En las últimas semanas -para ser más exactos en el último torneo de fútbol- se han vivido una sucesión de hechos de violencia que han puesto a nuestro deporte más popular en el candelero: apretadas a jugadores, árbitros, periodistas y todo aquel que pueda ser apretado. Habrá quien opine que lo que pasa en el fútbol no tiene analogía con lo que sucede a nivel nacional, sino que se trata de un estamento distinto en el que las “reglas de juego” son diferentes de las que se manejan en lo político, social y económico. Si quisiéramos poner como ejemplo al fútbol en un estudio, encontraríamos que, en cuanto a impunidad y corrupción, tendríamos una muestra cabal de una patología que afecta a todas las esferas de nuestro país.
No se necesita analizar mucho, ni recurrir a sociólogos para encontrar grandes coincidencias entre lo que vive a diario nuestra sociedad y lo que se ve en una cancha de fútbol o en la Asociación de Fútbol Argentino.
Los escándalos más cercanos fueron el bochornoso partido entre Gimnasia y Boca, o el clásico entre Independiente y Racing (que no tuvo fin). Y como en una procesión de lloronas, aparecerán clubes que han tenido culpas o han participado de hechos similares en un pasado no muy lejano que querrán enarbolar banderas como ejemplos de honradez, olvidando lo que han hecho. Esto es el famoso doble discurso, tan similar al de aquellos políticos que modifican sus discursos de acuerdo con la conveniencia de una campaña electoral o el lugar que ocupan, sea en el oficialismo o en la oposición.
Ni River, ni Estudiantes, ni Boca están habilitados para la queja, porque en la lamentable historia de incentivos y suspicacias ya han sabido ubicarse a ambos lados del mostrador.
También, como ejemplo, vemos intendentes, gobernadores o presidentes eternizarse en sus cargos (o al menos intentarlo), y los comparamos con la AFA en donde Julio Grondona, a través del dinero y el poder, hace más de veinticinco años que con su frase “todo pasa” gobierna “ad eternum” la Asociación. Muchos de estos personajes han sobrevivido a dictaduras y a democracias.
El silencio cómplice de los futbolistas y los directivos de los clubes cuando llega la hora de declarar ante la Justicia sobre las amenazas que reciben de los barrabravas, a quienes en muchas ocasiones han usado como fuerzas de choque ¿no es la misma actitud de los dirigentes sindicales y políticos que utilizan la misma mano de obra?
Por otro lado, si realmente alguno de todos estos fuera realmente honesto y deseara denunciar o declarar en contra de estos verdaderos malvivientes ¿qué respaldo o protección institucional tendrían? ¿Con qué confianza lo harían, si no faltan los ejemplos de lo que ha ocurrido con algunos simples testigos? Está fresco lo que – suponemos - le ocurrió a Jorge Julio López, a quien hace más de dos meses se lo busca luego de haber declarado contra asesinos y torturadores de la última dictadura.
¿A qué país serio se le ocurriría tener un testigo que declarará contra alguno de los peores delincuentes de nuestra historia, sin tener un sistema de protección o de identidad reservada para que ese testigo pueda declarar con total tranquilidad? Un país en donde todos sabemos existen zonas liberadas, donde la policía no protege para que alguien tranquilamente pueda ser “apretado”, o bien asesinado como el caso del fotógrafo Cabezas, o bien liberar una zona para que dos barras de distintos clubes se puedan matar a golpes a piacere, o bien para que una barra más fuerte se aproveche de una más débil para darle un “escarmiento ejemplar”.
La justicia del tribunal de disciplina de la AFA ¿no nos recuerda a la otra justicia? Depende de quién o para qué sea, el tribunal de disciplina de la AFA será lento o expeditivo. La misma lentitud, inoperancia y segundas intenciones de quienes, por ejemplo, tienen que decidir sobre los casos de grandes hechos de corrupción o delitos nacionales o internacionales, en el que juntarán millones y millones de expedientes, y en los que finalmente no habrá castigos ejemplificadores, y los casos se cerrarán con la respuesta de siempre: “No hay pruebas suficientes”.
En el fútbol argentino hay incentivos; los personajes de nuestro fútbol dirán que “existe sólo para ganar, no para ir a menos”. Pero cualquiera de los dos casos es delito porque se está perjudicando a otro. Es como aquel diputado o senador que recibe coimas para sacar una ley, o el funcionario que obtiene una “comisión” para que llegue una inversión extranjera, o el policía que recibe un “diezmo” y el ciudadano que se lo da para que el agente haga la vista gorda, o el agente de impuestos para no ver la evasión, o todo lo que ya sabemos… Si total, para unos y para otros nunca habrá pena alguna.
Y en el país no pasa nada con las aberraciones con las que se convive cada día. “Todo pasa”, como diría Grondona. En el fútbol y en el país. Lo que no pasa es esa sensación de impunidad que cada día crece más y es un verdadero flagelo, que de continuar seguirá obstaculizando la posibilidad cierta de que la Argentina algún día sea un país en serio. Ø
Que Misiones sea un ejemplo a seguir y no una excepción
A principio de este mes, en la lejana y pobre provincia de Misiones, un aire fresco sopló en nuestro país. Es que las espurias intenciones del gobernador Rovira de perpetuarse indefinidamente en el poder fueron aplastadas por los votos de una ciudadanía que por momentos muestra algunos signos alentadores.
El pueblo misionero, con su voto en contra de la elección indefinida de su gobernador, no sólo le dio un soberano cachetazo a Rovira, sino a todo aquel “capanga” de nuestro país que pretenda convertir a la democracia en una especie de monarquía.
A la luz de lo sucedido en Misiones, varios gobernadores de otras provincias decidieron dejar sin efecto sus proyectos reeleccionistas. Uno de los claros ejemplos fue el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Felipe Solá.
Ahora queda esperar que esta muestra de inteligencia cívica no sea engañada por cualquiera de nuestros “jerarcas” poniendo a un títere a la cabeza, para gobernar ellos desde las sombras, como ya ha ocurrido en algunas provincias donde para perpetuarse, algunos candidatearon a sus esposas o hermanos, o algún otro familiar.
Estará en la ciudadanía percatarse de esos engaños para que lo que ocurrió en Misiones no sea sólo la excepción que confirma la regla. Ø