La incertidumbre como fuente de energía
En este primer encuentro, quiero presentarme: soy psicóloga, hija de inmigrantes griegos y nieta de españoles. He trabajado en Argentina por veinticinco años, dedicados a mi profesión; desarrollé mi trabajo en el Hospital de Niños Víctor J. Vilela, de Rosario, trabajando además por más de quince años en el Programa de “Chicos de la Calle”, dependiente de la Secretaría de Promoción Social de la Municipalidad de Rosario y en el Programa Materno Infantil y Nutrición, para madres y niños desnutridos, además del trabajo en mi consultorio particular. Hace seis años que estoy en España, desarrollando mi actividad profesional desde hace dos años en la práctica privada, en la Ciudad de Benidorm y colaborando en la redacción de artículos de psicología en distintas publicaciones.
Mi historia personal y la de mi familia seguramente tienen mucho en común con muchas familias argentinas que fueron marcadas por la “decisión” de emigrar.
Algunos tenemos en nuestros recuerdos las historias contadas por nuestros padres o abuelos sobre cómo tuvieron que tomar la decisión de dejar sus países de origen, casi todos obligados por la guerra, la miseria y la destrucción. Recuerdo, desde pequeña, escuchar fascinada a mi abuelo hablar de su tierra, de sus costumbres, sus raíces, generalmente con alegría y a veces con tristeza, al igual que cuando contaba su vida en Argentina, su lucha, su afán de superación y especialmente su fuerza interior, que demostraba a lo largo de sus ochenta y tantos años, ese equilibrio emocional, por el cual transmitía, sin divisiones geográficas, que la incertidumbre, la búsqueda y la vivencias eran parte de su vida.
Una de las características que define a la vida es la incertidumbre. Nadie sabe qué ocurrirá mañana, ni podemos predecir el futuro.
Todos los seres humanos buscamos la seguridad material, emocional y social; es para lo que estábamos preparados o para lo que nuestros padres nos preparaban: estudiar, tener una profesión, un buen trabajo, formar una familia, un entorno social estable. Tal vez todo era más certero, más seguro...
Lo cierto es que el modelo de sociedad cambió y el mundo cambia constantemente y es en el “aquí y ahora” que debemos poner a prueba nuestra capacidad de adaptación, usar nuestras herramientas internas, nuestras experiencias y recrear nuevos aprendizajes.
En un momento de mi vida leí una frase con la cual me identifiqué; ésta decía: “cuando encontré todas las respuestas, me cambiaron las preguntas”. Era el momento de encontrar nuevas respuestas, de reciclarse y buscar nuevas alternativas.
En todo cambio existen momentos de confusión y de incertidumbre. Un enemigo puede paralizarnos: el miedo. Miedo a equivocarnos, a no arriesgar, a no cambiar, a quedarnos paralizados sin tomar las riendas de nuestra vida.
Estos temores o miedos presentes en el proceso de emigrar tienen que ver generalmente con los afectos:
- El temor a que se deterioren o se pierdan las relaciones personales que se dejan en el país.
- Extrañar a la familia, amigos y no estar presentes cuando sucedan situaciones importantes o difíciles.
- El temor más fuerte es enfrentarse a lo desconocido y adaptarse a una nueva sociedad, a gente diferente, con otra idiosincrasia y otra cultura.
- El miedo a la dificultad para establecer vínculos personales con gente del nuevo lugar.
Todos sabemos que suceden muchas cosas a nuestro alrededor, cosas que no podemos controlar y cambiar, pero también debemos saber que es mucho lo que podemos hacer cada uno de nosotros y que depende solamente de nuestras decisiones y de nuestra capacidad de elegir.
El proceso de desarraigo es doloroso y difícil, pero depende de cada uno, de su historia personal, de sus sentimientos y sus vivencias.
La experiencia de vivir en otro país se aprovecha si la decisión de emigrar está basada en una elección de vida. Muchas personas dicen que “una cosa es irse con la libertad de opción y otra cosa, obligado por las circunstancias”. Creo que la mala o precaria situación social y económica de un país no te obliga, sino que es un desencadenante que hace que, en algunas personas, sea un punto de inflexión en donde nos planteamos qué hacer, qué decisión tomar. Es nuestra elección.
Es ese estado de incertidumbre el que nos lleva a tomar una decisión, el motor que nos hace buscar y evaluar todas las posibilidades que tenemos para elegir nuevos caminos. La libertad de elegir tiene su magia, pero también una gran responsabilidad de saber que nuestras decisiones están basadas sobre nuestra forma de pensar y están dirigidas hacia donde queremos ir.
La incertidumbre hace que cada nuevo intento tenga sentido y que aunque obtengamos resultados diferentes a los esperados, no nos demos por vencidos.
Seguramente, todos hemos sentido, en el momento de tomar una decisión, la sensación de saltar al vacío; mirar hacia atrás nos daba miedo, y hacia adelante, incertidumbre... Pero es en esos momentos donde nuestra fuerza interior nos anima a enfrentar nuevas posibilidades, confiando en nosotros, enfrentando nuestras dudas, nuestros miedos y atreviéndonos a realizar nuevos aprendizajes. ¡Esta capacidad será la que nos ayudará a superar el sentimiento de desarraigo y a encontrar el equilibrio emocional, disfrutando de nuestras experiencias de vida! Es fundamental descubrir que cada nueva pregunta es un desafío y en nosotros está la posibilidad de encontrar nuevas respuestas.Ø