Rituales nocturnos y aquelarres
Son cuantiosas las crónicas y leyendas argentinas que se han compartido acerca de las brujas. Gran número de ellas efectuando pactos sangrientos con el diablo, siempre perversas y feas, con horrendas verrugas peludas, trasladándose en escobas voladoras, escoltadas por cuervos y gatos negros.
Habitualmente deambulan en la oscuridad, quizás porque se les conoce como amigas de la luna y de la noche, y lo malévolo usualmente se contrapone a la luz, a lo luminoso. Puede ser que solo fueran mujeres que no veneran a otro dios que la noche o la madre Tierra (nadie mejor que ellas sabían de las propiedades secretas de las plantas, obsequio de la naturaleza a quien tuviera la capacidad de entenderlo).
En ciertas regiones se dice que el anochecer, en particular los martes y jueves, es la ocasión apropiada para sus rituales. Se hace referencia a “ellas” y no “ellos”, aunque también existen hombres entre las brujas. Las leyendas afirman que al finalizar el ritual se convierten, abandonan su cuerpo, e invaden, ya sea volando o desplazándose de algún otro modo, gran parte del espacio próximo a un cerro.
Se cuenta que si un mortal cualquiera circunda al cuerpo inmóvil de una bruja en las cavernas, esa bruja se presentará para consumar un deseo con la condición de que su cuerpo sea devuelto a su posición inicial, de espaldas hacia la pared interna de la caverna. De no conseguirlo, nunca podrá retornar a su forma humana.
En algunas noches disponen de un lugar especial de encuentro para sus veladas o rituales, a las cuales llaman aquelarre, y al presentarse la luna llena su poder se fortalece y de producirse el turno de un ceremonial de iniciación, la bruja aprendiz habrá de ingerir sangre humana.
Se ha de tener particular cuidado con la fase muerta de la luna, ya que los demonios y espíritus perversos andan libres y se desconoce si alguno de los que descienden a la tierra ejecutará su orden y después se irá o se quedará entre nosotros ya que no sabe o no puede retirarse. O, en todo caso, los ofrecimientos que les hicieron no fueron de su complacencia.¤