Una costumbre argentina que crece y crece
Hay muchas cosas que jamás cambian en la Argentina. Una de ellas es la costumbre instalada, desde hace varios años, de realizar “piquetes”, especialmente en el centro de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires o en los accesos principales a esta.
¿En qué consisten los piquetes? Básicamente en que un grupo indeterminado de personas interrumpen el tránsito de vehículos y peatones. Lisa y llanamente esos grupos se instalan en uno o varios sitios y actúan como señores, patrones, dueños de las calles y/o avenidas e impiden transitar libremente a todos.
Para obtener la máxima trascendencia política, social y periodística se instalan en cruces neurálgicos, los más importantes de la ciudad, y no dejan pasar a nadie. Para provocar el mayor caos posible habitualmente los que hacen estos piquetes, y que se autodenominan piqueteros, eligen los momentos de máximo tránsito, horarios pico, y muchas veces en fechas clave. Por ejemplo, los primeros y últimos días de la semana, cuando aumenta la cantidad de vehículos que circulan por las grandes ciudades.
“Para obtener la máxima trascendencia política, social y periodística se instalan en cruces neurálgicos, los más importantes de la ciudad, y no dejan pasar a nadie”
Una vez instalados como los verdaderos dueños de la calle impiden el paso de autos particulares, taxis, colectivos, motos, bicicletas, y hasta trenes y subterráneos, incluidas ambulancias y otros transportes de servicios médicos.
Inspirados en reclamos reales o imaginarios los piquetes ya son una constante de la ciudad que causan alteraciones importantísimas en el tránsito y especialmente en el ánimo de las personas, sean trabajadores que vuelven cansados a sus hogares en transporte público, dueños de vehículos particulares, o peatones.
¿Es habitual que esto suceda? “Muchísimo”, “casi siempre” o “permanentemente” serían las palabras y frases adecuadas para un acertado diagnóstico.
¿Las fuerzas del orden y los funcionarios públicos hacen algo para evitar esto? La respuesta es nada. Absolutamente nada.
Un delito que no se combate
Nunca, jamás, nadie toma el toro por las astas y mínimamente hace cumplir la ley. Porque el Artículo 194 del Código Penal Argentino, referido a los “Delitos contra la seguridad pública” Título VII , Capítulo II – “Delitos contra la seguridad del tránsito y de los medios de transporte y de comunicación”, dice textualmente: “El que, sin crear una situación de peligro común, impidiere, estorbare o entorpeciere el normal funcionamiento de los transportes por tierra, agua o aire o los servicios públicos de comunicación, de provisión de agua, de electricidad o de sustancias energéticas, será reprimido con prisión de tres meses a dos años”.
Otra vez, muchos se preguntarán, ¿esto es habitual?, ¿Ocurre ocasionalmente? ¿Es un fenómeno aislado? Nada más alejado a la realidad. Es una constante, algo de todos los días. Según un informe de la consultora “Diagnóstico Político” que mide la conflictividad social en el país, los piquetes aumentaron durante el primer año de gestión del presidente Mauricio Macri, período en el cual se registraron al menos 6.491 cortes de vías públicas en todo el territorio nacional, lo que significó un aumento de 3% comparado a 2015. El año 2014 se mantiene como el año récord de piquetes con 6.805 bloqueos.
En principio, este informe destaca que más allá de quien gobierne, la modalidad de utilizar el piquete como forma legítima de protesta o de simple presión política o por cualquier motivo ya es una costumbre instalada, regular, cotidiana en la sociedad argentina. Y a la cual ningún gobierno, del signo político que sea, se anima a limitar, o al menos a morigerar en sus destructivas consecuencias.
“A pesar de sus abismales diferencias políticas, tanto Cristina Kirchner como Mauricio Macri tienen algo en común: se rindieron ante la presión de los piqueteros”
En el 2014 gobernaba Cristina Fernández de Kirchner; en el 2016 gobierna el ingeniero Mauricio Macri. Difícilmente se puedan encontrar gobiernos más antagónicos en sus principios y postulados. Son blanco y negro. Agua y aceite. Pero a pesar de sus abismales diferencias políticas ambos tienen algo en común: se rindieron ante la presión de los piqueteros.
Casos kafkianos
Para aclarar a los que no conocen a fondo el problema: los piquetes no son necesariamente manifestaciones multitudinarias de cientos o miles de personas. Se han dado infinidad de casos en los cuales una docena, tal vez un poco más o quizás un poco menos, de personas, se instala en una calle, avenida, vía de tren o subterráneo e impide el paso de vehículos haciendo colapsar el tránsito.
Ah, y los motivos de estos piquetes pueden ser kafkianos. Esta manía de hacer piquetes por cualquier excusa alcanza ribetes desopilantes, si no tuvieran consecuencias tan graves. Aquí van algunos ejemplos.
El martes 3 de octubre del 2015, sin aviso previo y con explicaciones que se contradicen, varias personas vinculadas a Obras Sanitarias de la provincia de Chubut montaron piquetes en las bases que impidieron el acceso y egreso de personal, lo que afectó el suministro de agua a la ciudad de Comodoro Rivadavia (175.000 habitantes) porque durante casi medio día no fue posible realizar tareas de potabilización del agua en la planta de Sarmiento. La causa de este piquete que produjo el corte de agua potable fue “inseguridad psíquica”. Sí, no es un error. Los gremialistas adujeron que tres vehículos en mal estado, un camión que realizaba tareas ajenas al servicio de agua y dos camionetas de transporte de personal, ponían en peligro “nuestra seguridad psíquica y física”.
El 5 de diciembre de 2016 hubo piquetes que provocaron un caos mayúsculo en la Ciudad de Buenos Aires, entre otras movilizaciones de organizaciones sociales en el obelisco y frente al Congreso, de cooperativas en la Autopista Illia, de taxistas contra Uber y de trabajadores de bingos frente al Hipódromo.
“Los motivos de los piquetes pueden ser kafkianos. Esta manía de hacer piquetes por cualquier excusa alcanza ribetes desopilantes, si no tuvieran consecuencias tan graves”
El pasado sábado 4 de marzo de 2017 un grupo de vecinos de la calle Pelagio Luna de la localidad de Pilar, en los alrededores de Buenos Aires, realizaron un piquete para evitar que el tránsito, especialmente los colectivos, continúen pasando por su barrio, porque otro piquete obstaculizaba la avenida por donde solían pasar. Este sería un caso de un subpiquete originado en el otro piquete.
Como se ve hay un menú variado de motivos.
Y nada cambia
El actual presidente enarboló como slogan de campaña que se iban a controlar los piquetes para que no se cortara el tránsito. Lo único que se logró hasta ahora es una disputa entre el primer mandatario, el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires Horacio Rodríguez Larreta, y la ministra de Seguridad Patricia Bulrich. Todos se echan las culpas entre sí, pero nada cambia. Y por lo que se ve, nunca cambiará.
El último 23 de marzo de 2017 el presidente provisional del Senado, Federico Pinedo, se opuso vehemente al proyecto de ley para proteger los piquetes, presentado por el Movimiento Evita de Emilio Pérsico, la Corriente Clasista y Combativa de Juan Carlos Alderete, Barrios de Pie de Jorge Ceballos y la CTEP de Juan Garbois, en Diputados. Pinedo dijo que “hay gente que quiere vivir en el piquete, que Argentina sea un gran piquete”.
La verdad es que la Argentina ya es, desde hace años, un gran piquete. ¤