En el número de mayo próximo pasado, año que dedicamos al pintor italiano Giorgio De Chirico, dijimos que también se lo íbamos a dedicar sobre el final a un pintor argentino. Sin embargo, ahora optamos por la primera escultora argentina, por no decir la mejor, Lola Mora, a quien podemos parangonar con cualquiera de los escultores de su época y posteriores en cuanto calidad de su obra.
Nacida un 17 de noviembre de 1866, en Tucumán, hija de Don Romualdo Mora y Doña Regina Vega, mostró enseguida una vocación hacia las artes plásticas.
En su formación, el primer antecedente es el maestro italiano Santiago Falcucci, que le enseña los secretos del dibujo y de la pintura desde 1887 en su ciudad natal. La muerte de sus padres, cuatro años después, podría haber truncado su carrera, pero Falcucci decide continuar las clases gratuitamente. En la búsqueda de mayores oportunidades decide bajar a Buenos Aires, poniéndose en contacto con los talleres de Salas, Muzzi y la Asociación de Estímulo de Bellas Artes, para luego conseguir una beca para Italia.
En Italia por consejo de Falcucci se presenta a un brillante pintor: Paolo Michetti, quien se niega a recibirla y por supuesto a enseñarle, pretendiendo recomendarla a otro pintor, La posición de Lola es rotunda, si no puede aprender con él, renuncia a la beca y se vuelve. Esta actitud convence a Michetti que permite el ingreso a su taller como algo excepcional. Posteriormente Michetti la recomienda al escultor Monteverde, con el que comienza una relación artística que durará toda su vida. Cuando Lola comienza a hacerse conocer, su beca es cortada por necesidad de economía del gobierno argentino, pero supera esta situación por la ayuda de amigos romanos y de la colonia española. Sus trabajos van siendo bien recibidos en Europa, llegando a obtener la medalla de oro en una exposición de París. Comienzan a lloverle los encargos desde la Argentina, como el monumento a Alberdi en Tucumán y dos bajorrelieves para la Casa de Tucumán. Es entonces cuando ofrece realizar una fuente en la Plaza de Mayo que le es aceptada (Que fue conocida como La Fuente de Las Nereidas). Trae las maquetas y las piezas de mármol, y allí la sociedad empieza una campaña en contra de aquel emplazamiento. Descartada la plaza, llevan su obra al Paseo de Julio donde hoy se cruzan las calles Gral. J. D. Perón y L. N. Alem. Pero en1918, tras diversos juicios críticos la trasladan a su actual ubicación en la Costanera Sur.
La escultura en la Argentina había tenido hasta entonces poco desenvolvimiento, y a pesar de ser ella una artista de talento, tuvo que luchar constantemente con las tradiciones hispánicas que reservaba a la mujer sólo las tareas domésticas.
Mientras tanto gana concursos como: el monumento a la reina Victoria en Melbourne-Australia, y el monumento al Zar Alejandro 1ro. en San Petersburgo, etc.
En aquel momento en la Argentina se inauguran en el Congreso Nacional dos grupos escultóricos. Por un lado: La Libertad, El Comercio y dos leones. Por otro La Paz, La Justicia y una figura masculina. Todo esto en 1915 es retirado y donado a la Pcia. de Jujuy.
En 1913 se inaugura el Monumento de Avellaneda en la ciudad homónima.
En 1923 en el Parque San Martín de Salta ocurre lo mismo con el monumento a Facundo Zubiría.
Se le encarga ese mismo año el Monumento a la Bandera en Rosario. Las piezas llegan y quedan sin armar en la Plaza General Belgrano. En 1925 la Municipalidad de Rosario rescinde el contrato y las distintas estatuas se colocan en distintos sitios de la ciudad.
En 1929 se inaugura en Corrientes la estatua de Carlos María de Alvear y el año siguiente en San Juan el de Laprida.
Luego en 1930 invierte en negocios de minería, lo que la llevó a perder toda su fortuna.
Cinco años después el Congreso vota a su favor una pensión de $ 300.-, cuando ya está enferma y pobre. Su deceso ocurre en julio de 1936. Ø