Dalí incorporó a la pintura, después de 1930, muchos objetos y elementos mecánicos y eléctricos, y sobre todo situaciones muy extrañas.
Pero anteriormente se destacó el "Monumento Imperial a la Mujer-Niño". Era una pesadilla llevada con perfección a la tela con colores y composición sorprendentes. De ése, su universo onírico, son muestras la "Alucinación partida" y "La gran paranoia".
En esa corriente encontramos el cuadro "Persistencia de la memoria", considerado por el místico, con los dos relojes blandos y el tercero lleno de escarabajos brillantes. Es increíble, pero en esta obra logró sugerir diversos planos y apresar mucha materia en un área de 0,25 por 0,30. Una extraña condensación de la pesadilla plasmada por Dalí reiteradamente hallamos en "El sueño". De la misma manera sorprenden "El enigma de Guillermo Tell", "El enigma sin fin" y "La osificación matinal del ciprés."
En "Metamorfosis de Narciso" se resume el concepto del hombre y del mundo ejecutado con audacia.
Internándose Dalí en el universo de las alucinaciones consiguió desplegar en ricas y asombrosas obras, consagradas por el tiempo, la visión total y paranoica del hombre. Quizás el extravío del espíritu que reclamaba Rimbaud para la poesía. Para Dalí el pintor debía ser vidente, el vidente de los sueños, de las pesadillas, fijando con todo eso vértigos en la pintura.
En su primer viaje a París, intimó con Joan Miró. Pero luego viene la entrevista, tal vez decisiva, con Picasso, al que eligiría como contrincante para volcar toda la energía de su talento en contraposición con el genio del malagueño. No hubo diálogos, y Dalí midió la magnitud del genio Picassiano y a pesar de la astuta reticencia del maestro del "Guernica", que procuró restarle significado al atrevido desafío, algo quedaría flotando en el ambiente de esa aspiración que a Dalí le hubiese gustado ser considerado un Ingres frente a un Delacroix.
Más tarde las posiciones ideológicas se fueron haciendo más distantes y entonces aparecieron frases ocurrentes por parte de Dalí que no fueron contestadas por el contrincante: " Picasso es comunista, yo tampoco"
Y en otra oportunidad "Picasso quiso ser comunista. A pesar de ello se convirtió en el rey de todos nosotros” aseveración irónica surgida de quien declaraba ser monárquico y católico como ocurría con Dalí.
Y es así como mientras Picasso se fue alejando cada vez más de todo realismo, mereciendo su arte el repudio por parte de quienes representaban la ideología a la que adscribía, por considerarlo inaccesible a las masas. Dalí en desembozado repudio de esa misma ideología se volvió más y más realista causando así la creciente admiración de sus antagonistas, quienes predicaban el realismo. Ø