Aerolíneas Low Cost

Aerolíneas Low Cost

Después de una eternidad, cuando regía un monopolio aerocomercial cerrado a toda competencia, el gobierno del presidente Mauricio Macri decidió abrir el espectro de compañías aéreas que podrán operar en la Argentina. Esta apertura está destinada, especialmente, a las conocidas internacionalmente como “low cost”.

Una de las principales razones esgrimidas para esta decisión es que en la actualidad la opción más económica, y a veces única, es recurrir al transporte terrestre, a micros que transitan rutas interminables, angostas, mal señalizadas, deterioradas y por lo tanto extremadamente peligrosas, porque en el país casi no hay autopistas o rutas en condiciones adecuadas.

El potencial del mercado aeronáutico argentino es muy alto. Esto se puede apreciar comparándolo con el resto de los países de la región. Si bien existen varios parámetros para intentar cuantificar el posible desarrollo de este mercado, la medición más utilizada es el índice de “vuelos anuales” dividido por la “cantidad de habitantes”. De acuerdo a los datos publicados por el Banco Mundial, que hace un relevamiento de los pasajeros transportados por líneas de la bandera de cada país, para el año 2015 la Argentina presenta un índice relativamente bajo: 0,33% (14.245.000 pasajeros), inferior al valor porcentual de México (0,36), Perú (0,44), Brasil (0,49) y Colombia (0,64), y muy lejos del de Chile. De hecho, el hermano país trasandino casi triplica el nivel argentino, con un asombroso 0,84%.

“No habría que sorprenderse por el poco uso de la aviación comercial nacional, dado que hasta hace pocos meses se trataba de un mercado de cielos cerrados, cuasi monopólico”

Para interpretar estas mediciones es necesario comprender el marco regulatorio de la actividad aerocomercial de cada país. En principio, no habría que sorprenderse por el escaso uso de la aviación comercial nacional, dado que hasta hace pocos meses se trataba de un mercado de cielos cerrados, cuasi monopólico. A esa política de cero competencia, habría que adicionarle la descomunal influencia que fue adquiriendo en las últimas décadas el gremio de camioneros, conformados por todo el abanico de trabajadores relacionados con el transporte terrestre, de cargas y pasajeros. Esto se debió, fundamentalmente, a razones políticas.
Durante las dos presidencias de Carlos Menem se inició un planificado proceso de aniquilación de toda la red ferroviaria nacional, que logró su objetivo con creces porque prácticamente la hizo desaparecer. Recordemos aquel famoso slogan del presidente Menem que decía: “ramal (ferroviario) que para (por huelga), ramal que cierra”. Y así fue. Los gremios ferroviarios pararon, hicieron huelgas, y los ferrocarriles desaparecieron. Asimismo, esta acumulación de poder del gremio camionero conducido por el sindicalista Hugo Moyano y sus familiares no solo destruyó la red ferroviaria, sino que también dejó sus huellas en las líneas aéreas, porque, para que la aviación no compitiera con el transporte terrestre  en los destinos de larga distancia, se impusieron precios mínimos en el costo de los pasajes aéreos. Un despropósito absoluto. De esta manera, en un país sin trenes y sin pasajes aéreos baratos, a los habitantes y turistas no les quedaba más alternativa que recurrir a los ómnibus. Y en un país con la extensión de la Argentina eso era, y es, una barbaridad.

“Es más que evidente que este enorme mercado sin explotar es un gran atractivo para las empresas aeronáuticas de todo el mundo, especialmente las que pueden ofrecer un servicio de bajo costo”

Si se analiza la razón por la cual Chile es el país de la región que presenta el índice más alto de utilización de transporte aéreo (pasajeros por habitante) se descubrirá que esto se debe a su política aerocomercial extremadamente liberalizada. De hecho, es la más abierta de todos los países mencionados anteriormente. Una política de transporte interna, de cielos abiertos, que fue adoptada hace muchos años.
Por lo tanto, si ese país es el referente a seguir, el que demuestra la potencialidad que se puede alcanzar, entonces se deduce fácilmente que la Argentina podría incrementar exponencialmente la cantidad de pasajeros en muy poco tiempo. A la cifra actual habría que multiplicarla al menos por dos y tal vez por tres. Es más que evidente que este enorme mercado sin explotar es un gran atractivo para las empresas aeronáuticas de todo el mundo, especialmente las que pueden ofrecer un servicio de bajo costo, porque con más de 42 millones de habitantes y un PBI per cápita alto a nivel regional, la Argentina se ha convertido en un mercado muy apetecible.
A eso debería sumársele la gran superficie del país y sus enormes distancias, una característica ideal para el desarrollo sostenido del transporte aéreo, y aun más teniendo en cuenta que desde siempre casi todas las rutas aéreas continuaron desarrollándose de acuerdo al sistema radial impuesto por la colonia y las distintas potencias compradoras de materias primas, un sistema anacrónico que perjudica el desarrollo y que perduró hasta la actualidad. Casi todos los trasbordos había que hacerlos en la Ciudad de Buenos Aires. De esta forma, un pasajero del norte del país que se dirigía, por ejemplo, a Cuyo, tenía que pasar por Buenos Aires. Es como si un ciudadano de Los Angeles para ir a Montana tuviera que trasladarse previamente a Washington DC. Un despropósito.

¿Quién quiere cortarles las alas a los nuevos aviones?

   Las nuevas aerolíneas low cost ya están imaginando rutas interprovinciales directas, y nuevos centros de trasbordo, como Córdoba. Pero este panorama auspicioso ya comenzó a tener una fuerte oposición. Así como en su momento los camioneros lograron aniquilar los trenes, ahora son los gremios aeronáuticos los que empezaron a hacer lo imposible para frenar el desarrollo de nuevas rutas y la licencia para que compañías aéreas de precios baratos puedan operar.  Vale la pena recordar que son ni más ni menos que siete los gremios reconocidos por el consorcio de bandera (Aerolíneas Argentinas/Austral) y ya comenzaron su ofensiva para dinamitar todo cambio del “statu quo”.
   Por eso, los sindicatos emitieron un comunicado diciendo: “Deseamos manifestar públicamente nuestra preocupación y objeciones al respecto de las políticas de transporte aéreo llevadas adelante en la actualidad por el Gobierno Nacional”,  que suscribieron los dos gremios de pilotos (UALA y APLA), el personal técnico (APTA), el de personal superior (UPSA) y el de los empleados aeronáuticos (APA). El blanco: las cinco aerolíneas “low cost” que estarán operando en poco tiempo: Alas del Sur, American Jet, Andes (que ya volaba en el país), Avian  y FB (Fly Bondi), y las 135 rutas aéreas (locales e internacionales) que ya fueron aprobadas por la Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC). Y no solo eso, los gremialistas también se opusieron a la apertura de nuevas audiencias públicas a través de las cuales se podría permitir operar a otras aerolíneas interesadas como Ryanair y Norwegian. El argumento público de los sindicalistas fue que: “Como representantes de los trabajadores aeronáuticos y atentos a la gravedad de la situación, llevaremos adelante todas las medidas en pos de garantizar la seguridad de los pasajeros, el servicio público, la calidad de los convenios colectivos y el crecimiento genuino de la fuente laboral de todos los trabajadores aeronáuticos de la Argentina”.

“Así como en su momento los camioneros lograron aniquilar los trenes, ahora son los gremios aeronáuticos los que empezaron a hacer lo imposible para frenar el desarrollo de nuevas rutas y la licencia para que compañías aéreas de precios baratos puedan operar”

Más allá de esa retórica de “seguridad” y “calidad”, los dirigentes sindicales están enviando un claro mensaje: “no permitiremos la competencia, porque no queremos perder nuestros privilegios”.
Ojalá que se pueda llegar a un acuerdo que beneficie a todos. A los pasajeros, al país y a los trabajadores aeronáuticos. ¿Qué pasará? Nadie lo sabe. Porque esto es Argentina.  ¤

  thegauchos

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