Psicología: la primera infancia

La importancia de los límites y las rutinas
Muchas veces hemos hablado sobre los hábitos y los límites... pero ¿cómo incorporarlos en la vida del niño?
Somos los padres los que debemos ayudarles mediante horarios establecidos, con rutinas diarias, donde les enseñamos normas que ellos irán incorporando, de a poco, en su mundo interior y esto hará que se sientan más seguros y queridos.
A través de este aprendizaje, el niño incorpora lo que puede y no puede hacer.

A partir del nacimiento, la alimentación y el sueño son los primeros hábitos que se deben establecer con horarios y rutinas diarias. Para lograrlo es necesario que se lleven a cabo a la misma hora y en el mismo sitio.
Un niño que se alimenta y duerme bien, crece sano y seguro. Estos dos primeros hábitos son necesarios para que el niño luego pueda incorporar otros, que serán parte de su desarrollo emocional, intelectual y social.
Los problemas en la alimentación y los trastornos del sueño en los primeros meses de vida, generan en los padres mucha angustia, pero es importante saber que son éstos los primeros hábitos que quedan incorporados y que son esenciales para el desarrollo psicosocial del niño.
Poner límites a los hijos y lograr que cumplan pequeñas responsabilidades, sin recurrir a castigos ni discusiones, para muchos padres es una tarea que, a veces, los hace sentir agobiados e impotentes.
Es importante pensar ¿por qué? Y las razones pueden ser diferentes.
Tienen que ver con la personalidad del niño o el adolescente, con la relación de cada hijo con sus padres y con la etapa evolutiva en la que se encuentran.
A veces lo hacen para llamar la atención; tal vez están demandando más tiempo de dedicación para ellos. También, el problema puede consistir en que los límites no son impuestos con claridad, o las normas son confusas, según el estado de ánimo de los padres, y esto los confunde.
Es necesario explicarles, con claridad, aquellas situaciones en las que les digamos que “no”. En ocasiones, los padres temen hacer daño al niño con sus negativas y evitan que se sientan frustrados al no darles lo que piden. En estos casos, los pequeños son los que marcan el ritmo de vida de toda la familia, con sus enfados y caprichos.
Los niños pueden tener conductas desafiantes y/o agresivas que pueden tener diferentes orígenes, según los motivos o situaciones difíciles que pudieran suceder en el ámbito familiar, pero también pueden deberse a que no se han incorporado los límites desde la primera infancia.
Debemos prestar atención a las actitudes desafiantes del niño, ya que es importante que éstas no le reporten algún beneficio, es decir, no ceder ante un capricho ya que luego el niño utilizará esa actitud para lograr lo que quiere.
Ante estas conductas desafiantes debemos responder con calma, pero con firmeza, ya que el enfado sólo añade más tensión.
Enseñar que hay otras formas de actuar para conseguir lo que se propone, reconocer las actitudes positivas del niño y felicitarlo cuando actúa bien, serán actitudes que lo ayudarán a incorporar las normas, tanto en la casa como en el colegio.
Si somos conscientes de la importancia de los límites, que son la base del desarrollo psicosocial del niño y la sensación de seguridad y afecto que nuestro hijo necesita, nos sentiremos capaces de poner límites y podremos protegerlo sin sentirnos culpables y sintiendo que lo estamos ayudando a relacionarse mejor en su entorno familiar y social.©