Frases que revelan la esencia y sabiduría del gaucho.
Pura espuma, como el chajá
Las plumas del chajá tienen, de trecho en trecho, unas cámaras de aire que le facilitan el vuelo. Estas cámaras hacen que el volumen del ave resulte sumamente abultado y dé la impresión de ser muy carnudo.
Sin embargo, se despluma uno de estos animales, se recibe la gran sorpresa, pues el cuerpo es reducido, huesos y piel apenas.
De ahí la frase: “Pura espuma, como el chajá”, que se aplica a los que, aparentando ser una cosa, resultan, en la realidad, otra muy distinta, ya que carecen de las condiciones que se arrogaban o que los demás les concedían.
El que se le da de valiente y en el momento oportuno resulta un “maula”; el que afirma saber y cuando llega la ocasión, no sabe; el que dice “haré tal cosa” y luego es incapaz de hacerla, todos y cada uno de ellos son “pura espuma, como el chajá”, es decir apariencia y nada más.
Montar el picazo
“Montar el picazo” equivale a enojarse. Cuando una persona se altera, se malhumora, por motivos de mayor o menor importancia, se dice: - “¡Ya montó el picazo!”, o sea, ¡Ya se enojó!
De igual modo, se usa el ¡Bájese del picazo! para aconsejar calma, y el ¡Ya se bajó del picazo!, que expresa la desaparición del enojo.
Según las “mentas” (referencias) alguien poseía un caballo picazo de color oscuro, con una pequeña mancha blanca en la frente, tan “chúcaro” que nadie podía montarlo sin experimentar disgusto, a causa de sus terribles corcovos; de ahí, también, que el bajarse o desmontar, significara el término de la contrariedad.
Perder los estribos
“Perder los estribos”, aunque similar en cierto modo a “montar el picazo”, tiene con ésta una diferencia: el que “pierde los estribos” se enoja y lo manifiesta en forma destemplada, se deja arrebatar por la ira, carece de moderación y serenidad, no tiene el control de sus actos.
Es una frase sumamente gráfica y se inspira en lo que le ocurre al jinete a quien, en un momento dado y cuando más desprevenido está, se le sale los pies de los estribos. La falta inesperada de ese sostén hace que el cuerpo pierda su posición natural, su línea, en forma más o menos violenta.
Compilado por Carlos Avilas del libro “Voces y Costumbres del Campo Argentino” de Pedro Inchauspe, publicado en 1949. ¤