, enemiga de la de su padre. Fue entonces cuando Tacuareé tuvo que decidir y así lo hizo: seguiría a su guerrero. Pero, sintiéndose incapaz de enfrentar el dolor que iba a causar a Saguaá, convino con su amado que partirían sin avisarle.
La desesperación envolvió con su manto gris al atormentado cacique, quien, tras descubrir la ausencia de su hija, se internó en la selva cegado por la angustia, gritando y llorando el nombre de Tacuareé, e hiriéndose con las zarzas a cada paso, pero insensible al dolor que le causaban porque todos los males le parecían pequeños en comparación con aquel que le desgarraba el corazón. Y, en su delirio, creía sentir los pasos de su adorada hija. Por eso, se arrojaba al suelo y, con la oreja pegada en la hierba húmeda de rocío, ansiaba escuchar la llegada de su pequeña.
Así continuó Saguaá, hasta que la muerte cerró sus párpados en la esperanza de reunirse alguna vez con Tacuareé.
Tras varios días, los indios de la tribu hallaron finalmente el cuerpo yacente del cacique. Pero cuál no sería su sorpresa al querer llevarlo al campamento y descubrir que su oreja estaba adherida a la tierra; y al intentar separarla quedaron maravillados: ¡la oreja de Saguaá había echado raíces!
Con esta historia, un poco triste, pero llena de poesía, los indios guaraníes explicaban el origen de ese árbol misterioso al que llamaron cambá nambí, que significa oreja negra y que conocemos con el nombre de timbó. ¤